Para la inseguridad alimentaria que sufre África, la biotecnología ofrece una solución: los transgénicos. Pero los ambientalistas no están de acuerdo y advierten nuevos peligros.
Una junta de apelaciones en Sudáfrica rechazó la oposición de las autoridades provinciales a los transgénicos y permitió hacer experimentos genéticos al sorgo, conocido como "súper sorgo" en los invernaderos de Pretoria.
El Consejo de Investigación Industrial Científica (CSIR, por sus siglas en inglés), respaldado por el Ministerio de Agricultura y Asuntos Agrarios, obtuvo así en un segundo intento una autorización para realizar los ensayos genéticos, tras comprometerse a respetar las normas de bioseguridad en sus laboratorios.
Esta manipulación implica identificar el código genético de rasgos específicos de plantas o animales y eliminarlos o cambiarlos a fin de crear variedades con las características deseadas.
Por bioseguridad se entiende la transferencia, manejo y uso seguro de todo organismo modificado producto de la biotecnología.
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La batalla entre partidarios y opositores de los transgénicos, que prometen mayor producción, más resistencia a las plagas y adaptabilidad a los cambios climáticos, se acentuará si el dictamen se extiende de los invernaderos al campo.
Científicos y especialistas en biotecnología celebran la decisión de permitir al CSIR desarrollar el super sorgo bajo el proyecto "Sorgo Africano Enriquecido" (ABS, por sus siglas en inglés), que recibió 16,9 millones de dólares de la Fundación Bill y Melinda Gates.
El objetivo del proyecto es "crear sorgo de calidad mejorada, enriquecido con aminoácidos esenciales y luego aumentar su contenido en vitaminas importantes" como A y E.
Los aminoácidos esenciales son los que el organismo humano no puede sintetizar y deben ser ingeridos.
"Este proceso prueba que la legislación es sólida en Sudáfrica", declaró el director ejecutivo de CSIR, Gatsha Mazithulela.
"Respetamos el hecho de que los políticos tengan la obligación de garantizar la seguridad y de que la rigurosidad de las investigaciones forman parte del proceso. Seguiremos trabajando en el proyecto en nuestro invernadero de bioseguridad de nivel tres", añadió.
Los partidarios de los transgénicos arguyen que, si bien el sorgo es uno de los pocos cultivos que crecen bien en zonas áridas de África, tiene pocos nutrientes esenciales y pocas proteínas fáciles de asimilar, fallas que la biotecnología puede mejorar.
En cambio, los opositores señalan que los agricultores africanos tradicionalmente fermentaron el sorgo para facilitar la absorción de sus nutrientes esenciales. Además, desarrollaron sus propias variedades, con mucha lisina (uno de los aminoácidos esenciales), que plantan cuando es necesario.
Ellos temen que sus cultivos puedan contaminarse con el sorgo transgénico.
El CSIR y su socio respaldan la bioseguridad, señaló Mazithulela. Están tomando medidas adicionales para demostrar a los organismos de control y al público que su trabajo es ético, conforme a los más altos niveles de seguridad.
"El consorcio ya comenzó a investigar algunos asuntos fundamentales de la composición genética del sorgo como forma de contribuir al conocimiento", explicó. "Los avances quedarán documentados en reseñas científicas, y la organización mantendrá al tanto de los acontecimientos al panel asesor del Ministerio".
El Centro Africano para la Bioseguridad, que objetó la solicitud de CSIR en 2006, condenó la decisión y alertó que la experimentación resultará en la inevitable contaminación del tradicional y preciado sorgo africano.
"Los riesgos planteados por el sorgo transgénico para las especies naturales no pueden tolerarse, y este permiso equivale a una licencia para contaminar el patrimonio africano", señaló la investigadora de ACB, Haidee Swanby.
"Objetamos la solicitud inicial y nuestro gobierno la rechazó. El CSIR apeló la decisión y ganaron. Se terminó", añadió.
El sorgo es el principal alimento para más de 100 millones de agricultores de la región de África subsahariana, según Pantancheru, Instituto Internacional de Investigación de Cultivos para Zonas Semiáridas, una organización india dedicada a estudiar las necesidades de los pobres.
ACB sostiene que el proyecto ABS tiene fines comerciales y que pronto el CSIR tratará de conseguir permiso para realizar pruebas en campos abiertos.
"Es un acuerdo cerrado", dijo Swanby a IPS. "Este permiso es para experimentar en un ámbito restringido. La próxima solicitud que presenten será para ensayos a cielo abierto y vamos a combatirla con fuerza".
Una investigación de este año, auspiciada por la Organización de las Naciones Unidos para la Alimentación y la Agricultura (FAO), concluyó que asistir a la agricultura ecológica y modificar las políticas comerciales injustas es una mejor alternativa para garantizar la seguridad alimentaria que recurrir a los transgénicos.
El estudio fue aceptado por 58 países, incluida Sudáfrica.
Más de 400 contribuyentes participaron en la Evaluación Internacional del Conocimiento, la Ciencia y la Tecnología en el Desarrollo Agrícola (IAASTD, por sus siglas en inglés), un proceso intergubernamental
Este estudio internacional, presentado el mes pasado, recopiló durante cuatro años los puntos de vista de científicos, gobiernos y sociedad civil sobre los problemas y el futuro de la agricultura y contó con el patrocinio de varias agencias de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
"No le corresponde al gobierno sudafricano decidir por el resto de África acerca de un proyecto industrial que podría ocasionar la inevitable contaminación de la increíble diversidad genética del sorgo", señaló Elfrieda Pschorn-Strauss, de GRAIN África, una organización a favor de la gestión sustentable y una agricultura biodiversa.
"Ese cultivo es desarrollado y cuidado por los agricultores desde hace más de 5.000 años", apuntó.
El uso de la biotecnología moderna, en especial la empleada en agricultura, la tecnología de la alimentación y la medicina permite garantizar la seguridad alimentaria en África, sostuvo el especialista Wynand van der Walt.
Los opositores a los transgénicos no han podido probar que suponen una amenaza para la salud y la productividad de otros cultivos.
Los transgénicos han sido consumidos por más de 3.000 millones de personas en los cinco continentes, según Van der Walt, y no hay casos confirmados que den cuenta de sus consecuencias negativas sobre la salud o el ambiente.
En cambio, permitieron la disminución sustancial del uso de fertilizantes, unas 290.000 toneladas, para bien de los humanos y el ambiente.
"Hay carestía de alimentos", subrayó Van der Walt. "No podemos esperar por discusiones políticas de largo plazo. La urgencia es ahora, y tenemos la obligación de salir a explicar y contrarrestar la desinformación existente en materia de transgénicos".