IRÁN: La UE y EEUU entre la confianza y la suspicacia

El tono conciliatorio de Irán en sus últimos anuncios sobre la disputa nuclear con Estados Unidos y la Unión Europea (UE) dejó a sus contrapartes con más sospechas que esperanzas.

Las intenciones del régimen de Mahmoud Ahmadineyad, caracterizado por su discurso intransigente, son motivo de controversia en Occidente.

En un almuerzo con una docena de periodistas en Nueva York, el canciller iraní Monouchehr Mottaki pronosticó la semana pasada que su país respondería favorablemente a la última propuesta del grupo compuesto por los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU más Alemania.

El paquete de incentivos para que Irán suspenda su programa de enriquecimiento de uranio no difiere significativamente del ofrecido por los mismos interlocutores en 2006 y que el gobierno de Ahmadineyad rechazó.

Es posible que la fórmula haya sido acordada porque permitía a todas las partes volver a la mesa de negociaciones sin parecer que perdieron la puja.

El alto representante de la UE para la Política Exterior y la Seguridad, Javier Solana, presentó verbalmente la fórmula a los iraníes.

Por un periodo de seis semanas, Irán detendría todo avance en sus actividades de enriquecimiento mientras el Consejo de Seguridad de la ONU se abstendría de imponer sanciones adicionales contra ese país.

En ese periodo, la UE e Irán negociaría un acuerdo de suspensión completa, tras el cual Estados Unidos se uniría formalmente a las deliberaciones.

De ese modo, Teherán podría afirmar que no suspendió sus actividades nucleares como precondición para negociar sino como consecuencia de esas conversaciones, y Washington podría ufanarse, a su vez, de que no se sumó a ellas antes de la suspensión.

De todos modos, la fórmula no es nueva. Porqué Irán aceptaría, y si lo haría, era motivo de abundante especulación. Como es habitual, el gobierno islamista había emitido señales contradictorias.

Mottaki usó un tono inusualmente conciliador en Nueva York, sin repetir el mantra habitual: que el enriquecimiento de uranio era innegociable. Días antes, un antecesor suyo, Ali Akbar Velayati, se pronunció a favor de negociar entrevistado por el diario conservador iraní Jomhouriye Eslami.

Las palabras de Velayati reafirmaban la posición del líder religioso supremo de Irán, Ali Jamenei, de quien es uno de sus principales asesores.

Así, Velayati y Mottaki —y, por ende, Jamenei— refutaban indirectamente la posición radical del presidente Ahmadineyad e indicaban que Irán debería negociar pues se ganó, de hecho, el reconocimiento a su derecho a enriquecer uranio.

Irán podría negociar desde una posición de poder, y no, como otras potencias de Medio Oriente, al fin y al cabo humilladas, desde la debilidad.

Como el gobierno de George W. Bush no quería que el de Ahmadineyad contestara que sí a la propuesta de Alemania, China, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y Rusia, Irán podría comprometerse con la vía diplomática y demostrar a la comunidad internacional que no era un obstáculo para la paz, en la visión de Velayati.

Por otra parte, el portavoz del gobierno, Gholamhossein Elham, rechazó públicamente un congelamiento de las actividades nucleares iraníes y afirmó que las negociaciones deberían abrirse sin aceptar la fórmula de Solana.

Según informes anteriores, la respuesta formal de Irán parecía más alineada con las declaraciones de Elham y no con las de Velayati y Mottaki.

Las reacciones de Occidente oscilaron entre el escepticismo y la suspicacia: Teherán pone buena cara para ganar tiempo o reconoció el peligro real de un ataque israelí y muestra mayor flexibilidad como consecuencia directa del discurso belicoso israelí.

Irán sólo responde a la fuerza o a la amenaza, y la imposición de nuevas sanciones de la UE combinada con los anuncios israelíes lo demostró, según esta visión.

Irán tal vez está comprando tiempo —reduciendo tácticamente la tensión mientras espera la salida de Bush del gobierno el próximo 20 de enero—, pero la idea de que responde a la amenaza de la fuerza es, en el mejor de los casos, una explicación incompleta de los últimos acontecimientos.

Si Irán cedió por ese motivo, ¿por qué no lo hizo hace dos años, cuando era más vulnerable y la credibilidad de las amenazas era mayor.

Hoy, el precio del petróleo está al doble que entonces, la credibilidad del gobierno estadounidense está en su mínimo histórico, las evaluaciones de la comunidad de inteligencia en Washington hace políticamente más complicado un ataque y hasta el candidato presidencial del gobernante Partido Republicano, John McCain, favorece más la vía diplomática.

En su sentido textual, las palabras de Veleyati reflejan más confianza que temor como factor principal en la decisión iraní.

El debate en Teherán se concentra en si continuar desafiando al Consejo de Seguridad o consolidar los avances diplomáticos del país. Los partidarios de la segunda opción advirtieron, al parecer, que el gobierno de Bush ayudó al éxito iraní.

Con Bush alejándose de la Casa Blanca, y con McCain o el demócrata Barack Obama como inquilinos, el próximo presidente tendrá más influencia sobre los europeos, así como sobre los países no alineados, muchos de los cuales no quieren cumplir con las sanciones contra Irán y le brindan una ruta de escape.

Si Estados Unidos participa en las negociaciones que comenzarían ahora, Obama y McCain ya tendrían una vía por la que transitar en la próxima presidencia. Quien sea que gane las elecciones heredaría una disputa mucho menos problemática y tendrían mayor margen de maniobra.

* Trita Parsi es autor de "Treacherous Triangle — The Secret Dealings of Iran, Israel and the United States" ("Triángulo traicionero: Las relaciones secretas de Irán, Israel y Estados Unidos", Yale University Press, 2007). También es presidente del Consejo Nacional Iraní Estadounidense.

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