En medio de los frenéticos esfuerzos para salvar al sistema bancario de la ruina, algunos altos funcionarios de la Unión Europea (UE) han tenido tiempo, sin embargo, para expresar su preocupación por África.
El comisario de la UE de Ayuda para el Desarrollo, Louis Michel, dijo que la "inaceptable ironía" de la crisis financiera internacional es que los países pobres, que no han tenido la menor responsabilidad en su gestación, sufrirán a causa de las menores inversiones y la contracción del crédito.
Aunque se espera que el crecimiento económico de África sea de cinco por ciento en 2009, esa cifra, de alcanzarse, será menor en dos puntos porcentuales al aumento del producto bruto del continente durante este año.
"Cada punto porcentual perdido constituye un grave retroceso en la lucha contra la pobreza y una catástrofe humana para los países del Sur", escribió Michel en el diario francés Libération.
La EU tendrá esta semana la oportunidad de honrar sus frecuentes declaraciones acerca de aliviar las dificultades de África, durante la conferencia de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre financiamiento para el desarrollo se realizará en Doha, Qatar, entre el 29 de este mes y el 2 de diciembre.
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Pero todo indica que el bloque europeo de 27 naciones adoptará una posición tímida durante las deliberaciones.
A diferencia de otros encuentros similares, que se centran en el tema de la ayuda, se supone que en la reunión de Doha se abordarán cuestiones que determinan la desigualdad entre los países, incluyendo la deuda externa, los sistemas impositivos y la estructura de instituciones financieras multilaterales como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial.
Una de las razones que explican las escasas expectativas puestas en el encuentro de Doha es que se produce a muy poco tiempo de los comicios estadounidenses del 4 de noviembre, en los que Barack Obama fue elegido presidente. Se ha sugerido, incluso, que sería conveniente postergar la reunión hasta después del 20 de enero, cuando asumirá el cargo.
Otro motivo es que la EU aparece reticente a implementar una agenda ambiciosa.
Jean Saldana, de la red católica Cooperación Internacional para el Desarrollo y la Solidaridad, dijo que en previos encuentros la UE había actuado como "puente" entre las naciones ricas y pobres, pero que en esta oportunidad no está jugando ese papel.
Las cuestiones impositivas se revelan especialmente polémicas.
Se estima que los países pobres dejan de percibir entre 500.000 y 800.000 millones de dólares al año en concepto de ingresos fiscales, más de cinco veces la suma que reciben como ayuda para el desarrollo.
Esto se debe a las exenciones impositivas que se ofrecen a las grandes compañías para tentarlas a invertir en las naciones pobres y a la existencia de los llamados "paraísos fiscales", donde se depositan grandes sumas de dinero para evadir al fisco.
Activistas contra la pobreza han recomendado que se establezca un código de conducta para combatir la evasión impositiva y que se adopten estrictos estándares contables para que cada compañía debe publicar cuánto paga de impuestos en cada uno de los países en los que desarrollan sus actividades.
También han reclamado que la comisión impositiva de la ONU sea convertida en un cuerpo con poder y recursos adecuados. Actualmente, el organismo mundial apenas cuenta con dos especialistas en temas de impuestos, mientras que la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), con sede en París, emplea a 40.
Aunque Obama indicó que desea poner fin a los "paraísos fiscales", algunos de los más poderosos líderes europeos, particularmente el primer ministro británico Gordon Brown, parecen determinados a mantenerlos.
Muchos de esos "paraísos fiscales" se encuentran en territorio de la UE o en dependencias de sus Estados miembro. Entre ellos se encuentran Londres, Chipre, Luxemburgo, Islas Caimán y las islas del Canal de la Mancha, como Jersey y Guernsey.
Nuria Molina, de la Red Europea sobre Deuda y Desarrollo, señaló que aunque los montos de ayuda podrían verse afectados por las restricciones presupuestarias de los países donantes no hay excusas para no dar impulso a la recaudación de impuestos.
"Es una cuestión de justicia impositiva. Se trata de perfeccionar los sistemas de intercambio de información y de determinar cómo permitir a los países en desarrollo retener parte de las ganancias de las compañías para que puedan pagar las muy necesarias estrategias de desarrollo", agregó.
La portavoz de la no gubernamental ActionAid, Laura Sullivan, afirmó que "existe un gran potencial para que los impuestos contribuyan al desarrollo. Asimismo, describió a las pérdidas resultantes de la fuga de capitales desde las naciones pobres hacia las ricas como "un agujero que debe ser tapado".
Jasmine Burnley, de la coalición europea contra la pobreza Concord, señaló que también se pueden establecer impuestos en los países ricos para recaudar dinero que luego sería destinado a asistencia para el desarrollo. Mencionó un impuesto a la especulación con divisas y otro a la compra de pasajes aéreos.
Esa última alternativa fue adoptada en 2006 por Brasil y Francia, con el objetivo de tener recursos para comprar medicinas para el tratamiento del sida y la tuberculosis.
Sin embargo, Burnley se quejó de que los gobiernos consideran estas fuentes innovadoras de asistencia para el desarrollo como un sustituto de sus promesas respecto de incrementar sus presupuestos destinados a ese fin.
Aunque la mayoría de los países europeos se comprometieron a dedicar 0,7 por ciento de su producto interno bruto a ayuda para el desarrollo, "simplemente se están desdiciendo de lo que habían prometido", dijo Burnley.