La enorme y creciente influencia que ejerce la comunidad judía en la política de Estados Unidos impide que Washington pueda actuar de manera «imparcial» en el conflicto palestino-israelí.
El aumento de esa influencia quedó patente con el respaldo público dado a Israel por el candidato presidencial del opositor Partido Demócrata, el senador Barack Obama.
"En lo que respecta al conflicto en Medio Oriente, los árabes no distinguen entre republicanos y demócratas", explicó a IPS Ahmed Thabet, profesor de ciencias políticas de la Universidad de El Cairo.
Tanto el gobernante Partido Republicano como el Demócrata "compiten por expresar su total apoyo a Israel".
En su discurso ante el parlamento israelí en mayo, el presidente estadounidense George W. Bush fue más lejos que sus predecesores al elogiar al autoproclamado Estado judío.
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Al referirse a los israelíes como "pueblo elegido", Bush prometió un apoyo inquebrantable contra sus tradicionales oponentes, incluidos Irán, el libanés Partido de Dios (Hezbolá) y el palestino Movimiento de Resistencia Islámica (Hamás).
En declaraciones con un fuerte perfil judeo-cristiano, Bush calificó la alianza de Washington con Israel de "irrompible".
Similares propósitos expresó el candidato republicano, el senador John McCain, cuando prometió el apoyo "eterno" de Estados Unidos a los israelíes.
"Israel y Estados Unidos deben permanecer siempre juntos", continuó McCain ante el poderoso Comité de Asuntos Públicos Estados Unidos-Israel (AIPAC, por sus siglas en inglés) a principios de junio.
"Somos aliados naturales. Y al igual que Israel, esa alianza es para siempre", subrayó.
Al referirse a Israel como "una inspiración para todas las naciones libres", McCain apenas si mencionó la aspiración del pueblo palestino a contar con su propio Estado.
El candidato presidencial republicano denunció a los actores regionales que se oponen a la ocupación israelí de territorios árabes y se refirió a Hamás como "la organización terrorista que controla Gaza".
Ni Bush ni McCain mencionaron, cuanto menos criticaron, el trato inhumano que Israel dispensa a los habitantes de la franja de Gaza y Cisjordania.
Esto incluye frecuentes incursiones militares, a menudo contra civiles, los "asesinatos selectivos", el asedio a la franja de Gaza, que casi privó a sus residentes de alimentos, la construcción de asentamientos exclusivos para judíos en territorios palestinos y la expulsión de árabes de Jerusalén.
La declaraciones pro israelíes del candidato republicano no sorprendieron a analistas árabes, pues su partido está totalmente influenciado por los llamados "neoconservadores", que hacen de su ascendencia israelí su dogma central.
Lo más perturbador para los árabes es que el aspirante a la presidencia por el Partido Demócrata mostró el mismo celo por la supremacía de Israel que su rival republicano.
En su discurso en AIPAC a principios de junio, Obama subrayó la necesidad de un enfoque "más matizado" de Estados Unidos respecto del proceso de paz en Medio Oriente.
Pero sorprendió a muchos cuando dijo que Jerusalén "seguiría siendo la capital de Israel y debe permanecer íntegra".
Israel ocupa Jerusalén oriental desde 1967, pero la comunidad internacional nunca lo reconoció así.
Oficialmente, la situación de esa ciudad, también reivindicada como capital por los palestinos, debe ser definida en unas postergadas negociaciones acerca de su "estatus final".
Obama volvió a decepcionar a los árabes al reiterar su abierto respaldo al Estado judío durante su visita de dos días a Israel el mes pasado.
"Estoy aquí para reafirmar la relación especial entre Israel y Estados Unidos y mi compromiso duradero con la seguridad de Israel", dijo Obama al presidente israelí Shimon Peres el 23 de este mes.
Más tarde reiteró al primer ministro Ehud Olmert su "inquebrantable apoyo a la seguridad de Israel".
Luego, Obama repitió su declaración anterior de que Jerusalén "será" la capital de Israel, aunque añadió que en última instancia el asunto deberá ser decidido mediante negociaciones.
También se mostró a favor del rechazo de Israel a mantener negociaciones con Hamás, que controla la franja de Gaza desde hace más de un año tras su triunfo en las elecciones legislativas de principios de 2006.
Obama visitó al Muro de los Lamentos, sitio sagrado del judaísmo, y Yad Vashem, el memorial del Holocausto judío en Israel, donde depositó una corona.
