El portugués Manoel de Oliveira, el cineasta de más edad del mundo todavía en actividad, confiesa que «no podría tener mejor regalo de cumpleaños que pasar el día filmando».
Al cumplir un siglo de vida este jueves, el decano del cine mundial continúa en plena actividad realizando el filme que ha titulado "Singularidades de una muchacha rubia", basada en una obra del célebre escritor luso Eça de Queiroz (1845-1900), mientras piensa en su próxima película que comenzará en pocas semanas más.
"Singularidades de una muchacha rubia" será presentada en el próximo Festival de Berlín, en febrero, y entre ese mes y mayo deberá realizar "El extraño caso de Angélica", una historia sobre la persecución a los judíos, originalmente ambientada en la época del nazismo alemán (1933-1945), pero actualizada a los días de hoy.
El 11 de diciembre de 1908, según el registro de la familia y un día más tarde según el certificado oficial del registro civil, nacía en la norteña ciudad portuguesa de Oporto Manoel Cándido Pinto de Oliveira, que al cumplir un siglo de vida continúa filmando con el aplauso y el aliento de la crítica mundial.
El secreto de la longevidad del realizador que nació cuando todavía Manuel se escribía en portugués Manoel, reside justamente allí.
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Con una agilidad sorprendente, subió a un palco para responder con lucidez y sentido de humor a las preguntas de un batallón de periodistas que habían pedido entrevistas en vísperas de la efeméride y que "o Mestre" (el maestro) como es llamado en el ambiente artístico, decidió concederlas en conjunto.
"Mi único reposo en la vida, es filmar", respondió a IPS ante la consulta del esfuerzo que significa realizar una película tras otra, con breves intermedios que no dan lugar al descanso. "Mi rutina es y siempre fue trabajar", aclaró. Su relación con la muerte es clara: "La vida es un enigma, no sabemos de donde venimos y a donde vamos. La esperanza es fundamental, pero la muerte es siempre una certeza y este hecho nos hace pacíficos, porque, para bien o para mal, la muerte es siempre una certeza, lo que nos da una cierta tranquilidad".
"Existe de todas maneras, un deseo de continuidad después de la muerte", respondió a las insistentes preguntas de periodistas portugueses, corresponsales y enviados especiales franceses, japoneses, brasileños, italianos, españoles, británicos, húngaros, daneses y americanos del norte y del sur, sobre su relación con el fin de la vida.
¿Su mayor deseo? Como para todo el mundo, "sería bello volver a la juventud, poder recuperarla después de haberla perdido", pero en seguida aclara que "es en el presente donde vivo, no en el pasado".
La francesa Catherine Deneuve, el italiano Marcello Mastroianni (1924-1996), el estadounidense John Malkovich, entre otros, nunca rechazaron una propuesta de Oliveira, aceptando siempre trabajar por las modestas sumas que puede pagar el cine portugués. En una entrevista divulgada el miércoles por la agencia portuguesa de noticias Lusa, Jean-Michel Frodon, director de la prestigiada revista francesa Cahiers du Cinéma, que dedica su numero de diciembre al cineasta portugués, le describe a como "uno de los más grandes artistas de la segunda mitad del Siglo XX"
"Manoel de Oliveira es un realizador que mostró ser creativo desde los primeros tiempos en que inventó una nueva relación entre ficción, realidad y literatura", explicó Frondon.
La adoración de célebres artistas extranjeros de renombre, sus varios premios en los principales festivales de cine del mundo y los elogios sin excepciones por la crítica del cine artístico no siempre corresponden a la recepción en el grueso del público.
Muchos lo piensan, pero lo confiesan sólo en privado: en sus filmes, Oliveira hace gala de evidente talento, pero pese a su indiscutible belleza y genialidad, sus obras son de una lentitud difícil de soportar por el espectador.
"O Mestre" sabe esto perfectamente y antes de que se le pregunte, responde: "¿El público?. El público no existe, lo que existe son las personas. Públicos son los faroles de las calles, los sillones de las salas de cine", ironizó.
En todo caso, no es algo que preocupe a Oliveira, porque "jamás realicé un filme por dinero. Me gusta el cine artístico, no el comercial y las películas artísticas no sirven para hacer dinero".
"El arte no tiene ninguna finalidad útil, sino una función muy particular, que es enseñar la condición humana, lo que hace necesario guardar ese sentimiento humanista, que es fundamental. Aprendemos con lo que vivimos, con lo que sufrimos, pero ese aprendizaje sólo se completa con el lado artístico", añadió.
La evolución tecnológica del cine actual en efecto ayuda a hacer películas con sofisticados efectos especiales, "pero eso pertenece al campo de la ciencia y no al arte".
Su filme favorito es siempre "ese en el que estoy trabajando", explica y confiesa: "nunca filmé para ser una persona célebre, sino que hice lo que la intuición me pedía que hiciese".
Consultado por IPS sobre proyectos autobiográficos, afirmó que "no sé si lo lograría, tiene tantos detalles, que nunca más acabaría", pero a la vez admitió que "es una tendencia propia del ser humano dejar un legado sobre sí mismo, existe siempre un deseo de darnos continuidad más allá de la muerte". En 1982 realizó un documental sobre sí mismo, pero decidió que sólo podrá ser exhibido después de su fallecimiento.
Sin embargo, muchas de sus películas contienen algún detalle autobiográfico. Muy especialmente "Viaje al principio del mundo", de 1996, el último filme en el que actuó Mastroianni, quien falleció dos meses después de concluir su trabajo en el norte de Portugal, en octubre de ese año.
En esa ocasión, Mastroianni concedió una entrevista a IPS y a otros tres corresponsales extranjeros, para los cuales describió al realizador portugués como "un monumento, un hombre extraordinario, de admirable vivacidad, inteligencia, sentido de humor y gentileza".
"Constituye un privilegio trabajar con él en este filme, donde puede decirse que yo soy el señor Marcello de Oliveira, un hombre que realiza un viaje nostálgico por un desaparecido mundo que era el suyo cuando joven", expresó entonces el célebre actor italiano.
La envidiable energía de Oliveira ha quedado patentada en la producción de un filme anual en las últimas dos décadas, es decir, desde que cumplió 80 años, pasando por los más diversos géneros, desde los temas históricos y literarios hasta la comedia, todas obras caracterizadas por la belleza de la fotografía a ritmo lento.
El cine debe ser una suma donde confluyen todas las demás artes, pero debe ser realizado con rigor. "Nunca hice una película sobre un tema del pasado, sin tener por lo menos dos asesores, investigadores y profesores universitarios de historia", realza.
Otra preocupación central del realizador es el ambiente. En su cine, está siempre presente "el amor por la naturaleza, que es un elemento fundamental".
Con este sensible tema clausuró su encuentro de dos horas con la prensa, al aseverar a modo de ejemplo que "los indios (de América) tienen toda la razón porque saben que dependen de la naturaleza y por lo tanto respetan el ambiente".
Al concluir, Oliveira deploró que las sociedades industrializadas "no entienden que destruir la naturaleza es destruirnos a nosotros mismos".