Pocas regiones presentan un mayor desafío a la política exterior de la Unión Europea (UE) que la conformada por las repúblicas que fueron parte de la disuelta Unión Soviética.
Los 27 países que integran la UE lograron proyectar una imagen de unidad en la cumbre de "emergencia", desarrollada la semana pasada para discutir el conflicto entre Rusia y Georgia, que llevó en agosto a Moscú a enviar tropas a la separatista Osetia del Sur.
Los jefes de Estado y de gobierno del bloque europeo acordaron suspender las negociaciones en curso para estrechar los lazos con Rusia hasta que sus fuerzas militares se retiren de las áreas ocupadas.
Antonio Missiroli, del no gubernamental Centro de Políticas Europeas, con sede en Bruselas, destacó que no podía descontarse de antemano que en la cumbre se alcanzara ese consenso, considerando las diferentes reacciones que los pasos de Moscú generaron en los gobiernos de la UE.
Alemania, Grecia e Italia se cuidaron de aparecer en una posición de antagonismo hacia Rusia, mientras que Gran Bretaña, Polonia y los países bálticos favorecían una línea más dura.
[related_articles]
Pero en los últimos días, sin embargo, ha surgido una posición menos unificada respecto de las relaciones de Rusia con su vecina Ucrania.
El presidente de Francia, Nicolás Sarkozy, que ejerce hasta fin de año la presidencia rotativa semestral de la UE, encabezará la delegación del bloque que se reunirá mañana en Kiev con el mandatario ucraniano, Viktor Yushchenko.
Probablemente la UE ofrecerá concluir un "acuerdo de asociación" con Ucrania, que fortalecería las relaciones, pero en un grado mucho menor que el deseado por buena parte de sus líderes, quienes desean que su país sea aceptado por el bloque europeo como miembro pleno, algo que seguramente no se le concederá en el futuro próximo.
Un borrador de declaración preparado en Bruselas señala que el "acuerdo de asociación" deja abierta la posibilidad de desarrollar una relación más estrecha entre ambas partes, pero no se compromete a nada concreto.
Por un lado, Estonia, Gran Bretaña, Letonia, Lituania, República Checa y Suecia se muestran favorables a la incorporación de Ucrania a la UE, pero Alemania, Austria, Bélgica, Holanda y Luxemburgo se mantienen reticentes.
El tema de la inmigración es particularmente conflictivo. Ucrania busca que resulte más fácil para sus ciudadanos obtener visas que les permitan viajar a los países que integran el bloque europeo, pero Bélgica, España, Holanda y Luxemburgo temen que esto implique para ellos recibir a un alto número de trabajadores de ese origen.
Por otra parte, tanto Georgia como Ucrania están buscando incorporarse a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Aunque esta alianza militar ha establecido con Rusia la llamada Asociación para la Paz, los lazos entre ambas partes se han prácticamente cortado a causa de la crisis desatada por el envío de Moscú de tropas a Osetia del Sur.
Aunque varios miembros de la OTAN apoyan el ingreso de Georgia y Ucrania, los gobiernos de Alemania y Francia se opusieron a tal decisión en la cumbre de los líderes de la alianza atlántica que se realizó este año en Bucarest.
El vicepresidente de Estados Unidos, Dick Cheney, se pronunció a favor de la incorporación cuando realizó hace pocos días una visita a Georgia y Ucrania. En respuesta, el ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, lo acusó de alentar las "peligrosas ambiciones" de Tbilisi.
Elena Prokhorova, una experta en las relaciones entre la UE y Rusia, señaló que la crisis en torno a Georgia subraya la necesidad de repensar cómo se manejarán los asuntos de seguridad en el continente.
Aunque la retórica antioccidental ha estado en aumento en Moscú, el presidente ruso, Dimitri Medvédev, se mostró dispuesto a estudiar la posibilidad de que su país se incorpore a una estructura paneuropea de seguridad.
"Europa debe asumir el hecho de que sus relaciones con Rusia no serán normales hasta que se tomen en cuenta los temores rusos en materia de seguridad, por más paranoicos que puedan parecer", dijo Prokhorova.
"Idealmente, la OTAN debería dejar de existir como alianza militar o Rusia debería sumarse a ella", agregó.
Según Michael Emerson, ex embajador de la UE en Moscú y actualmente analista del Centro de Estudios Europeos, con sede en Bruselas, aunque Rusia transmite la impresión de que podría quebrar la economía del bloque regional negándose a abastecerlo de petróleo y gas, la realidad es que no podría sobrevivir sin los ingresos que obtiene de sus exportaciones a Occidente.
"En última instancia, Rusia deberá decidir qué quiere ser en Europa y en el mundo", señaló.
"Los líderes actuales parecen satisfechos con la actitud de 'macho' en política exterior, pero están en camino de instalar en los ojos occidentales la imagen de un Estado provocador. No puede haber ilusiones acerca de un cambio fácil o rápido", concluyó Emerson.