«Las mujeres asháninkas dan a luz en su casa, así manda la tradición», sentencia José Ponce, jefe nativo del comité de salud de Puerto Ocopa, una comunidad de 253 familias enclavada en la selva central peruana.
El gobierno de Perú intenta aplicar una atención de salud intercultural para las gestantes indígenas, con el fin de que los partos se lleven a cabo en instalaciones médicas y se reduzca la mortalidad de madres y recién nacidos.
En 2004, la salud pública incorporó programas de salud sexual y reproductiva basados en el respeto de los patrones culturales de la población indígena. Como muestra de esta intención, se crearon las "casas de espera" para las mujeres parturientas de zonas rurales.
Se trata de viviendas rudimentarias a las que llegan las mujeres para efectuar el trabajo de parto y el alumbramiento, acompañadas de sus esposos, hijos y, en muchos casos, de la partera de la comunidad. Así, al momento del parto pueden intervenir las personas de confianza de la madre y el personal médico, reduciendo los riesgos.
Ya hay 390 casas de espera en todo el país. Cada centro de salud rural debería tener una, con todas las condiciones para que la mujer pueda permanecer con su familia e incluso con sus animales, pero para lograrlo se interponen aún muchas barreras.
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UN PROGRAMA EN CIERNES
"En el centro de salud a veces no saben atender y dejan que el niño se tome el líquido (amniótico) y por eso terminan muriéndose al mes. Por eso al niño cuando nace hay que voltearlo para que no lo tome", insiste el asháninka Ponce con la experiencia de haber ayudado a su esposa, Marina, en los nacimientos de sus seis hijos.
Ella asiente con la cabeza. Todas las embarazadas de su comunidad prefieren dar a luz en casa y en cuclillas mientras los maridos las sostienen con los brazos, cuenta Marina Ponce. Otras veces, clavan unas estacas en el piso para sostenerse al momento de pujar, y siempre toman una hierba nativa, el piri piri, antes del alumbramiento.
"Con el piri piri das a luz más rápido", asegura Marina.
En Puerto Ocopa, que pertenece a la provincia de Satipo, las familias tienen entre cinco y siete hijos, aunque algunas llegan a la docena, asevera el presidente de la comunidad, Sergio Pasos.
Pero aquí, la casa de espera aún está en construcción y en toda Satipo hay sólo dos para decenas de aldeas.
"Tenemos que hacerles entender que a mayor parto institucional, menos posibilidades de muerte para la madre y el niño. Por eso se creó la estrategia.Antes, de un promedio de 50 mujeres que daban a luz en las zonas rurales, sólo 10 lo hacían en un centro de salud. Eso era muy preocupante", dice Lucy del Carpio, coordinadora de la Estrategia Sanitaria de Salud Reproductiva del Ministerio de Salud.
"La hemorragia es la primera causa de muerte en el parto, y si no está cerca de un establecimiento, la mujer muere", agrega.
Para el ex ministro de Salud, Fernando Carbone, gestor de uno de estos proyectos en la vecina región Huancavelica, esta es una labor de mediano plazo, porque abarca el control prenatal, el uso de la ficha del plan de parto y la ubicación de las gestantes en las comunidades para proyectar el tiempo y condiciones de su traslado al centro de salud.
También se incluye la planificación familiar informada, el acompañamiento de los parientes y el soporte de los promotores de salud de la comunidad, agrega Carbone.
Entre 2000 y 2007, los partos "institucionales" en zonas rurales aumentaron de 24 a 48 por ciento, según cifras oficiales.
Pero los frutos de la estrategia aplicada desde 2004 no se expresan aún en una marcada caía de la mortalidad en este país, estimada en 185 muertes maternas por cada 100.000 nacidos vivos.
En 2005 se registraron 596 muertes maternas, y en 2007, fueron 513, un ritmo de reducción similar al de épocas anteriores: en 1997 se habían registrado 764 fallecimientos, y en 2001 fueron 612.
CHOQUE CULTURAL
De las 390 casas de espera, sólo 76 están en las regiones de poblaciones nativas de la Amazonia, que constituyen algo más de dos por ciento de los peruanos, según cifras de 1993. En los Andes hay mayores avances, sobre todo en la sureña región de Cusco, con 140 casas. Allí se practica el parto vertical, y las mujeres prefieren dar a luz sobre pellejos de animales para el abrigo.
