El primer ministro no deja de reñir con el ministro de defensa. El canciller y el primer ministro apenas se dirigen la palabra. Y el viceprimer ministro habla en público sobre lo que haría si reemplazara a su jefe. El gobierno de Israel está patas para arriba.
Las acusaciones de corrupción contra el primer ministro Ehud Olmert y los pedidos de renuncia, formulados por figuras de la oposición y de la propia coalición gobernante, dejan la impresión de que las elecciones anticipadas están a la vuelta de la esquina, lo que paraliza al gabinete.
El resultado: decisiones clave, como la aceptación de la tregua con el Movimiento de Resistencia Islámica (Hamás) en Gaza patrocinada por Egipto, quedaron atrapados en medio de las batallas políticas internas.
Finalmente, la tregua fue oficializada este miércoles, pero en la misma jornada Olmert la calificó de "frágil" y advirtió que "podría ser breve".
Pocos días antes, el ministro de Defensa, Ehud Barak, había considerado que "la tregua debió haberse alcanzado hace mucho tiempo", pero no fue posible por razones políticas internas.
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El gobierno israelí "fue incapaz de tomar decisiones sobre Hamás, Siria, Líbano, Irán o Estados Unidos", sostuvo Barak. "Todas las discusiones del gabinete se hacen de frente a los medios" de comunicación, agregó el líder del centroizquierdista Partido Laborista.
Olmert, del centrista partido Kadima, contraatacó esta misma semana, en reunión de gabinete, frente a frente con Barak. El gobernante aseguró a los gritos que las consideraciones políticas no tuvieron ninguna influencia en sus decisiones sobre treguas u operaciones militares.
"Lo que se ha dicho al respecto fue innecesario e infundado", dijo.
Si Olmert no renuncia a la luz de las acusaciones de corrupción en su contra, habrá elecciones anticipadas, amenazó Barak. Según las denuncias que investiga la justicia, el primer ministro recibió cientos de miles de dólares de un empresario estadounidense.
Es difícil olvidar que hace apenas dos semanas Olmert y Barak coincidían en advertir en público que el ejército estaba a punto de lanzar una invasión a Gaza para aplastar a Hamás y detener los cohetes disparados desde allí sobre territorio israelí.
La semana pasada, los dos se manifestaron en contra de la operación militar, pues prefirieron darle tiempo a Egipto para lograr la tregua que entrará en vigor este jueves.
"El gobierno, en las actuales circunstancias, no está exactamente en condiciones de tomar decisiones estratégicas", dijo a IPS el ex jefe de la inteligencia militar israelí Shlomo Gazit, hoy investigador del Instituto de Estudios sobre Seguridad Nacional con sede en Tel Aviv.
Los ministros "no tienen, de todos modos, apoyo público, así que se dedican a ganar tiempo", evaluó Gazit.
La decisión de aceptar la propuesta tejida trabajosamente por Egipto tiene enormes ramificaciones estratégicas, lo cual torna aun más preocupante la parálisis del gobierno, agregó.
"La tregua impactará en las relaciones entre Israel y Abú Mazen", dijo Gazit, en alusión al presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmoud Abbas, líder del partido centroizquierdista Fatah y con quien Israel concentra sus negociaciones.
"También afecta sus relaciones con Egipto. Si Israel decidía una operación militar, el vínculo habría sufrido una crisis seria", indicó.
La ausencia de respaldo público para el gobierno es otra razón por la cual pocos israelíes se toman en serio las actuales negociaciones con Siria, en las que Turquía es mediadora.
Después de reanudar el diálogo el mes pasado, tras ocho años de interrupción, hubo esta semana una nueva ronda de contactos en Turquía, desde donde se informó que las deliberaciones continuarían.
Colaboradores de Olmert dijeron a funcionarios sirios que las acusaciones de corrupción no afectarán el resultado.
Por más que digan eso, el primer ministro no está en condiciones de negociar un acuerdo de paz con Siria, y menos de vendérselo al público israelí, pues su gobierno está hecho jirones y parece poco probable que él se mantenga mucho tiempo en el cargo.
El tiroteo verbal entre Olmert y Barak no es la única señal de la intoxicación electoral de la política ejecutiva.
A comienzos de este mes, el viceprimer ministro Shaul Mofaz, que confía en que reemplazará a Olmert como líder de Kadima si su jefe se ve obligado a renunciar, advirtió que las sanciones no bastaban para contener las ambiciones armamentistas de Irán.
Mofaz declaró que un ataque israelí sobre instalaciones nucleares iraníes se había vuelto "inevitable". Esos comentarios provocaron una subida de más de 10 dólares en los precios internacionales del petróleo en un solo día.
Estas declaraciones fueron consideradas en Israel como demostración de un cínico proselitismo electoral, como la explotación de un asunto delicado para mostrarse duro en materia de seguridad en los eventuales comicios internos de Kadima.
Olmert confía en que podría cambiar la situación en un mes, cuando sus abogados interroguen a Morris Talansky, el empresario estadounidense que le habría entregado montañas de dinero en efectivo en sobres cerrados.
El primer ministro cree posible socavar el testimonio inicial de Talansky para esquivar así las elecciones anticipadas y darle un nuevo impulso a su gobierno, cuya gestión es aprobada apenas por 10 por ciento de los ciudadanos entrevistados por empresas encuestadoras.
Pero, hasta ahora, la apuesta segura hacia fin de año es por elecciones anticipadas, no por un acuerdo con Palestina ni por negociaciones plenas con Siria.