Además de haber sufrido 60 años de ocupación militar, la comunidad karen en el sur de Birmania ahora también está en peligro de perder su patrimonio cultural y ambiental, alertaron activistas.
La increíble riqueza y enorme biodiversidad de Birmania tiene indicadores sorprendentes, como 11.800 especies de plantas, entre ellas una colección de 800 orquídeas, 100 bambúes, además de 1.000 de aves y 145 de mamíferos que están en riesgo de extinción en el resto del mundo.
Gran parte de esa biodiversidad se encuentra en el meridional estado de Karen, en la frontera con Tailandia, ahora asolado por el enfrentamiento entre el Consejo de Estado para la Paz y el Desarrollo, nombre oficial de la junta militar, y los insurgentes separatistas de la Unión Nacional Karen.
El conflicto obligó a unas 500.000 personas a abandonar sus hogares en ese estado. La mayoría debieron instalarse en la selva.
La población civil es el objetivo del ejército birmano porque la junta intenta debilitar a los separatistas restringiendo sus provisiones y el apoyo que le da la comunidad étnica karen. El ambiente también ha sufrido daños, según Paul Sein Twa, director de la Red de Acción Social y Ambiental Karen.
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Las personas que huyeron a la selva duermen sobre el suelo bajo tiendas de campaña. No reciben asistencia médica ni educación y en su mayoría sufren de desnutrición.
En el septentrional distrito karen de Mu Traw, unas 200 aldeas fueron incendiadas o destruidas desde 1997 y las tierras agrícolas minadas, por lo que unas 37.000 personas debieron buscar refugio en las montañas, según el informe "Diversidad degradada", elaborado por investigadores de esa comunidad para la Red.
Además, unas 100.000 personas debieron esconderse en la frontera tailandesa y hay "literalmente millones de refugiados económicos en Tailandia, Malasia, India y otros lugares", dijo el abogado ambientalista estadounidense, Marty Bergoffen, del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma), en Bangkok.
La Red es una organización de activistas karen, con sede en la ciudad tailandesa de Chiang-Mai, que trabaja con esa comunidad a ambos lados de la línea fronteriza.
Las mujeres son las más afectadas por el conflicto, desde el punto de vista físico y por la falta de trabajo en el marco de las frágiles condiciones de seguridad en la frontera, remarcó Bergoffen.
"Tailandia no tiene ningún programa de largo plazo para los refugiados, por lo que es muy difícil para los karen prever su futuro", apuntó.
Bergoffen señaló que la biodiversidad de los karen es el "eje" de su supervivencia, ahora amenazada por la guerra.
El ejército puso minas en los terrenos cultivables de de los desplazados, por lo cual no pueden volver a trabajar su tierra.
Los karen sobreviven desde hace siglos con un ciclo de rotación de la tierra de siete años. Pero con las minas y la ocupación militar, los agricultores deben arreglárselas con suelos pobres que llevan a la sobreexplotación de la biodiversidad y del terreno.
"Antes no plantaba en las laderas ni en la selva vieja. Pero ahora no sobrevivo si no cultivo allí. Sé que no son buenos lugares, pero no tengo alternativa", señaló Ta Paw Der, un aldeano entrevistado para el estudio de la Red.
Además de la junta militar, los separatistas también son responsables de prácticas no sostenibles que atentan contra la biodiversidad: venden madera para comprar armas porque pierden terreno ante las ofensivas del ejército.
El aumento de la militarización ya afectó mucho al rinoceronte de Sumatra, en peligro de extinción, indicó la Red.
Además, los conocimientos indígenas, que se transmiten de forma oral de generación en generación, también podrían desaparecer por el conflicto.
En la aldea de Ta Paw Der podían encontrarse más de 150 productos forestales, entre ellos miel, bambú, hongos, jengibre, raíces, tubérculos, nueces y frutas, pero ahora no es fácil encontrarlos.
Hay más de 40 especies de animales y plantas en peligro de extinción por el conflicto en la zona del río Salween, frente a la provincia tailandesa de Mae Hong Son, según otra investigación de la Red.
Más de veinte especies desconocidas, incluidas ocho de peces, fueron identificadas por el médico Chavalit Vidthayanon, de la oficina tailandesa del Fondo Mundial para la Naturaleza.
El río Salween mantiene una asombrosa biodiversidad y debería ser más estudiado por científicos internacionales, según el informe de la Red.
Pero un acuerdo entre Tailandia y Birmania para construir una represa de gran escala sobre el río Salween podría dejar a muchas personas sin hogar, además de tener consecuencias negativas sobre decenas de miles de pobres y marginados de sus comunidades étnicas.
Hay cinco proyectos de construcción de plantas hidroeléctricas sobre el río Salween en los que participan los gobiernos de Birmania, China y Tailandia. Lo que agrava las consecuencias acumulativas de las represas.
"Los karen dependen del ecosistema saludable del río Salween, incluidos peces, productos forestales, vegetación en torno a sus márgenes y transporte", indicó el activista Ko Shwe, de la Red.
"Las represas proyectadas arruinarán el ecosistema y el libre curso del río, lo que matará a la selva y destruirá la vida de miles de personas", apuntó.
Birmania tiene varios proyectos en curso y otros en etapa de diseño para la construcción de centrales hidroeléctricas, otros de explotación minera y de gas natural, en distintos puntos de su territorio, en asociación con varios países como China, Corea del Sur, India y Tailandia.
Un proyecto chino para construir una central hidroeléctrica de 600 megavatios en el septentrional distrito de Shan sólo proveerá a Birmania de 15 por ciento de la electricidad generada. El resto se venderá a China a un precio no divulgado.
Hay unas 69 trasnacionales chinas involucradas en 90 proyectos terminados, en curso y en preparación de represas, explotación minera, de gas natural y petróleo, según EarthRights International.
"Hemos visto cómo muchas compañías extranjeras vienen a Birmania y no tienen consideraciones hacia la población local ni el ambiente", señaló el director ejecutivo de esa organización, Ka Hsaw Wa.
"Por los conocimientos que tenemos en el desarrollo de proyectos en este país y dada la situación actual, nos preocupa ese aumento marcado en la cantidad" de construcciones de gran envergadura, apuntó.
La organización Human Rights Watch, con sede en Nueva York, instó a otros países a boicotear las gemas birmanas, cuyas ganancias van a parar a la junta militar. Además, ambientalistas denuncian que la extracción indiscriminada de jade y rubíes destruye la ecología y los ecosistemas del norte del país.
Pero pese a ese llamado y a la prohibición de Estados Unidos sobre las importaciones de rubíes y jade birmanos, los traficantes alegan que su lucrativo negocio tiene compradores en China, Estados Unidos, India, Rusia y Tailandia, además de algunos países del Golfo Pérsico o Arábigo.