RELIGIÓN-BRASIL: Candomblé en lucha por libertad de culto

En estos días, millones de brasileños vestidos de blanco acuden al mar y le echan flores. Rinden homenaje a Iemanjá y le piden un año mejor. La mayoría no saben que recurren a religiones que luchan por la libertad de culto aún restringida en este país por prejuicios, agresiones y racismo.

Jaciara Ribeiro dos Santos simboliza una contraofensiva que el Candomblé y otras religiones de origen africano iniciaron por afirmarse, superando siglos de represión y una nueva ola de ataques protagonizada por evangélicos neopentecostales.

Ella perdió a su madre hace nueve años por un infarto, tras ser calumniada en Folha Universal, el diario de la Iglesia Universal del Reino de Dios, por el simple hecho de ser sacerdotisa del Candomblé en un barrio de Salvador, capital de la nororiental Bahia, el estado de mayor población afrodescendiente de Brasil.

"Madre Gilda", como era conocida Gildasia dos Santos en su función de "Madre de Santo" o yalorixá, vio su foto publicada con una tira negra y un titular acusándola de "charlatana" y de dañar "la vida y el bolsillo" de sus seguidores. Eso ocurrió en septiembre de 1999, y su hija está convencida de que el enojo condujo su madre a la muerte, a los 65 años de edad.

La repercusión del caso convirtió el 21 de enero, fecha en que murió Madre Gilda, en el Día Nacional de Combate a la Intolerancia Religiosa, por un decreto presidencial dos años atrás. Una marcha "por la paz" en el barrio de Itapuã, donde ella vivía, celebrará la fecha reclamando respeto a las religiones afrobrasileñas.
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Jaciara, hija y heredera espiritual de Madre Gilda a los 42 años, organiza la manifestación, celebrando también el triunfo en una batalla judicial de nueve años que acabó en una condena a la Iglesia Universal y a su diario, obligado a una retratación pública y a pagar una indemnización de 145.250 reales (63.000 dólares) por daños morales a la familia ofendida.

"Se trata de una reparación histórica al pueblo del Candomblé", dijo la nueva yalorixá, añadiendo que más importante que la indemnización —"pequeña" para una iglesia conocida por su poder económico y dueña de una cadena de televisión— es una retractación de gran repercusión nacional.

El proceso representa también "un hito de cambio" en el Candomblé, dijo a IPS, destacando la movilización de las religiones afrobrasileñas por consolidarse y ampliarse, luchando por la libertad religiosa establecida en la Constitución.

No hay que quedarse arrinconados en los templos ("terreiros"), hay que "salir a las calles", dialogar con el gran público y actuar en la política, "única vía para obtener leyes favorables", orienta la Madre Jaciara. "El Candomblé estará amenazado de extinción si no reacciona en los frentes político, económico y cultural", sentencia.

Su religión es reconocida como tal desde 1969, pero las alcaldías aún le cobran impuestos de los que están exentos los templos, y a veces echan abajo los terreiros. Para respetar sus derechos, exigen títulos de propiedad que muchas yalorixás, o los sacerdotes babalorixás, no poseen, ya que son pobres e informales.

La yalorixá Jaciara lamenta también que muchos músicos famosos, grupos de carnaval y de otras manifestaciones culturales, especialmente en Bahia, "bebieron en la fuente del Candomblé y ganaron mucho dinero con eso", pero jamás ayudaron a las religiones de origen africano ni les prestaron solidaridad ante las agresiones.

Madre Marta, como es conocida Marta do Rosario, sacerdotisa de un terreiro en el mismo barrio, ya promovió talleres para capacitar bordadoras y enseñar danzas afrobrasileñas, en los que participaron incluso personas evangélicas que antes temían al terreiro como un "lugar del diablo".

Para ampliar la acción comunitaria, Madre Marta cuenta con la ayuda de su hijo, Cesar do Rosario, maestro de capoeira, mixtura de danza y lucha desarrollada por los esclavos africanos en Brasil, hoy diseminada por el mundo. El Candomblé y la capoeira tienen "la misma raíz, está en la sangre" de los afrodescendientes, dice la yalorixá, de 60 años.

