La continuidad de la política exterior que seguirá el presidente electo de Estados Unidos, Barack Obama, con la del saliente, George W. Bush, podría sorprender a los simpatizantes del líder demócrata y al resto del mundo.
Esa continuidad se verá reforzada si, tal como se espera, el actual secretario (ministro) de Defensa, Robert Gates, recibe el pedido de permanecer en el cargo tras el 20 de enero, fecha en que está prevista la investidura de Obama.
Los puntos en común entre ambas políticas no se deben a una falta de apego de Obama con sus compromisos de la campaña electoral, sino, muy por el contrario, a que Bush dio, a regañadientes, algunos golpes de timón en direcciones compatibles con las ideas de su sucesor.
Sin duda, Obama hará antes o poco después de asumir el cargo anuncios que ratificarán el multilateralismo y la estrategia de acción diplomática, que contrastan con el uso del poder militar y el unilateralismo característicos de la gestión de Bush.
Probablemente incluirá en esos anuncios una inmediata prohibición de la tortura y la promesa de cerrar, en el corto plazo, el centro de reclusión de prisioneros en la "guerra contra el terror" declarada por Bush e instalada en la base naval estadounidense en Guantánamo, Cuba.
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Asimismo, es muy probable que Obama actúe con rapidez para mejorar las relaciones con dos países hacia los cuales Bush mostró una inconmovible hostilidad: Cuba y Siria.
Se espera que el presidente electo levante las restricciones a la libertad de los cubanos que viven en Estados Unidos, o sus descendientes, para visitar la isla o enviar dinero a sus parientes. Analistas consideran que en el futuro avanzará hacia la normalización del vínculo.
A Siria enviará un embajador como señal de su interés en renovar la cooperación contra el extremismo violento y estimular la reanudación del diálogo de paz entre ese país e Israel, con la mediación de Turquía, o incluso un proceso de mayores alcances.
También se espera que Obama anuncie la adhesión plena al régimen que reemplazará al Protocolo de Kyoto contra el cambio climático, del que Bush retiró la firma estadounidense apenas comenzó su presidencia en 2001.
Observadores señalan que Washington adoptaría reducciones de cumplimiento obligatorio en la emisión de gases invernadero, a los que la mayoría de los científicos atribuyen gran parte del actual ciclo de recalentamiento planetario.
Asimismo, Obama podría promover la ratificación en el Senado de la ratificación del tratado de prohibición de pruebas con armas nucleares, al igual que otros a los que Bush se oponía, como las convenciones de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre derechos de los niños y eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer.
Obama también se mostraría dispuesto a negociar un rediseño de la arquitectura financiera internacional, tal como lo proponen aliados europeos de Estados Unidos, para fortalecer los organismos de control financiero e incrementar significativamente el voto de las economías emergentes en el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y otros organismos dominados por los países ricos.
Estos pasos, además de generar una corriente de simpatía en el exterior, le servirán para remarcar el contraste con Bush, cuyo unilateralismo e imagen de cowboy llevó la imagen de Estados Unidos entre los ciudadanos de otros países a su nivel histórico más bajo.
Sin embargo, esa imagen de Bush es ahora un poco anticuada. Aunque la ganó justamente durante su primer mandato (2001-2005), cuando los neoconservadores dictaban la política exterior de Washington, la ha ido modificando en los últimos dos años.
Escarmentado por el curso que tomó la invasión a Iraq, Bush fue guiado por los representantes de la llamada escuela "realista", esencialmente la secretaria de Estado (canciller) Condoleezza Rice, Gates y los máximos jefes militares, para sentar las bases del "nuevo amanecer" al que Obama hace referencia, especialmente en áreas de crisis clave.
Por ejemplo, a pesar de las protestas de los "halcones" que rodean al vicepresidente Dick Cheney, Bush siguió los consejos de Rice y realizó concesiones a Corea del Norte para mantener con vida las negociaciones destinadas a "desnuclearizar" a esa nación asiática.
De igual forma, Bush levantó su embargo diplomático contra Irán, enviando al subsecretario de Estado, William Burns, a dialogar con su par iraní, en un encuentro que incluyó a los otros miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU y Alemania.
Significativamente, Burns será el principal enlace del Departamento de Estado con el equipo de transición de Obama.
El gobierno saliente también parece estar próximo a anunciar que abrirá una oficina de intereses en Teherán, lo cual implica la reanudación de las relaciones diplomáticas interrumpidas hace 29 años. Y lo hará aun antes de la asunción de Obama el próximo 20 de enero.
Ese paso hará que sea más sencillo para el nuevo presidente iniciar un diálogo de alto nivel con Irán, sin precondiciones, en el momento que lo desee. Eso será, posiblemente, luego de los comicios presidenciales de junio en ese país, para no aumentar las posibilidades de reelección de Mahmoud Ahmadinejad.
Asimismo, tras ignorar durante casi siete años el conflicto entre israelíes y palestinos, Bush relanzó las negociaciones de paz en noviembre, en la cumbre de Annapolis.
No hubo grandes avances, a causa de los comicios de febrero en Israel, y no los habrá antes de que finalice su mandato, Obama heredará un proceso que podría emplear para concretar su promesa de llegar a una solución basada sobre la existencia de dos Estados independientes.
Incluso en Afganistán e Iraq, Bush ayudó a preparar el terreno para los planes de su sucesor de acelerar el despliegue de más tropas de combate en el primer país y retirarlas del segundo.
Obama ha argumentado, desde hace mucho tiempo, que Afganistán es "el principal frente de la guerra contra el terrorismo".
Bush incluso aceptó un retiro de todas las fuerzas estadounidenses de Iraq para 2012, no sólo las unidades de combate, que Obama prometió repatriar para mediados de 2010.
En cuanto a Rusia, cuya invasión a Georgia en agosto llevó las relaciones bilaterales al punto de máxima tensión desde la Guerra Fría, tanto Bush como Obama han actuado con relativa moderación.
Aunque la insistencia de Bush en desplegar sistemas de misiles en Europa central y oriental es más provocativa que la ambigua posición de Obama al respecto, ha tomado en cuenta en los últimos días las preocupaciones de Moscú y sentó las bases para llegar a un acuerdo que reduzca significativamente los arsenales nucleares de ambas potencias.
Se estima que este punto será una prioridad de Obama al comienzo de su gobierno.
En otras áreas, la estrategia de diálogo del presidente electo podrá avanzar sobre logros de Bush que no recibieron tanta atención como los fracasos de su "guerra contra el terrorismo".
Entre ellos se encuentran la mejora de las relaciones con China, a pesar de la oposición de los "halcones", con India, a través de un acuerdo de cooperación nuclear que coronó un vínculo estratégico en rápido crecimiento, y con África, donde el plan de 15.000 millones de dólares para combatir el VIH/sida, fuertemente apoyado por Obama, la convertido a ese continente en la región donde Bush cuenta con mejor imagen, según las encuestas.