CAMBIO CLIMÁTICO: Los biocombustibles contraatacan

Japón desea que la cumbre del Grupo de los Ocho (G-8) países más poderosos del mundo, que concluirá este lunes en la septentrional isla de Hokkaido, reconsidere a los biocombustibles como una alternativa para afrontar el cambio climático.

El empleo de biocombustibles ha estado en ascenso, inicialmente como una variante menos contaminante y más recientemente como forma de aliviar el constante encarecimiento del petróleo.

Pero los críticos de esta fuente de energía señalan que su uso puede producir más emisiones de gases invernadero, en parte responsables por el recalentamiento global, que las que limita.

Talar bosques con el fin de preparar tierras para la agricultura aumenta la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera, dado que los árboles absorben ese gas y liberan oxígeno en el proceso de fotosíntesis, argumentan, y usar materias primas que sirven como comida para producir combustible va contra el objetivo de promover la seguridad alimentaria.

Pero no todos coinciden con estos cuestionamientos. "Culpar a los biocombustibles por la crisis alimentaria es una desvío del problema real, que pasa por la superpoblación del planeta, que lleva a un rápido incremento en el uso de combustibles fósiles y a un mayor recalentamiento", dijo Mike Taylor, gerente de finanzas de la consultora Asia Resource Partners, con sede en Tokio.
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"No estoy sugiriendo que la solución al problema es sencilla, pero en última instancia se trata del concepto económico elemental de la oferta y la demanda", dijo a IPS.

"La oferta de combustibles fósiles es limitada y sumada a una creciente demanda, en este caso como en el de cualquier otra materia prima, empuja los precios al alza", agregó.

"Existen muchos tipos de biocombustibles, por lo que sugerir que todos son igualmente malos y que todos son creadores netos de gases invernadero es engañoso. Aunque es cierto que algunas de las tecnologías de biocombustibles deben mejorarse, para reducir su componente de combustibles fósiles", señaló Taylor.

La industria indonesia del aceite de palma, que se usa para la producción de combustible, es un ejemplo de la controversia en curso.

La Comisión Indonesa del Aceite de Palma señaló en un folleto propagandístico que "en comparación con las selvas tropicales, las plantaciones de palmas poseen ventajas ambientales, ya que absorben más dióxido de carbono y liberan más oxígeno".

Algunos científicos discrepan con esa evaluación. Sin embargo, según Taylor, "el problema real es la destrucción de una selva tropical y la pérdida del hábitat natural de muchas especies para crear una plantación de palmas".

La tecnología de los biocombustibles se encuentra en su infancia y requiere mayores investigaciones e inversiones para mejorar su eficiencia, agregó.

El director del Consejo Internacional de Alimentos y Política Comercial Agrícola, Hiroshi Shiraiwa, también cree que los biocombustibles pueden ser la solución.

"No debemos eliminarlos en tanto resulten sustentables en base a ciertos criterios. Y hacen falta más evaluaciones cuidadosas antes de que lleguemos a la respuesta final", dijo.

Los biocombustibles se han convertido en chivos expiatorios, señaló a IPS. "Es necesario para que los políticos y los gobiernos oculten su negligencia e incapacidad para promover inversiones en la agricultura y el desarrollo rural en las últimas décadas", agregó.

"Creo que con un nivel de inversión adecuado en el sector agrícola, especialmente en las áreas de desarrollo tecnológico, infraestructura y servicios de extensión agropecuaria, podemos alcanzar la seguridad alimentaria", afirmó Shiraiwa.

"En mi opinión, los países deben fijar metas de producción de biocombustibles basadas en la disponibilidad de materias primas. Es importante reconocer que incluso Estados Unidos puede ofrecer sólo un pequeño porcentaje de biocombustibles de primera generación para reemplazar el empleo de la gasolina", agregó.

Las tecnologías empleadas para producir esos biocombustibles de primera generación no son competitivas en materia de costos frente al petróleo, por ejemplo, y sólo ofrece pequeñas reducciones en emisiones de gases invernadero.

Las de segunda generación apuntan a incrementar la cantidad de biocombustibles que puede producirse a través del empleo de residuos de las cosechas, como tallos, hojas y cáscaras, además de otros elementos que no se destinan a la alimentación, como astillas de madera y pulpa de frutas exprimidas.

Sin embargo, estas tecnologías de segunda generación no estarán disponibles en el corto plazo.

Las áreas rurales del planeta albergan a 2.000 millones de personas que dependen de 450 millones de pequeños agricultores diseminados por todo el mundo, frecuentemente en áreas marginales y vulnerables, según Farhana Haque Rahman, del Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola.

La seriedad de la situación no debe ser subestimada. Se espera que como consecuencia del cambio climático haya 50 millones de personas más que enfrenten el riesgo del hambre para 2020.

"Los biocombustibles todavía son vistos como una respuesta importante ante el cambio climático, pero plantean el riesgo de una mayor competencia por las tierras cultivables, que puede contribuir al aumento de precios", advirtió Rahman.

Al mismo tiempo, los cultivos para los de segunda generación, como el sorgo con alto contenido de azúcar, o la jatrofa, planta cuyas semillas tienen un alto contenido de aceite no comestible, aptos para crecer en tierras marginales, pueden convertirse en una nueva fuente de ingresos para los pequeños agricultores, agregó.

Los esfuerzos internacionales deben centrarse en la reducción de los riesgos y la maximización de las oportunidades que van de la mano con los biocombustibles, dijo Rahman.

"A fines de este siglo, tendremos una variedad de fuentes de energía", señaló Shiraiwa. "Entre ellas, la solar, de biomasa, gas natural, hidroeléctrica y algunas otras, según las proyecciones de los expertos. Tenemos que fomentar las fuentes de energía renovable como la mejor solución para el ambiente y la sustentabilidad", agregó.

En su opinión, "no debemos eliminar a los biocombustibles de primera generación, porque tomará mucho tiempo dar el salto tecnológico para producir los de segunda generación".

En tanto, en su esfuerzo por promover los biocombustibles, los anfitriones japoneses de la cumbre del G-8 pasearán por Hokkaido a los líderes del grupo en automóviles Honda que emplean pilas (o células) de combustible, un dispositivo electroquímico que transforma la energía química de un combustible en electricidad o calor, pero sin combustión. Pero hay que ser jefe de Estado o de gobierno de un país rico para apreciar los posibles beneficios de esta tecnología. Los expertos consideran que hay que recorrer aún un largo camino, que demandará mucho tiempo, para llegar a un uso en gran escala de esas pilas de combustible a nivel mundial.

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