ISRAEL: Bomba demográfica, más temible que la atómica

Si Israel no resigna el control de los territorios palestinos, dejará de existir como estado judío y democrático. El primer ministro Ehud Olmert ha lanzado y reiterado ese augurio en los últimos años, en los términos más luctuosos posibles.

Si los israelíes no se desembarazan de Cisjordania y no se establece un estado palestino, el país se verá atrapado en una lógica similar al apartheid, el régimen de segregación racial institucionalizada que rigió en Sudáfrica en perjuicio de la mayoría negra hasta 1994.

"Llegará el día en que la solución de 'dos estados' colapsará y nos enfrentaremos con una lucha como la de Sudáfrica por el derecho al voto", dijo. "Cuando eso suceda, se acabará el estado de Israel."

Las convicciones de Olmert se refieren a lo que muchos israelíes denominan "la amenaza demográfica", un escenario en el cual los árabes, dada su mayor tasa de natalidad, superarán en cantidad a los judíos en el área entre el río Jordán y el mar Mediterráneo que incluye Israel, Cisjordania y Gaza.

Una vez que la demografía se desequilibre, los judíos israelíes se encontrarán en un dilema: serán una minoría que dominará a una mayoría árabe.

Cuando eso suceda, los palestinos abandonarán su lucha por un estado separado e independiente para reclamar un derecho elemental: el de un voto por persona en un estado único. La demanda será irresistible para la comunidad internacional, como sucedió en Sudáfrica.

La demografía siempre fue clave en el conflicto palestino-israelí. Los dirigentes políticos suelen blandir las tasas de fertilidad como si se tratara de revólveres cargados. El arma más potente de los palestinos es el útero, solía decir el fallecido líder Yasser Arafat.

La huida en masa de cientos de miles de palestinos del flamante estado en la guerra de 1948 y la migración también masiva desde la diáspora a Israel a fines de los años 40 y principios de los 50 aseguraron una mayoría judía en el país.

Hoy, casi todos los israelíes se oponen a la demanda palestina del "derecho al retorno" de los refugiados y su descendencia, pues creen que eso significará un aluvión de millones de exiliados y el fin del estado judío.

La realidad demográfica cambió otra vez cuando Israel ocupó en 1967 Cisjordania y Gaza, habitadas por cientos de miles de palestinos, y comenzó a construir asentamientos judíos allí. Ahora está cosechando las tempestades que sembró con esos vientos.

La población israelí, incluidos los 270.000 colonos radicados en Cisjordania, suma unos 7,3 millones. De ese total, 5,5 millones son judíos y otros 300.000 cónyuges de judíos, la mayoría de los cuales migraron desde la antigua Unión Soviética en los años 90.

Alrededor de 1,4 millones son árabes con ciudadanía israelí, la gran mayoría de religión musulmana. Los judíos constituyen 80 por ciento de la población.

Pero al incluir Cisjordania y Gaza en los cálculos la demografía cambia radicalmente. Allí viven 3,5 millones de palestinos que, sumados a los 1,4 millones de árabes israelíes, arrojan un resultado inquietante: 5,8 millones de judíos y 4,9 millones de árabes radicados entre el río Jordán y el mar Mediterráneo.

La alta tasa de natalidad árabe y la alta tasa de mortalidad judía, consecuencia del envejecimiento de esa comunidad, indica que el punto de equilibrio está a unos pocos años de distancia, dijo Sergio DellaPergola, profesor de demografía en la Universidad Hebrea de Jerusalén y uno de los principales expertos israelíes en la materia.

La natalidad de Israel es elevada para tratarse de un país industrializado —un promedio de 2,7 hijos por familia—, pero está muy lejos de la de Gaza, que asciende a 5,5.

"Estamos casi por alcanzar la paridad demográfica", dijo DellaPergola a IPS. "La situación cambia día a día en favor de los árabes. Es dramático. El crecimiento natural de los árabes es, más o menos, el doble del de los judíos."

La demografía tiene implicaciones políticas, agregó. "¿Será Israel un estado judío o un estado binacional? No se puede ignorar la demografía", se contestó.

Quienes cuestionan ese argumento insisten en que las estadísticas palestinas están infladas. Pero aunque fuera así, dijo DellaPergola, no cambiaría la tendencia hacia una mayoría árabe y una minoría judía entre el Jordán y el Mediterráneo.

Otros, especialmente los colonos judíos, apuestan todo por otra ola inmigratoria, como la de los años 90, cuando un millón de judíos soviéticos llegaron al país.

Sin embargo, las otras grandes concentraciones de judíos se ubican en países ricos como Estados Unidos y Gran Bretaña, y no deben estar dispuestos a deprimir su calidad de vida por una mudanza precaria a Medio Oriente.

Tradicionalmente fue la izquierda israelí la que esgrimió el argumento demográfico, con la esperanza de que eso la ayudara a convencer a la ciudadanía de resignar los territorios, abandonar los asentamientos y apoyar la solución de dos estados.

Hace unos pocos años, algunos líderes derechistas, como el propio Ehud Olmert, se dejaron convencer por este fenómeno. Fue entonces que comenzó el tiempo de desmantelar los asentamientos.

Olmert, miembro durante decenios del derechista partido Likud —el mismo que dio origen al mayor impulso de los asentamientos en Cisjordania y Gaza—, abrazó la idea en una entrevista que brindó en 2003 al diarioi Haaretz. Era entonces viceprimer ministro de Ariel Sharon.

Cada vez más palestinos carecen de interés en "negociar una solución de dos estados, porque pretenden cambiar la esencia del conflicto del paradigma argelino al sudafricano, de una guerra contra la 'ocupación' a una lucha por un voto por persona", indicó entonces.

"Se trata de una lucha mucho más limpia, mucho más popular y, en última instancia, mucho más poderosa. Eso llevaría al final del estado judío", sostuvo.

Este mismo año, fue aun más allá: "Las organizaciones judías, nuestra base de poder en Estados Unidos, se volverán contra nosotros porque no podrían apoyar un estado sin democracia ni derecho al voto justo para todos sus ciudadanos."

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