El creciente tráfico de jóvenes mujeres de las diversas tribus aborígenes en Asia preocupa a gobiernos, organizaciones de derechos humanos, expertos en migraciones y abogados.
Cada vez más mujeres de las zonas tribales son llevadas por engaño desde sus aldeas hasta las principales capitales del sudeste asiático, como Singapur y Kuala Lumpur, para trabajar en burdeles o casas de masajes que atraen a turistas o a ciudadanos locales con gran poder adquisitivo.
"El comercio de personas de las tribus va en aumento en toda la región de Asia sudoriental", alertó Irene Fernández, directora ejecutiva de Tenaganita, organización no gubernamental malasia que sigue el rastro el tráfico de mujeres a Malasia desde Asia Pacífico.
"Es el delito más atroz, porque las jóvenes son engañadas con promesas de un empleo bien pagado en una oficina o en una casa, pero luego son forzadas a la prostitución", dijo a IPS.
Pero no sólo extranjeras son explotadas en Malasia. También existe un tráfico sexual interno. Muchas jóvenes de la etnia penan, en el estado de Sarawak, y del grupo tribal orang asli, en la península malasia, son llevadas a la capital para ser esclavizadas.
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Además, muchos hombres, especialmente obreros y mineros, visitan las aldeas para explotar sexualmente a jóvenes, dijeron investigadores a IPS.
"Es su pobreza y vulnerabilidad lo que las convierte en fácilmente explotables. El gobierno es totalmente irresponsable. Hay una completa negligencia hacia la población aborigen", dijo un investigador que estudia la comunidad penan, y que prefirió no dar su nombre.
"Sólo hacen promesas cuando el tema está en los titulares, pero después los aborígenes quedan a merced de los traficantes", afirmó por su parte Fernández.
El caso de cinco jóvenes de la tribu naga, del noreste de India, que fueron traficadas a Singapur y luego llevadas a Malasia para ser obligadas a trabajar como esclavas sexuales, puso otra vez el tema sobre el tapete.
Las cinco mujeres ahora están bajo protección, y la embajada de India hace gestiones para repatriarlas.
El embajador indio en Kuala Lumpur, Sudhir Kumar Mehrotra, dijo el 29 de septiembre al periódico malasio The New Straits Times que mujeres de la tribu zeliangrong recibieron promesas de empleos lucrativos pero fueron embaucadas y obligadas a trabajar como bailarinas y prostitutas en clubes nocturnos de Singapur y de Malasia.
"Tenemos información de que por lo menos 150 personas de Manipur, Assam y Nagaland han sido engañadas y obligadas a trabajar inmoralmente en esta región", afirmó.
Mehrotra además señaló que el gobierno indio está preocupado por este tráfico, e investiga a posibles personas involucradas.
Pero este negocio ilícito es alimentado sobre todo por la acuciante pobreza en las zonas tribales, como el distrito de Tamenglong, en el nororiental estado indio de Manipur, donde los padres confían en personas desconocidas que ofrecen trabajos lucrativos para sus hijas, dijeron defensores de los derechos humanos.
Según expertos en migración, la explotación de jóvenes aborígenes ya era algo propagado en India, pero la diferencia ahora es que los traficantes han comenzado a llevarlas fuera del país debido a la gran demanda en las ricas capitales del sudeste asiático.
"Las personas de las tribus son raras en estas capitales, y hay una creciente demanda por ellas en muchos burdeles y casas de masajes debido justamente a su rareza", dijo un experto en migraciones y sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida) de una organización no gubernamental, que prefirió no dar su nombre.
"El comercio de la carne siempre busca nuevas víctimas. El tráfico de personas de las tribus es común y descarado en India a pesar de todas las leyes existentes. Pero, ahora, las víctimas aparecen fuera" del país, agregó.
"Debemos tomar nota y actuar rápido antes de que el número de mujeres traficadas aumente en forma drástica", dijo el experto, subrayando la necesidad de que el gobierno indio trabaje en estrecha colaboración con sus pares de la región.
Además, señaló que las personas forzadas al tráfico sexual son especialmente vulnerables a las enfermedades infecciosas, incluyendo el sida, así como a los embarazos no deseados, debido a la falta de información y a las barreras del idioma.
El comercio sexual, antes concentrado en las principales capitales de la región, ahora se extiende también a ciudades más pequeñas, debido a la propagación de la riqueza y al desarrollo del transporte.
"Se pueden encontrar mujeres extranjeras traficadas a localidades más remotas debido al aumento de la demanda, la expansión de la riqueza y la mínima supervisión de la policía y de otras agencias de control", señaló Fernández.
"Aquí (en las zonas más aisladas), el escenario es mucho más siniestro, más oculto, y reducir la explotación es mucho más difícil. Tenemos miedo de que la lejanía haga más difícil reducir el problema", añadió.
A diferencia del tráfico de drogas, delito contra el cual hay penas severas, los traficantes de personas tienen el camino bastante libre, debido a que algunas autoridades por lo general están dispuestas a hacer la vista gorda a los delitos con tal de quedarse con una parte de las ganancias.
Aunque Malasia tiene severas leyes contra el tráfico de personas, pocas veces se produce alguna sentencia.
Mientras, aun cuando se libren de la explotación, las personas que han sido víctimas del tráfico sexual afrontan grandes dificultades, señaló Fernández. "Tienen pocas posibilidades de volver a su hogar, y mucho menos de obtener el dinero que se le había prometido cuando fueron seducidas", dijo a IPS.
La directora ejecutiva de Tenaganita sostuvo que la mejor forma de combatir el problema es concentrarse temas como "la pobreza, los derechos humanos y la protección legal".
La Comisión Nacional de India para las Mujeres, el Consejo Cristiano de Toda India y el Centro de Apoyo del Noreste pidió la colaboración de la embajada de Malasia en Nueva Delhi para combatir el problema.