Los gobiernos escandinavos se comprometieron a desempeñar un papel importante en la lucha contra el cambio climático. Pero Dinamarca y Noruega están lejos de alcanzar su objetivo.
En Dinamarca, de hecho, las emisiones de dióxido de carbono del transporte carretero aumentaron 36 por ciento desde 1990, según el Instituto Nacional de Investigación Ambiental.
En Noruega, las emisiones de éste y otros gases de efecto invernadero nunca fueron tan altas como ahora. El año pasado aumentaron tres por ciento, según el Centro de Estadísticas nacional.
El dióxido de carbono, el metano y el óxido nitroso son algunos de los gases invernadero a los que la mayoría de los científicos atribuyen el recalentamiento planetario.
La situación "tiene mucho que ver con nuestra producción de gas y petróleo", dijo a IPS el primer ministro noruego Jens Stoltenberg, quien se encuentra en Nueva York para participar en la 63 sesión de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
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"En los próximos años van aumentar nuestras emisiones, pero luego disminuirán", añadió.
Noruega destina mucho dinero al combate de la deforestación a fin de reducir sus emisiones, indicó el primer ministro.
Ese país cumple un papel importante en la materia, asociado con la ONU en iniciativas como el programa UN-REDD, el cual ayuda a las naciones en desarrollo a luchar contra la deforestación que acelera el cambio climático.
El gobierno noruego financia la fase inicial con 35 millones de dólares. La semana pasada, Oslo anunció que destinará 1.000 millones de dólares para preservar la selva del Amazonas, dado su carácter de sumidero de carbono.
Dinamarca, por su parte, organizará la Conferencia sobre Cambio Climático de la ONU en 2009. El primer ministro Anders Fogh Rasmussen señaló que su ambición es "alcanzar un acuerdo global e integral a fin de reemplazar el Protocolo de Kyoto" y "tomar medidas decisivas con vistas a reducir las emisiones de dióxido de carbono".
El Protocolo de Kyoto de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático fue acordado en esa ciudad japonesa en 1997 y entró en vigor en 2005.
El convenio impone a los 37 países industriales que lo firmaron y ratificaron la obligación de reducir sus emisiones de seis gases invernadero a volúmenes 5,2 por ciento inferiores a los de 1990. El plazo para esas reducciones vence en 2012.
Pero no queda claro si los países escandinavos tomarán medidas dentro de su propio territorio.
En Noruega, la industria, la producción petrolera y el tránsito automotor son los sectores con más emisiones de gases invernadero y representaron 72 por ciento del total en 2007.
Pero al canciller noruego Jonas Gahr Støre no le preocupan demasiado las estadísticas.
"Noruega dará lo mejor de sí para cumplir sus compromisos en el marco del Protocolo de Kyoto. Mediante la captura y el almacenamiento del dióxido de carbono podemos acercarnos a nuestro objetivo", dijo a IPS.
El almacenamiento y la captura de dióxido de carbono fueron promovidos para "descarbonizar" los combustibles fósiles mediante la eliminación y el depósito del compuesto durante la producción de energía.
El gobierno noruego se embarcó en un programa de captura de dióxido de carbono. En unos pocos años, el país se propone operar un importante complejo dentro de una central de generación de electricidad. Desde la década de los 90, Noruega almacena dióxido de carbono bajo el lecho marino.
Pero a las organizaciones ambientalistas les preocupan los efectos del almacenamiento a largo plazo. Un experto del Fondo Mundial de la Naturaleza (WWF) señaló que "todavía son demasiadas las preguntas sin respuesta como para considerar a la captura y al almacenamiento de dióxido de carbono como una solución inmediata".
En Dinamarca, los gases invernadero emitidos por el transporte de vehículos siguen siendo considerables, en especial el dióxido de carbono, el más problemático de ellos.
"Tuvimos un aumento en las emisiones en el sector de transportes, pero tenemos un plan de infraestructura para lidiar con ellas en el futuro", dijo a IPS el primer ministro noruego.
Estados Unidos es el mayor emisor de dióxido de carbono. Sólo su sector energético lanza más de 2.800 millones de toneladas a la atmósfera cada año.
China lo sigue con 2.700 millones de toneladas al año, seguida de Rusia, con 661 millones, India, 583 millones, Japón, 400 millones, Alemania, 356 millones, Australia, 226 millones, Sudáfrica, 222 millones, Gran Bretaña, 212 millones, y Corea del Sur, 185 millones de toneladas, según datos reunidos por Control de Carbono para la Acción (Carma, por sus siglas en inglés).
Si no se reducen las emisiones, el costo para la humanidad será elevado. Pero contener el recalentamiento global y estabilizar los gases invernadero de la atmósfera para 2030 no es una carga tan pesada, según el Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), integrado por unos 2.500 científicos especializados en la materia.
Ese órgano dependiente de la ONU estima que el costo de las medidas paliativas puede ubicarse entre 0,2 y tres por ciento del producto interno bruto (PIB) mundial.
En la conferencia de la ONU realizada en la isla indonesia de Bali en diciembre de 2007, los gobiernos acordaron la necesidad de reducir las emisiones entre 25 y 40 por ciento respecto de los volúmenes de 1990 para 2020.
Los gobiernos tendrán que negociar los términos y condiciones de un nuevo acuerdo internacional a fin de reemplazar al Protocolo de Kyoto en la próxima conferencia de la ONU, a realizarse en la occidental ciudad polaca de Poznan en diciembre.
El convenio deberá quedar terminado en la reunión de Copenhague a realizarse a fines de 2009.