EEUU-PAKISTÁN: Incursión militar tensa relaciones

El ataque lanzado en territorio pakistaní por fuerzas estadounidenses estacionadas en Afganistán motivó malhumoradas denuncias de Islamabad. Mientras, el destino de la guerra contra el movimiento islamista Talibán parece incierto en el marco de las elecciones presidenciales de este sábado en Pakistán.

La incursión la madrugada del miércoles en la conflictiva región pakistaní de Waziristán causó la muerte a unos 20 civiles, según testigos y autoridades locales.

Meses después de que oficiales del ejército de Estados Unidos manifestaran dudas sobre la disposición de Islamabad a combatir a los talibanes activos en sus zonas tribales, la noticia generó especulaciones sobre si Washington se propone asumir un papel mucho más agresivo contra los insurgentes.

Además, el ataque puso en entredicho el futuro de las inestables relaciones entre ambos países.

El operativo habría comenzado a las 03:00 del miércoles hora local, cuando tres helicópteros con efectivos estadounidenses y afganos aterrizaron en la aldea de Jala Khel, en Waziristán, según fuentes del ejército y civiles del gobierno pakistaní.
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Entonces se bajaron soldados que abrieron fuego contra la población.

El periódico The New York Times informó que participaron en el ataque efectivos de Operaciones Especiales de Estados Unidos, que actúan fuera de la habitual cadena de mando de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).

Más de 20 personas murieron en la incursión, según el gobernador de la Provincia de la Frontera Noroccidental, Owais Ahmed Ghani, quien condenó el hecho calificándolo de "ataque directo a la soberanía de Pakistán" y reclamó una represalia.

Mientras, Nadeem Kiani, portavoz de la embajada de Pakistán en Washington, dijo a la agencia de noticias Reuters que fuerzas estadounidenses actuaron sobre la base de información de inteligencia equivocada que no había sido compartida con Islamabad. Los que murieron eran civiles desarmados y no combatientes islamistas.

Portavoces de Estados Unidos y de la OTAN en Afganistán, así como el del Comando Central en Florida, no quisieron hacer comentarios al respecto.

Pero funcionarios estadounidenses confirmaron de forma anónima el ataque e, incluso, uno de ellos reconoció a The New York Times la muerte de al menos un menor de edad.

El ataque se llevó a cabo en el marco de un deterioro de las relaciones entre oficiales del ejército estadounidense y sus contrapartes pakistaníes a raíz del enojo de Washington por la presunta renuencia de Islamabad de frenar al Talibán.

Desde la invasión a Afganistán, encabezada por Estados Unidos en 2001 para derrocar al Talibán, esa organización, la red islamista Al Qaeda y otros insurgentes encontraron un santuario en las Áreas Tribales Administradas Federalmente (FATA), fronterizas con Afganistán, y sobre las que Islamabad no ejerce mucho control.

La preocupación de Washington aumentó tras la renuncia del presidente pakistaní Pervez Musharraf en agosto, al que consideraba un aliado clave en la guerra contra el terrorismo.

Los comicios para elegir al sucesor de Musharraf se realizarán este sábado.

Funcionarios estadounidenses no parecen tener la misma confianza en el favorito a sucederlo, Asif Ali Zardari, del Partido del Pueblo de Pakistán (PPP), viudo de la asesinada primera ministra Benazir Bhutto (1988-1990 y 1993-1996).

También hay dudas acerca de si él podrá controlar al ejército, tradicionalmente muy autónomo, y sobre los servicios de inteligencia.

En una ofensiva que parece destinada a tratar de ganarse la confianza de Washington, el ejército pakistaní lanzó en agosto un ataque aéreo contra el Talibán en la región de Bajaur, otra de las FATA.

La operación habría logrado matar cientos de talibanes, pero también desplazar a unos 200.000 civiles, según el Comité Internacional de la Cruz Roja.

El gobierno declaró que suspendería los ataques al Talibán durante el mes sagrado musulmán de Ramadán.

El Talibán respondió a la ofensiva con un ataque suicida el 21 de agosto contra una fábrica de armamento fuera de Islamabad, que se cobró la vida de 60 personas.

En el verano boreal, funcionarios estadounidenses comenzaron a enfrentarse más abiertamente con Islamabad a raíz del problema de la insurgencia.

En julio, un funcionario de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) se trasladó hasta la capital pakistaní con pruebas de la participación de los servicios de inteligencia de ese país en el atentado contra la embajada de India en Kabul del 7 de ese mes.

A fines de agosto, el almirante Mike Mullen, jefe del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos, se reunió a bordo de un portaviones en el océano Índico con el general Ashfaq Kayani, jefe del ejército de Pakistán, para discutir estrategias contra insurgentes en las áreas tribales.

También participaron en la reunión varios altos oficiales de Estados Unidos y la OTAN. Entre ellos, el general David Petraeus, actual comandante de las fuerzas estadounidenses en Iraq y en breve jefe del Comando Central, responsable de las acciones en Afganistán y Pakistán.

Algunos funcionarios estadounidenses declararon a The New York Times que no se discutió en el encuentro la posibilidad de lanzar operaciones unilaterales en las FATA.

Sin embargo, otros sugirieron que el ataque del miércoles no fue un error, sino más bien el resultado de una decisión concertada por las jerarquías castrenses de este país.

"Pueden haber más" operaciones como esa, declaró un funcionario al periódico.

Altos funcionarios del ejército estadounidense son reticentes a la idea de lanzar operaciones militares directas en Pakistán, informó Los Angeles Times el 23 de agosto, prefiriendo asesorar al ejército pakistaní.

Funcionarios de la lucha antiterrorista de la CIA, por otro lado, son los principales defensores de las operaciones directas.

La incursión del miércoles parece indicar que hubo un cambio en la dinámica y que los altos mandos del ejército fueron convencidos de la necesidad de una intervención directa.

Si el episodio de esta semana marca el comienzo de la nueva política de Washington en las FATA, es de esperar que se compliquen de forma considerable las relaciones entre este país y Pakistán.

La especialista en Asia meridional de la Corporación RAND C. Christine Faire, sostuvo que el ataque del miércoles sí indica un cambio de política y sugirió las posibles consecuencias de dicha estrategia.

"Si no se conectan esos ataques con una estrategia mayor hacia Pakistán, que Washington no tiene, corremos el riesgo de sufrir un grave revés que puede empeorar las cosas, no mejorarlas", dijo Fair a IPS.

"Noventa por ciento de nuestra logística sigue pasando por la meridional ciudad portuaria de Karachi, por lo que no tiene mucho sentido atacar objetivos pakistaníes cuando todavía dependemos de ellos", apuntó.

El ex funcionario de la CIA Bruce Riedel, ahora en la Brookings Institution, sostuvo que Estados Unidos debe estar dispuesto a recurrir a la fuerza contra "objetivos altamente significativos" dentro de Pakistán.

"La idea de desplazar fuerzas de la OTAN a las FATA es una locura", sostuvo Riedel en una conferencia al respecto organizada por la Brookings Institution.

"Sólo servirá para propagar el cáncer dentro de Pakistán. Hablar de esos asuntos es totalmente contraproducente. Sólo alimenta la paranoia y las teorías conspirativas en ámbitos políticos pakistaníes", arguyó.

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