Para las abejas alemanas, la campiña ya no es lo que solía ser. Huyendo de los insecticidas y los cultivos transgénicos, ahora buscan refugio en las ciudades.
El 15 de julio, seis apicultores alemanes llevaron sus abejas a Munich para salvarlas del maíz genéticamente modificado que había sido plantado cerca de su aldea, Kaisheim, a 80 kilómetros de la ciudad.
"Si nuestras abejas entran en contacto con el maíz genéticamente modificado, y la miel se contamina con él, no nos permitirán venderla", dijo a IPS Karl Heinz Bablock, uno de los seis apicultores. En Alemania los transgénicos son legales, pero no pueden destinarse al consumo humano.
Meses atrás, Bablock y varios de sus colegas presentaron una demanda judicial contra los cultivos genéticamente modificados, pero el tribunal dictaminó que, como esas plantaciones son legales, eran los apicultores los que debían llevar sus colmenas a otro lado.
"Es bien sabido que las abejas pasan 90 por ciento de su tiempo de vida en un perímetro de tres kilómetros. Pero pueden volar hasta 10 kilómetros sin problema. Estamos realmente felices de que la ciudad de Munich les haya dado asilo a nuestras abejas", señaló Bablock.
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Thomas Radetzki, director de la unión de apicultores Millifera, dijo que las abejas permanecerán en Munich "hasta el fin del verano" (boreal). "Para mediados de agosto, el período de crecimiento del maíz termina y podrán volver a casa", agregó.
Estos movimientos de abejas se han vuelto comunes por toda Alemania. "Pero en algunas regiones, como en Brandenburgo, alrededor de Berlín, es casi imposible escapar a los transgénicos. Están por todos lados y las abejas entran en contacto con ellos", declaró Radetzki a IPS.
Pero no es la única amenaza que afrontan. Los cambios en la agricultura, como la introducción de los monocultivos y el uso intensivo de pesticidas, obligan a las abejas a buscar refugio en las ciudades.
Peter Rozenkranz, entomólogo de la Universidad de Stuttgart, dijo a IPS que los monocultivos están privando a las abejas de su hábitat natural.
"Tras algunas buenas semanas en la primavera, las abejas se ven amenazadas por la hambruna, porque avanzado el año casi no quedan flores", agregó.
Imágenes satelitales muestran que "en vastas regiones, especialmente en la zona oriental del país, no hay nada que sirva de alimento a las abejas", agregó.
Y los cultivos están saturados de insecticidas y pesticidas, que casi en su totalidad les resultan mortales.
Apicultores del estado de Baden Wurttemberg informaron sobre la muerte de cientos de abejas en mayo. Culparon a un componente químico del insecticida Poncho Pro, empleado para proteger de las larvas a las semillas del maíz.
Manfred Raff, director de la asociación regional de apicultores, comentó a IPS que hizo analizar a sus abejas luego de las muertes masivas. "Encontramos en sus cuerpos abundantes trazas de ese químico", afirmó.
Como consecuencia de una demanda judicial planteada por Raff y otros 700 apicultores de Baden Wurttemberg, el gigante de la industria química y farmacéutica Bayer admitió que Poncho Pro causó las muertes, pero culpó a los productores de semillas por el uso indebido de ese químico.
Vivir en las ciudades se ha vuelto más atractivo para las abejas, "porque las áreas verdes recreativas y los jardines tienen una vegetación variada y exuberante, que florece a lo largo de varios meses, desde principios de la primavera hasta el fin del verano", dijo Rosenkranz.
"En las ciudades, las abejas sólo deben volar unos pocos cientos de metros, de un parque público a un balcón y de allí a un jardín, para encontrar suculentas flores, en su mayoría libres de insecticidas", agregó.
Rosenkranz señaló que las abejas han estado bajo la amenaza de exterminio durante años. En 2007, murió alrededor de 30 por ciento de su población en Alemania. Actualmente, 330 de las 550 variedades de abejas silvestres están consideradas especies en peligro.
El panorama se repite en otros países, especialmente en Estados Unidos: en 2007, en regiones de 24 estados, hasta 70 por ciento de la población de abejas murió en extrañas circunstancias.
La desaparición de estas polinizadoras por excelencia tendría profundas consecuencias ambientales, que irían mucho más allá de la falta de miel. La escasez de alimentos se agravará si las colonias de abejas dejan de polinizar frutas y vegetales.