La cada vez más encarnizada lucha entre Turquía y el insurgente Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) amenaza con elevar la inestabilidad de todo Medio Oriente.
Ante la pasividad de las potencias, los países de la región son hoy los que asumen la tarea de mediar en las crisis que la aquejan. Y Turquía es uno de los más activos en ese sentido, con su intervención, por ejemplo, en el conflicto entre Israel y Siria.
Eso deja a Estados Unidos en un dilema. ¿Debe seguir con su tradicional política de dar luz verde al enfoque militarista de Turquía hacia el problema kurdo o ejercer presión sobre su fiel aliado hacia una solución política?
Fuerzas turcas y del PKK han asegurado, desde comienzos de año, que mataron a cientos de enemigos en diversos combates, lo que deja en evidencia el resurgimiento de la vieja hostilidad.
Pero esas batallas, al mismo tiempo, suponen un riesgo para la estabilidad de Iraq, cuya comunidad kurda, que goza de una gran autonomía institucional en el relativamente seguro norte del país, es una vieja aliada de Estados Unidos.
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"Estamos en el umbral de una era de aumento de la influencia del PKK, una era crítica", escribió el columnista turco Mehmet Ali Birand, del diario Turkish Daily News, en que se hacía referencia al potencial desestabilizador del actual conflicto.
Turquía parecía triunfante luego de la captura del líder histórico del PKK, Abdulá Ocalan, en 1999. Pero a partir de 2007 presenció una escalada de ataques a manos de insurgentes kurdos, lo que dejó la sensación de un conflicto abierto como en los años 80 y 90.
La lucha entre el PKK y Turquía se ha cobrado 40.000 vidas desde que se lanzó a la guerra en 1984. Ese partido en armas es considerado organización terrorista por Ankara y por docenas de gobiernos occidentales, incluido Estados Unidos.
Hoy, luego de años de inacción, todo indica que el PKK realizó un fuerte regreso y que gana impulso, tanto en Turquía como en el exterior.
El pueblo kurdo, de 19 millones de personas, se extiende sobre el territorio de cuatro países (Turquía, Siria, Irán e Iraq), y constituye la minoría étnica más grande del mundo sin territorio propio. Su población en Turquía se calcula en cinco por ciento de los 67 millones de habitantes del país.
El PKK reivindica la independencia, o al menos la autonomía y el respeto del idioma y la cultura, de los kurdos que se concentran en el sudeste de Turquía.
En cambio, el Kurdistán iraquí goza de una gran autonomía desde la derrota del régimen de Saddam Hussein en 1991 en la guerra del Golfo, a manos de una coalición militar internacional encabezada por Estados Unidos. La autonomía es garantizada por la ctual constitución iraquí.
Según las fuerzas armadas y el gobierno turco, el PKK realiza ataques contra el ejército desde el Kurdistán iraquí. En respuesta, hubo incursiones militares turcas contra supuestos bastiones de ese grupo en el norte de Iraq.
"Es evidente que el PKK se ha reorganizado. Estuve en Europa hace poco y me sorprendió la fuerza que tiene allí", dijo Aliza Marcus, periodista y autora del libro "Sangre y fe: El PKK y la lucha kurda por la independencia".
"El partido recuperó el apoyo de muchos kurdos que no necesariamente son sus partidarios pero que, al mismo tiempo, no ven otra opción", añadió.
Mientras Turquía ganaba la atención del mundo al lograr que Israel y Siria se decidieran a negociar, un millar de personalidades kurdas, entre ellas legisladores y afiliados al PKK, llamaron a la Unión Europea y a Estados Unidos a nombrar un mediador internacional para atender la cuestión.
Con el peso estratégico creciente de Turquía a ojos de Washington, cualquier amenaza a la estabilidad dentro de las fronteras de este aliado de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) haría peligrar los planes estadounidenses para Medio Oriente.
Estados Unidos requiere una sólida alianza con Turquía para contener la amenaza nuclear de Irán y la influencia cada vez mayor de ese país en Medio Oriente. Además, necesita tropas turcas para abortar el resurgimiento del movimiento islamista Talibán en Afganistán.
Expertos tienen el fuerte presentimiento de que los combates atravesarán la frontera del vecino Iraq, donde se encuentran los cuarteles del PKK.
Mientras, Turquía continúa lanzando ataques aéreos sobre el Kurdistán iraquí, lo cual podría arrastrar al conflicto a los kurdos del país vecino.
La ronda de operaciones turcas en el norte de Iraq comenzó en febrero, con reacciones internacionales que oscilaron entre un inicial consentimiento y la aprehensión posterior.
Finalmente, Estados Unidos lanzó una advertencia en forma de recomendación. El secretario (ministro) de Defensa, Robert Gates, alertó que Turquía debía combinar sus operaciones militares con "medidas económicas y políticas" en beneficio de la población kurda.
De otro modo, sostuvo, sus ataques "se volverán cada vez menos eficaces".
Estas declaraciones reflejaron la "frustración" de Washington, según Marcus. "Turquía había prometido reformas, y sostenía que, luego del arresto de Ocalan, sería el momento", pero "no hizo nada", explicó.
Al mismo tiempo, el conflicto se internacionaliza aun más. Un grupo aliado del PKK pero que asegura contar con ayuda estadounidense, el Partido por la Vida Libre en Kurdistán (PEJAK), está ahora luchando en Irán.
El PEJAK asegura que mató al menos a ocho miembros de la Guardia Revolucionaria iraní la semana pasada.
Podría ser una buena noticia para Estados Unidos, si no fuera porque el curso de los acontecimientos podría alentar la cooperación en materia de seguridad entre Irán y Turquía.
Las perspectivas de un agravamiento del conflicto dentro de Turquía y su derrame hacia países vecinos son ciertas. "La cuestión kurda es como el genio", dijo Najmaddin Karim, del Instituto Kurdo en Washington. "Una vez que salió de la botella, es imposible meterlo de vuelta allí."