Han pasado 34 años desde que Portugal accedió a la democracia tras un período oscurantista de casi medio siglo y desmanteló el más arcaico imperio colonial del mundo. Pero las mujeres aún siguen esperando algo mejor como resultado de esa gesta libertaria.
Las palabras de orden, "A luta continua" – "A vitória é certa" (La lucha continúa – la victoria es cierta), se han ido disipando al paso de los años, pero mientras prosiga la discriminación económica y social contra las mujeres la democracia no podrá considerarse un sistema en funcionamiento cabal.
Para el feminismo lusitano, estas palabras de orden continúan plenamente vigentes.
Este argumento, evocado por las organizaciones de la mujer y las no gubernamentales que actúan en la promoción de una mayor actividad de la sociedad civil, ahora también comenzó a hacer parte del debate sobre las garantías sociales y laborales, consideradas parte integrante de los derechos humanos.
El último fin de semana de este mes la Unión de Mujeres Alternativa y Respuesta (UMAR), ampliada a una vasta comisión promotora, realizará el Congreso Feminista destinado "a desafiar las estructuras patriarcales", como señala una de sus dirigentes, Maria José de Magalhães.
El Congreso, según UMAR, será una iniciativa de ámbito internacional, con la participación de líderes feministas de varios países, y que "pretende transformarse en un acontecimiento de carácter científico e interventor, invitando a las principales investigadoras e investigadores del campo de los estudios sobre las mujeres", así como activistas del terreno.
En las acciones previas al Congreso, las dirigentes portuguesas han logrado una amplia cobertura de los medios de comunicación, cuyas redacciones en gran parte, cuentan con un elevado número de mujeres.
En los encuentros preliminares a la reunión de Lisboa, los días 26, 27 y 28 de este mes, UMAR ha denunciado los ejes estructurales de la discriminación, que se sitúan en el acceso al empleo por parte de las jóvenes, que son descartadas ante los muchachos, inclusive cuando presentan mejores calificaciones promedio y mayor grado de formación.
Asimismo, en artículos previos publicados este mes, se denuncia la persistencia de las discriminaciones salariales y hasta el incumplimiento de la ley, que obliga a la igualdad de sueldos, la dificultad en el acceso a cargos directivos, a lugares cumbre en la política, la sobrecarga de trabajo derivada de la "obligación" de cumplir labores domésticas.
El listado de denuncias publicadas en la prensa que anteceden al Congreso incluye la mayor cesantía y pobreza, las varias faltas en la aplicación de la ley de derechos de maternidad y la desigualdad de acceso a los derechos generales por parte de las lesbianas en términos de socialización debido a los estereotipos.
En estos siete lustros que han transcurrido desde que los capitanes izquierdistas derrocaron el régimen corporativista ultra católico (1926-1974) basado en la Italia fascista de Benito Mussolini (1922-1943), las mujeres han ido poco a poco conquistando el terreno político, desconocido para ellas desde siempre.
El dictador Antonio de Oliveira e Salazar, ideólogo de "O Estado Novo" filo italiano y posteriormente admirador del nazismo alemán (1933-1945), no sólo lo había vedado a quien no fuese de derecha, sino también al sexo femenino en su globalidad.
Esta realidad, descrita a IPS por la socióloga y dirigente de la UMAR, Manuela Tavares, no cambió de un día para otro con la primavera de la democracia de 1974, y fue a lo largo de estos 34 años que las mujeres "fueron tomando la palabra en la gestión de su propia vida, inclusive en el ámbito sexual".
En efecto, según datos de la Unión Europea (UE) y Noruega correspondientes a 2005 y publicados un año después, tomando como base las últimas elecciones celebradas hasta entonces, la representación femenina en el hemiciclo unicameral portugués de São Bento supera cómodamente el promedio de 18,4 por ciento regional.
El parlamento más cercano a la paridad es el de Suecia, con 45,3 por ciento de mujeres, Noruega 37,9, Finlandia 37,5, Dinamarca 36,9, Holanda 36,7, España 36, Alemania 31,8 por ciento, Portugal 26,5, Gran Bretaña con 19,7, Francia con 12,2 y, al final, Italia el más "machista" de la UE con 11,5 por ciento de diputadas.
Uno significativo "empujón" al Congreso feminista apareció la semana pasada en el influyente matutino Público, de Lisboa, que en un amplio reportaje de tres páginas sostiene que "las licenciadas de la Universidad de Lisboa que se graduaron entre 1999 y 2003 tienen más dificultades para acceder al primer empleo que los muchachos".
El reportaje denuncia también que, "cuando consiguen trabajo, ellas acaban por ganar menos que ellos".
El énfasis central del pormenorizado trabajo periodístico se coloca en la industria de la corteza de alcornoque, materia prima del corcho, cuyo comercio mundial es controlado en 67 por ciento por Portugal, que obtiene 1.300 millones de dólares anuales por su venta y en cuyas unidades procesadoras trabajan unas 5.000 mujeres, 40 por ciento de sus puestos de trabajo.
Actualmente, 90 por ciento del corcho es vendido en mercados internacionales, en especial Francia, Estados Unidos, España y Chile. Una tajada importante de las exportaciones portuguesas: 2,2 por ciento del total de las ventas hacia la UE y cinco por ciento a los no comunitarios.
En este crucial sector de la economía portuguesa, entre 2000 y 2005, la situación discriminatoria a la que estaban sujetas las mujeres que ocupaban cargos de alguna dirección en la producción de la corteza no mejoró.
En 2005, la remuneración equivalía a 70 por ciento de la de los hombres, es decir que continúa siendo idéntica a la de 2000.
Pero la persistencia acabó por imponerse a fines de mayo, cuando la ronda negociadora entre empresarios y sindicatos llegó a un acuerdo extraordinario de revisión salarial, estableciendo el plazo límite de ocho años para la igualdad de géneros en los sueldos.
"Es un mal acuerdo, pero es el único posible, porque sabemos que es esto o nada", sostuvo a Público María José Pereira, de 41 años, delegada sindical del sector.
A estos ejemplos de la industria de la elaboración de la corteza de alcornoque, se une un verdadero rosario de acusaciones de discriminaciones sufridas por las portuguesas.
Casos que ciertamente serán debatidos en el Congreso feminista dentro de dos semanas, porque además, según dijo Manuela Tavares a IPS, la sociedad portuguesa "tiende a penalizar a las mujeres por la reproducción de la humanidad".
Un claro ejemplo de esto es que en las entrevistas para postular a un empleo y como asunto de la mayor importancia, "los empresarios preguntan a las jóvenes si piensan tener hijos".
En gran parte, la desigualdad se basa en esquemas de gestión del tiempo, donde "las mujeres invierten en promedio 19 horas por semana en tareas domésticas", lo cual determina "una modesta participación en la vida pública", sentenció la investigadora.