"La Amazonia es la zona más difícil, porque ellos quieren algo más al aire libre, no les gusta estar encasillados", reconoce Del Carpio.
El problema es "básicamente cultural", dice a IPS el profesor de salud pública de la Universidad Cayetano Heredia, Alfonso Nino Guerrero. "No se puede replicar en la Amazonia los mismos modelos de atención de la costa o la sierra", agrega.
El parto es algo familiar para los indígenas amazónicos "y no puede verlo un extraño", explica. Las autoridades han planteado el enfoque "de interculturalidad, pensando en que la comunidad cambie su manera de pensar, cuando en realidad los servicios son los que tendrían que adecuarse", aclara.
Elisa Terreros, responsable del área de salud de la selva central del no gubernamental Centro Amazónico de Antropología y Aplicación Práctica, dice a IPS que "existe la sensación de que (las autoridades) sólo hacen este servicio por cumplir, porque en la mayoría de casos la población no es consultada y no siente estos establecimientos como parte de su mundo".
Para Terreros, que ha recorrido la mayoría de las comunidades de la zona como enfermera, "es importante fortalecer el nexo entre la comunidad y el Estado para que exista un diálogo a nivel occidental e indígena".
PUEBLOS LEJANOS
Para romper el hielo, los profesionales de salud visitan a la gente en sus comunidades para explicar los beneficios de las casas de espera con folletos en lenguas nativas, dice Del Carpio.
Pero la difusión es limitada. Los centros de salud no cuentan con transporte adecuado para la espesura amazónica. El transporte es casi siempre por vía fluvial y un viaje en bote puede costar hasta 3.000 dólares.
En el intento de establecer el diálogo que recomienda Terreros, los aliados son los promotores de salud de estos pueblos y las parteras.
Luzmila Chirisente, madre y presidenta de la Federación Regional de Mujeres Asháninkas, Nomatsiguengas y Kakintes, considera que "los indígenas son discriminados en los servicios de salud porque los médicos no valoran a la persona y tienen que aprender a hacerlo".
En toda Satipo, solo el médico responsable de la jurisdicción ha sido capacitado para una atención intercultural.
La responsable del centro de salud de Puerto Ocopa, la joven médica Giovanna Sandoval, describe lo complejo que le resulta trabajar con comunidades nativas. "Sólo vienen cuando están muy graves y hay que ir a buscarlos, se enojan cuando les das un tipo de tratamiento y tampoco les gusta que los toques", explica.
"¿Estabas preparada para este reto?", pregunta IPS. "Antes de venir, te dan una capacitación previa a través de seminarios. Ahí te hablan de la población nativa, pero los que te capacitan casi no conocen a las comunidades y sólo te informan en términos generales y sobre las enfermedades tropicales comunes de la selva. Entonces, cuando llegas acá, te encuentras con cosas que pueden parecer chocantes", responde.
"Pero todo este proceso es dando y dando. Ellos aprenden mucho de cómo manejar su alimentación con nosotros, y empiezan a comer verduras y menestras. Han aprendido a preparar las papillas de frijoles que son buenas para los niños", agrega.
POCOS RECURSOS
Según el profesor Nino Guerrero, la mayoría de centros de salud de zonas rurales están en manos de personal técnico poco calificado, por falta de recursos e incentivos. "El proyecto ha ayudado a acercar al paciente, pero no es una estrategia formal porque no cuenta con presupuesto ni forma parte del sistema de salud", agrega.
Del Carpio admite esta falencia. Apenas este año el gobierno ha asignado a su área 218 millones de soles (unos 73 millones de dólares). Hasta ahora se financiaba solo con dinero de la cooperación internacional y de gobiernos regionales y locales.
El verdadero desafío es que este sistema de salud "sea una verdadera prioridad para el gobierno, con presupuesto fijo" y más personal, afirma. El sector que conduce pasó de 45 funcionarios a apenas cuatro para supervisar cinco programas nacionales entre los que figura la atención intercultural para las gestantes.
"A veces me dicen tú no consigues que caiga la muerte materna, sin comprender que cuando intervienen razones culturales, esto es un proceso que toma tiempo", apunta.
Para Guerrero, la clave es generar confianza, por ejemplo priorizando que las parturientas sean atendidas por médicas y obstetras mujeres y garantizando la continuidad de los profesionales en la zona, para crear vínculos sociales y humanos.