También visitó la localidad de Sderot, blanco ocasional de cohetes de corto alcance disparados desde la franja de Gaza, donde reafirmó su apoyo al derecho de Israel de defenderse "de quienes amenazan a su pueblo".
Sin embargo, el candidato demócrata estuvo reunido menos de una hora con el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmoud Abbas, y el primer ministro Salam Fayyad, en Cisjordania. No se encontró con representantes de Hamás.
La ostensible fidelidad de Obama hacia Israel indignó a muchos árabes, y aumentó su preocupación por la tendenciosa mediación que tendrá Washington en el futuro del conflicto, independientemente de quien sea el nuevo presidente.
"Obama presentó sus condolencias a decenas de víctimas israelíes de Sderot, pero no mencionó los miles de palestinos víctimas de los últimos ataques israelíes", señaló el profesor Thabet.
"¿Quién va a pensar que puede llegar a ser imparcial cuando sea presidente?", añadió.
La ideología neoconservadora "no es exclusiva de los republicanos, impregna a los partidos" estadounidenses, sostuvo el analista Abdel-Halim Kandil, también jefe de edición del semanario independiente Sout al-Umma.
"En lo que respecta a Israel, no hay casi diferencias entre las políticas demócratas y republicanas", dijo Kandil a IPS.
"El gobierno del demócrata Bill Clinton (1993-2001), por ejemplo, tenía aun más judíos sionistas, incluidos el secretario (ministro) de Defensa (William Cohen), la secretaria de Estado (canciller Madeleine Albright) y el asesor en materia de seguridad (Samuel Berger), que el actual de Bush".
"Ocupan la mayoría de los altos cargos políticos y militares en el sistema político estadounidense", añadió Kandil "El que piense que Washington puede oficiar de justo mediador en el conflicto palestino-israelí, ya sea con un gobierno republicano o demócrata, está loco".
El objetivo último de los neoconservadores es "garantizar la presencia de Israel en Medio Oriente, el regreso de judíos a Israel, y la construcción de un templo judío donde ahora se erige la mezquita de al-Aqsa", apuntó.
Los neoconservadores de Washington explotaron el poderío militar para neutralizar a la oposición a Israel, en especial la islámica.
"Utilizaron la fuerza militar para propagar su versión de democracia, la que excluye toda rama política del Islam, ya sea Hezbolá en Líbano, Hamás en Palestina o la Hermandad Musulmana en Egipto", indicó Thabet.
Los neoconservadores del actual gobierno de Bush, muchos de los cuales tienen doble ciudadanía, israelí y estadounidense, están más en deuda con Israel que con Estados Unidos.
"Tienen una relación más profunda con Israel y el mundo sionista que con Estados Unidos", dijo a IPS Magdi Hussein, secretario general del Partido de los Trabajadores de Egipto, proscrito desde 2000.
"Pero se esfuerzan por convencer a los estadounidenses de que sus intereses y los de los israelíes son una sola cosa", apuntó.
Numerosos analistas árabes destacan que la influencia de los neoconservadores desborda al sistema político estadounidenses impregnando a los medios de comunicación dominantes de Occidente.
"El lobby sionista puede hacer o destruir un candidato", indicó Hussein. "No es por su gran cantidad de partidarios, sino por su enorme influencia sobre los medios de comunicación de Estados Unidos y Europa occidental".
La "influencia sionista" en los medios de comunicación creció en forma drástica desde principios de los años 80, indicó Thabet.
"Desde entonces, muchos neoconservadores crearon importantes instituciones de comunicación, incluidas varias publicaciones periodísticas", apuntó.
"Mediante esa vía, además de la creación de varios centros de investigación y grupos de estudios fueron el principal medio para promover la agenda conservadora en Estados Unidos", añadió Thabet.
La mayoría de los gobiernos árabes, a diferencia de los ciudadanos a los que representan, no tienen en ningún caso un interés particular en un arbitraje imparcial de Estados Unidos en el conflicto con Israel, señaló Kandil.
"La mayoría de los regímenes árabes no esperan que Washington sea un mediador justo, sino que los mantenga en el poder, a pesar de su falta de legitimidad y popularidad", remarcó.
"El conflicto palestino-israelí sólo puede tener una solución justa cuando los árabes elijan líderes capaces y dispuestos a respetar la voluntad popular" que los mandató, añadió.