DDHH-PALESTINA: Cuando la libertad está presa

Esta ciudad del territorio palestino de Cisjordania quedó encerrada por el muro construido por Israel a su alrededor en 2003. La única apertura que hay es estrecha y está custodiada por un soldado de la potencia ocupante.

El enfado, la incredulidad y la protesta por la situación fueron silenciados. Los residentes de Qalqilya están paralizados. Sus legisladores pasan la mayor parte del tiempo presos en cárceles israelíes, sin siquiera ser acusados.

"El muro mata a los vecinos de Qalqilya", sostuvo Emat, comerciante de 25 años. "Nada entra ni sale. No se puede vivir así. La gente está casi muerta".

Detrás de la calle casi vacía de Emat está la entrada al mercado de verduras. Es tranquilo, en comparación con otros de la región, con unos 20 puestos. Hace 10 años, miles de israelíes hacían sus compras allí. Qalqilya era una de las ciudades más ricas de Cisjordania.

El daño económico provocado por el muro ha sido enorme, señaló el vicealcalde Mohammad Hashem Al-Masri. "Perdimos miles de clientes israelíes y nos impidieron acceder a nuestra tierras, prácticamente liquidaron nuestra agricultura", explicó.
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"Además, unas 13.000 personas de Qalqilya iban a trabajar a diario a Israel. Ahora, son apenas 1.000", apuntó. "Qalqilya era un lugar donde palestinos e israelíes interactuaban. Pero ese tiempo se acabó."

Hay que reconocer que las cosas mejoraron respecto de hace cinco años.

A partir de la segunda Intifada (insurgencia popular palestina contra la ocupación israelí), iniciada en 2000, la ciudad estuvo casi tres años aislada.

"Nadie podía entrar ni salir. Estábamos presos", relató Al-Masri, farmacéutico de profesión. "Eso vició la atmósfera. Unas 45.000 personas viviendo en cuatro kilómetros cuadrados sin poder salir, hizo que todas las infecciones se convirtieran en epidemias."

Cuando la ciudad pudo abrirse un poco, surgió otro problema.

A pesar de que apenas se le diagnosticó depresión a más de 1,5 por ciento de la población, la proporción real debe ser mucho mayor, indicó Al-Masri.

"Hay desempleo, pobreza y estrés", indicó Arwa Shanti, responsable de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados en Palestina en Oriente Medio (Unrwa, por sus siglas en inglés) en Qalqilya.

"Desde que está el muro, hay más casos de depresión y otras enfermedades psiquiátricas. Y también aumentan los casos de otras vinculadas al estrés, como hipertensión, diabetes mellitus e infartos de miocardio. Los pacientes son muy jóvenes, entre los 20 y 30 años, máximo 40", dijo.

Gobernar Qalqilya ha sido difícil en estos últimos años y no precisamente por el muro. Desde las elecciones locales de 2005, los legisladores pasan más tiempo en prisiones israelíes que en la alcaldía.

El alcalde actual, jeque Wajeeh Qawwas, fue elegido mientras estaba en la cárcel. Lo detuvieron en 2002 y recién recobró la libertad en 2006. Asumió el cargo en mayo de ese año, pero lo volvieron a llevar preso al mes siguiente junto con Al-Masri.

El vicealcalde fue puesto en libertad a principios de este año, por lo que ejerció el cargo dos años desde la prisión. Las autoridades israelíes le endilgaron pertenencia al Movimiento de Resistencia Islámica (Hamás).

"No tengo nada que ve con Hamás", aseguró. "Soy sólo un representante de mi clan. Pagué un precio muy alto". Al Masri ganó las elecciones por el Partido del Cambio y Reforma, asociado con ese movimiento.

Wajeeh Qawwas sigue preso en la cárcel de Megiddo en detención administrativa, lo cual significa que existe un "expediente secreto" en su contra, explicó Nibal Yalud, funcionario de Relaciones Públicas de Qalqilya.

"No te acusan de nada y no te llevan ante el juez. Basta decir que eres una amenaza a la seguridad y te dejan preso", apuntó.

Hay al menos 600 palestinos bajo detención administrativa. Organizaciones de derechos humanos israelíes han protestado por la imprudencia con la que se emplean esos cargos.

A pesar de todo, la municipalidad de Qalqilya recibió aplausos del Banco Mundial por la prolijidad con que es administrada. La Autoridad Nacional Palestina la consideró el mejor distrito en materia de transparencia.

El vice alcalde quiere volver a convertir Qalqilya en un centro de exportaciones de productos agrícolas. "Con todo lo que tenemos, invernaderos, semilleros y viveros, queremos vender plantas y verduras a todo el mundo".

La iniciativa podrá ayudar a la economía, pero no cambiará los sentimientos de frustración de la gente.

"Solía ir del otro lado del muro a buscar naranjas comunes y mandarinas", señaló la empleada municipal Wafa Milehm. "Hacíamos picnic allí con mi familia. Yo iba a recoger flores silvestres."

"Esa práctica tiene un significado", explicó Nibal Yalud. "Es una forma de romper la rutina y la vida burocrática. Eso ya no se puede hacer en Qalqilyah."

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