Ella misma se opuso inicialmente a que el hijo se dedicara a la capoeira, una vocación irreductible descubierta a los 13 años de edad. "Creía que era cosa de malandrín, sin futuro, lo reñía y sacaba del entrenamiento" para obligarlo a estudiar, porque "el Candomblé necesita también médicos, abogados y profesores", explica a IPS.

En su cancha, vecina al terreiro y bautizada de Cautiverio para recordar la opresión del pueblo, "más por cuestión de clase social que por la raza", Cesar enseña capoeira a 65 niños y niñas pobres. La capoeira "se juega con la mente, no con las piernas", y se debe estimular la disciplina y buenas prácticas, porque se trata de un arma que puede derivar en crímenes, aclara.

El "poder mágico" hace que la capoeira y sus manifestaciones asociadas, como la percusión y el samba de rueda, estén presentes en "90 por ciento de las escuelas de Salvador", con clases regulares o presentaciones, destaca el maestro, apodado "Papa Capín".

La reafirmación del Candomblé cuenta con el apoyo de la organización no gubernamental Koinonía Presencia Ecuménica y Servicio, que ofrece asistencia jurídica y estimula redes de solidaridad entre los terreiros. La entidad atiende a 150 templos en Salvador, pocos en relación a los 3.000 que se estima existen en el área metropolitana.

Koinonía estimula también la organización de jóvenes del Candomblé, denominada Obabyan ("poder para el nuevo", en lengua yoruba), que apunta a una renovación y garantía de futuro para esa religión "que vivió muy cerrada para sobrevivir" ante la represión en el pasado, según Augusto de Arruda, uno de los fundadores del grupo.

Estudiante de pedagogía procedente de la sureña São Paulo y de una familia entera de candombleístas, Arruda cree que la intolerancia se manifiesta más fuertemente por la mayor presencia local del Candomblé, que se nota por la cantidad de gente vestida de blanco los días viernes.

Su colega en Obabyan, Ricardo de Andrade, vivió el otro lado, como "obrero" de la Iglesia Universal. Se acercó al Candomblé a través del movimiento negro y se sintió "traicionado" al conocer un terreiro "lindo y limpio, sin las cosas ruines" que debía tener, según las "mentiras" de sus antiguos pastores neopentecostales.

Arruda y Andrade han sufrido ofensas en escuelas, calles y autobuses por usar ropas o collares que los identifican como candombleístas, pero se disponen a atraer a otros jóvenes a la religión y a promover políticas públicas para la juventud afrodescendiente y del Candomblé.

En el censo de 2000, solo 11.959 habitantes de Salvador, 0,48 por ciento del total, declararon pertenecer a alguna religión de matriz africana, como el Candomblé o la umbanda. El absurdo evidente solo se explica por el prejuicio y el temor a las agresiones.

Eldon Araujo Lage, alias Gigio, uno de los pocos blancos en la jerarquía del Candomblé, sufrió el rechazo de su propia familia y tuvo que dejarla a los 15 años, para cumplir un sueño. Hoy, a los 49 años, es el "Padre Pequeño" de Terreiro en Beirú, un barrio pobre de Salvador nacido en torno del templo.

Cuando adolescente soñó tres veces con una casa y un señor que solo vino a saber que eran el antiguo terreiro de Beirú y su fundador después de adherirse a la vida religiosa y comunitaria del templo. También allí enfrentó cierto rechazo inicial. "El Candomblé no es para blancos", le decían.

Historiador autodidacta de su religión, Lage ve el Candomblé con "una nueva visión, proyectándose del terreiro para afuera", "reafricanizando (sic) a sus santos" que antes disfrazaba con nombres cristianos para eludir la represión estatal y de la Iglesia Católica.

Una reciente ley que incluye la historia afrobrasileña en la enseñanza básica puede fortalecer este movimiento.

Mientras las relaciones recientes con la Iglesia Católica han sido de "convivencia armoniosa", con algunas asperezas, "los neopentecostales llegaron armados para la guerra", con atentados y amenazas de invasión, contó Lage a IPS.

La tensión es permanente, pero una feria de salud promovida en el terreiro en 2006 "aflojó las hostilidades", porque "vieron que no tenemos diablos con cuernos y cola como creían", ironizó.

La situación creó una oportunidad y un "desafío para la afirmación del pueblo santo", con la depuración de los charlatanes y la valorización de los conocimientos del Candomblé, ampliados por Internet, concluyó.

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