El septentrional puerto libanés de Trípoli acaparó en los pasados meses la atención de la prensa por una seguidilla de atentados. Pero, tras un reciente pacto de reconciliación política, el ejército se hizo cargo de garantizar la estabilidad.
Lo hizo infiltrando una célula extremista acusada de orquestar ataques contra el ejército libanés.
En presencia del primer ministro Fouad Siniora, líderes de varias facciones de Trípoli llegaron en octubre a un acuerdo de reconciliación en la residencia del jeque Malek Chaar, mufti (máxima autoridad religiosa) para todo el norte de Líbano.
La ratificación del pacto puso fin a cuatro meses de violencia entre la minoría alawita del área de Baal Mohsen, también conocida como Jabal Mohsen, y comunidades sunitas del vecino distrito de Bab el-Tebbaneh. Los alawitas son una secta chiita.
El acuerdo fue firmado por el líder sunita del Movimiento Futuro, Saad Hariri, hijo del ex primer ministro Rafik Hariri, asesinado en 2005 en un ataque con explosivos del que se responsabiliza a Siria.
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También avalaron el pacto el líder alawita prosirio Rifaat Al-Assad y su hijo, Ali Eid. Al estampar su firma, Siniora declaró: "Trípoli debería ser una ciudad desmilitarizada, libre de hombres armados y de toda presencia militar."
El jefe del gobierno continuó subrayando que al ejército y a las fuerzas de seguridad se les ordenó aplicar la ley y el orden. Además, prometió alivio público a las necesidades de los afectados por la violencia.
Una fuente del ejército que solicitó reserva de su identidad admitió, en declaraciones a IPS, que "la lucha de poder entre las diferentes facciones del norte disminuyeron temporalmente desde la reconciliación".
El dinero que fluirá sobre Trípoli ayudará a aliviar la presión en los tugurios que se expanden alrededor de la ciudad, pero la cuestión de las armas, que abundan en la capital septentrional, sigue sin resolverse, agregó.
Los alawitas todavía poseen grandes reservas de armas que recibieron de Siria, mientras que también se puede encontrar armas en muchos hogares sunitas, añadió el informante.
El fracturado gobierno libanés todavía debe abordar el problema del desarme, y restablecer la paz en Trípoli ha demostrado ser un complejo ejercicio de cooperación.
Desde la muerte de Rafik Hariri, la mayoría parlamentaria libanesa, prooccidental y árabe —integrada por el Movimiento Futuro, el Partido Socialista Progresista Druso y también por los Falangistas Cristianos y las Fuerzas Libanesas— está enfrentada con la minoría proiraní y prosiria dominada por el movimiento chiita Hezbolá y los partidos Amal, aliados al cristiano Movimiento Patriótico Libre.
Pese a que ambos bloques formaron un gobierno de unidad en julio, y a la lealtad de Trípoli para con el liderazgo de la mayoría, el disenso entre las dos facciones, aunque condenado oficialmente por todas las partes, se tradujo en intermitentes estallidos de violencia en la norteña ciudad.
El área fue sacudida por dos ataques terroristas que el 13 de agosto y el 29 de septiembre tuvieron por blanco objetivos del ejército, y en los que murieron 21 personas.
"En el norte hubo un definitivo colapso del poder. Cada pequeña facción asumió el control de un vecindario e impuso su ley, e incluso hubo feudos dominados por varias facciones políticas", señaló la fuente del ejército.
Sin embargo, los sectores políticos parecen haber llegado finalmente a un consenso. La colaboración entre varios servicios de inteligencia permitió tomar medidas contra una célula terrorista acusada de los ataques, la cual "estaba operando de modo independiente", dijo Moustapha Allouch, parlamentario del Movimiento Futuro.
Pero facciones islamistas cercanas a la minoría agregaron la ofensiva fue posible por el temor a una posible intervención siria en el norte, con el pretexto de apoyar a la comunidad alawita, por la posibilidad de represión contra movimientos salafistas (otra facción radical del Islam) y por la presión de otros países.
Históricamente, Siria, vecina inmediata de Líbano hacia el norte y gobernada por una minoría alawita, ha eliminado a los movimientos islámicos. Y se sabe que Trípoli es hogar de varias facciones fundamentalistas.
El 13 de octubre fueron arrestados miembros de la organización terrorista supuestamente involucrada en los recientes ataques contra el ejército en el norte del país, según una declaración escrita difundida por el propio ejército libanés.
"Las tensiones se diluyeron hasta cierto grado desde la intervención de la Alta Comisión de Alivio (HCR), que maneja las compensaciones a las víctimas de la violencia en Trípoli. Sin embargo, el prolongado proceso ha frustrado a algunos ciudadanos", dijo Allouch.
El parlamentario destacó que el frágil proceso de reconciliación todavía podría verse traicionado por la actividad de servicios extranjeros de inteligencia. En otras palabras, por Siria.
Pero, por ahora, la reducción en la cantidad de hombres uniformados circulando por las calles resulta un panorama refrescante.