La llaman orquesta, pero no tiene una formación convencional sino sólo instrumentos de percusión. Pero son muchos, casi una veintena y componen una variedad sorprendente de sonidos, producidos por músicos aficionados de variados tamaños, ya que hay niños y adolescentes.
Menos de tres años después de creada, la Casa de Acogida Olho Dagua (Ojo de agua) ya tiene su Orquesta de Percusión, que es pedida para abrir muchos actos, encuentros y fiestas en São Luis, la capital del estado de Maranhão, además de cumplir un importante papel social en comunidades pobres.
El hecho de rescatar ritmos y manifestaciones afro-brasileñas típicas del Maranhão, un estado de transición entre la región del nordeste y la Amazonia con mucha influencia negra, le concede a la orquesta una singularidad adicional de valor cultural, pese a la escasa experiencia de sus integrantes.
Participan en la orquesta los 70 niños, niñas y adolescentes que concurren de la Casa de Acogida, una unidad social de la Provincia Marista, una institución católica volcada a la educación, con colegios diseminados por 76 países de todos los continentes. La de Olho Dagua, que es un barrio pobre de São Luis, es una de los siete centros de atención existentes en Brasil.
Todos tocan los variados instrumentos de percusión, que incluyen atabaques, tambores, agogós, reco-recos, panderos y muchos otros de nombres raros, además del berimbau, que en general acompaña las exhibiciones de capoeira, la danza que se originó del arte marcial desarrollado por los esclavos africanos en Brasil para defensa.
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Hay algunos que se especializan en un instrumento, otros que tocan varios y los que tienen verdadera vocación son encaminados a una escuela de música, para su desarrollo artístico, explicó a IPS Maria do Amparo Seibel, quien coordina las actividades en una amplia casa con patios y galpones donde se hacen ensayos, reuniones y clases.
Sonielson Pinheiro dos Santos, de 15 años, es uno de los que lograron pasar la selección en la escuela de música y pretende dedicarse a la guitarra española. Con dos años en la Casa ya es "monitor", es decir que enseña percusión a los mas nuevos y es señalado como uno de los talentos en potencia.
En el futuro, Pinheiro dos Santos piensa ser "arquitecto, maestro de capoeira y percusionista". Recuerda que se resistió a entrar a la Casa de Acogida, ante la insistencia de la madre, pero ahora reconoce sus beneficios. Aprendió a tener mejores relaciones con las personas, incluso con los profesores, y mejoró su aprovechamiento escolar, reconoció ante IPS.
Pero en la Casa de Olho Dagua se aprende y se practica también teatro, danza, canto, artes plásticas y capoeira. La Orquesta de Percusión reúne a todos y les da un soporte más calificado a las demás actividades.
En el año pasado, su espectáculo "Cantando y contando leyendas", basado en historias del folclore de Maranhão, y ganó premios en el Festival de Teatro Infantil del estado.
El proyecto Marista integra iniciativas de "transformación por el arte" que proliferan en todo Brasil, pero su objetivo original es social, mejorar la calidad de vida, la escolaridad y las perspectivas de vida para la infancia de los barrios pobres y alrededores.
A los niños acogidos no se les exige frecuencia y buen desempeño en la escuela convencional, pero son acompañados en su vida escolar y ayudados en sus dificultades. Frecuentan la Casa en el turno en que no tienen clases y los fines de semana hay clases de refuerzo para los que la necesiten.
Son seleccionados los más vulnerables, pues ahora que muchas familias conocieron los beneficios de la acogida el cupo limitado a 70 no permite atender a todos los candidatos, explica Seibel.
São Luis es la ciudad brasileña donde el fenómeno de bandas juveniles se hizo más violento, con muchas muertes y enfrentamientos entre grupos rivales. "Nuestro trabajo es preventivo", señaló la coordinadora, una asistente social con experiencia en comunidades pobres de muchas partes de Brasil, incluso ocho años en favelas de Rio de Janeiro.
Los adolescentes acogidos son unánimes en pedir una piscina en la Casa, ante la falta de esparcimiento en el barrio.
Algunos revelan capacidad de liderazgo. Es el caso de Cristina dos Santos Ficente, de 15 años, que reconoce haber sido una niña agresiva, que se metía en peleas frecuentes, hasta entrar a la Casa y conocer el protagonismo juvenil. "Somos el actor principal de nuestra historia, con derecho a opinión, no ser descartados", afirma.
Santos Ficente fue elegida representante en un Foro que discute las cuestiones de la niñez y adolescencia. "Pase a ver el mundo de otra forma", admitió.
Nuevos conocimientos y perspectivas de vida entusiasman a adolescentes como Gustavo de Souza, de 16 años, interesado en la música, en leyendas y tradiciones que orientan los espectáculos de la Casa de Acogida. Aprendió, por ejemplo, que Ojo de Agua, nombre del barrio, se refiere a las lágrimas de una indígena que perdió a su amado.
Hay los que se destacan en capoeira, como Vinicius Melo, de 14 años, que ve en esta danza-deporte una forma de aprender a "defenderse y respetar el próximo", y de mejor fintar en el fútbol. O Maria Emanuela Lima, de 13 años y que se expresa muy bien, diciendo que "todo parece desaparecer" cuando toca el berimbau. La Casa "cayó del cielo", concluye.