Cuando Mulu Baboche viajó desde la capital de Etiopía a su pueblo natal en las áreas rurales del sur, azotadas por la sequía, encontró a su hermano debilitado, a los animales escuálidos y a sus nueve sobrinos languideciendo de hambre.
Mulu calculó que podría hacerse cargo de un niño más de regreso en Adis Abeba, pero ¿a cuál elegir?
"Todos ellos eran tan flacuchentos, eran todos lo mismo", dijo Mulu, sentada en el salón de su casa.
Finalmente, eligió a la menor, no necesariamente la más enferma pero sí su favorita. Mientras la sequía y la escasez derivada de la crisis alimentaria global sumen a millones de personas en la indigencia y en el hambre, Etiopía afronta un dilema similar.
Como ocurre con Mulu, este país parece estar mostrando su propia forma de favoritismo, proveyendo de alimentos baratos a los habitantes de las ciudades. Y esto, posiblemente a expensas de los agricultores y criadores de ganado, que padecen la sequía en el resto del país.
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Las oficinas municipales en la capital y otras ciudades comenzaron este mes a vender alimentos a precios casi 40 por ciento por debajo del costo, desde un primer embarque de 150.000 toneladas de trigo, suficiente comida para llenar por lo menos cinco barcos.
Incluyendo el transporte, este país pagó unos 80 millones de dólares por el trigo, según cifras suministradas por Gebere Egziabher, uno de los directores de la Empresa Etíope de Comercialización de Granos. La medida había sido anunciada meses antes por el primer ministro Meles Zenawi para paliar la duplicación del precio de los alimentos que se produjo durante el año pasado.
SERIA ESCASEZ
Pero mientras, el país tiene menos de la mitad de lo que necesita para los esfuerzos de alivio en las zonas rurales, y culpa a los donantes por la escasez.
Según algunos cálculos, más de 13 millones de etíopes necesitarán alguna clase de asistencia de emergencia este año para hacer frente a una combinación de sequía y aumento de los precios de los alimentos. Etiopía pidió a los donantes 300 millones de dólares extra en alivio de emergencia en junio, y probablemente aumentará su solicitud esta semana.
"Es obligación de la comunidad humanitaria ver que las necesidades sean satisfechas", dijo Simon Mechale, al frente de la agencia de alivio de desastres de este país.
"La comunidad humanitaria no ha podido apoyar plenamente lo que se estableció de modo conjunto", agregó.
Sin embargo, los gobiernos donantes pueden ser reacios al último pedido, dado que están cada vez más consternados con el programa de alimentación urbana, que dicen ha puesto en peligro los esfuerzos de alivio en las áreas rurales.
En los últimos 18 meses, el gobierno etíope tomó prestadas 260.000 toneladas de la reserva de granos, con las que formó una suerte de banco de alimentos para tiempos difíciles, a fin de apoyar la distribución de productos subsidiados en áreas urbanas. Como Adis Abeba no devolvió el importe de una sola tonelada, ahora la reserva de granos está casi vacía.
"Fue una estrategia con muy poca visión de futuro, porque ellos no tenían las reservas para responder", dijo Suzanne Poland, directora de la Oficina para las Transacciones de Bienes y Ganado de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid).
Etiopía y organizaciones asociadas, como el Programa Mundial de Alimentos, dependiente de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), han tenido que priorizar el uso de suministros limitados, reduciendo un tercio las raciones y distribuyendo alimentos sólo en las áreas más afectadas.
Con millones de familias indigentes en las zonas rurales sin recibir ningún tipo de asistencia, sus niños rápidamente caen en una desnutrición severa. Los centros de alimentación terapéutica instalados para asistir en los casos más desesperados a veces están repletos de madres con sus hijos.
Etiopía también debe responder a la amenaza que plantea la crisis mundial de alimentos a su propia estabilidad política.
Los elevados precios ya condujeron a protestas y disturbios en países como México y Camerún. En Haití, el descontento llevó a la renuncia del primer ministro. En Etiopía no ha ocurrido nada de esa naturaleza, y las políticas parecen determinadas a impedirlo, incluyendo el uso de la estratégica reserva de granos.
El número de personas con hambre en todo el mundo creció unos 50 millones en 2007, como resultado de los altos precios, según informó la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
Según esa agencia, la actual crisis se debe a una combinación de factores, como el incremento de la demanda de productos agrícolas, debido al aumento poblacional y el desarrollo económico de los países emergentes, la rápida expansión de los biocoumbustibles y el insuficiente suministro debido a los efectos negativos del cambio climático en la producción, en especial sequías e inundaciones.
En conferencia de prensa a comienzos de este mes en Adis Abeba, el ministro de Agricultura de Etiopía, Abera Deresa, reiteró la posición del gobierno de que los pobres de las ciudades son los más vulnerables.
Pero defender el programa de alimentación urbana sobre la base de estos mismos argumentos se volvió más difícil luego que el gobierno elevó el precio del grano subsidiado.
Antes, sólo las familias certificadas como pobres podían comprar el grano subsidiado a 90 birr (9,47 dólares) los 50 kilogramos. Ahora, el costo de los 50 kilogramos asciende a 125 birr (13,15 dólares), dejando el producto fuera del alcance de gente como Mulu, que depende de él. En cambio, comerciantes, panaderos y madres de clase media ahora hacen fila para comprar el trigo.
Mulu dijo la semana próxima tendrá que enviar a su sobrina de regreso al campo, pues no puede comprar comida para alimentarla. "La vida es terrible allí, pero no tengo opción", expresó.
Tras regresar de una ceremonia en una iglesia que señaló el fin de 15 días de ayuno, Mulu y su familia todavía no habían ingerido alimento. Ella guardaba lo último que le quedaba de su pan para comerlo después, en la noche, sin saber cómo alimentaría a su familia al día siguiente.
"Los próximos días serán muy oscuros", pronosticó.