¿Qué se hace con iglesias que han perdido a sus feligreses? En Alemania se ha optado por vender muchos de estos añejos edificios para convertirlos en lujosos apartamentos, oficinas, teatros y restaurantes.
Los chapiteles de unos 35.000 templos católicos o protestantes, desde grandiosas catedrales hasta modestas capillas, se elevan por sobre las edificaciones de distintas concentraciones urbanas a lo largo y ancho del país.
Pero, aunque se mantienen las raíces cristianas en Alemania, la devoción disminuye y, con ello, también la concurrencia a estos templos, que ahora afrontan una crisis financiera cada vez más profunda pese a que esas iglesias son las más poderosas comunidades religiosas del país.
Algunos estudios advierten, incluso, que entre 30 y 40 por ciento de los templos del país tendrán que cerrar sus puertas en los próximos años, más allá de los que ya lo han hecho.
El hecho de que grandes cantidades de personas hayan dado vuelta la espalda a esas iglesias en los últimos 30 o 40 años hizo que el financiamiento se convirtiera en un asunto complicado.
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Lo novedoso no es que cada vez menos personas acudan a los servicios religiosos, algo evidente desde hace ya décadas, sino que cada vez más parroquianos renuncien a la membresía de las iglesias para evitar así pagar el impuesto eclesiástico.
Desde comienzos del siglo XIX, la Iglesias Católica y las protestantes han disfrutado en Alemania del derecho constitucional a cobrar impuestos, privilegio que contribuyó a convertirse en poderosas organizaciones.
Pero ahora, al reducirse drásticamente los ingresos por ese concepto, estas comunidades religiosas afrontan dificultades para financiar sus muchas escuelas, centros de educación preescolar, misiones y vastos programas sociales dentro y fuera del país.
Los enormes cambios demográficos producidos en los últimos 30 años en ciudades como las septentrionales Berlín y Hamburgo y la occidental Colonia también han impactado en la vida eclesiástica.
Es el caso de Berlín, donde en los años 60 y 70 decenas de miles de trabajadores turcos con contrato temporal, la mayoría de ellos musulmanes, llegaron y al final se asentaron de modo permanente con sus familias en los distritos otrora predominantemente protestantes.
La histórica iglesia luterana en Berlín-Schöneberg es una de las que sufrió la pérdida de feligreses por causa del asentamiento en sus cercanías de personas adherentes a otras religiones, como la musulmana, agravada a medida de que fallecían sus antiguos miembros.
Para poder mantener este templo, construido en 1894, sus administradores protestantes acordaron en 2002 arrendárselo a la Iglesia Americana en Berlín (ACB) a cambio de un pago quinquenal. Ahora, luego de gastar tres millones de euros (4,6 millones de dólares) renovando su interior, la ACB es la nueva propietaria de la iglesia.
En acuerdos similares, dos iglesias protestantes de los distritos berlineses de Wedding y Tempelhof ahora pertenecen a la Iglesia Ortodoxa Serbia, una comunidad esta última que se ha fortalecido con la presencia en la capital alemana de unos 8.000 inmigrantes de esa nacionalidad.
La Iglesia Católica y las protestantes de Alemania recibieron 8.800 millones de euros (casi 13.700 millones de dólares) en 2000 por concepto de impuestos eclesiásticos, pero desde entonces esos ingresos comenzaron a caer.
Ya en 2003 bajó a 8.500 millones de euros (13.207 millones de dólares) y al año siguiente a 7.000 millones (cerca de 10.900 millones de dólares). Esto puso nerviosos a los funcionarios religiosos, ante la posibilidad de que continúe la tendencia a la baja.
En 1990, estas iglesias cristianas contaban con 28 millones de miembros, mientras que en la actualidad suman aproximadamente 21 millones.
Las jerarquías católicas y protestantes afrontan ahora una opción de hierro: o se despojan de algunos de sus bienes inmobiliarios, estimados en total entre 350.000 millones de euros y 500.000 millones (unos 543.700 millones y 776.700 millones de dólares), o bien despiden personal y recortan los programas sociales.
Aachen, una de las diócesis más grandes de Alemania, se esfuerza por llegar a fin de mes. Se deshizo de un tercio de su personal en el marco de planes de reducción para tratar de cubrir el déficit presupuestal con el ahorro de 60 millones de euros (93,2 millones de dólares) este año.
Hace tres años, en la occidental ciudad alemana de Bielefeld, la iglesia Martini (de San Martín), construida en 1897, fue convertida en un restaurante, que fue llamado GlueckundSeligkeit (Suerte y Felicidad) por el empresario local Achim Fiolka.
Fue un acontecimiento sin precedentes: por primera vez en Alemania, una gran iglesia era transformada en un sitio para comer y beber.
"Donde alguna vez los devotos ofrecieron sus plegarias a Dios, hoy los conocedores de la buena comida y bebida sucumben a su pasión en 620 metros cuadrados", escribió Matthias Pankau, jefe de la oficina de IDEA, un servicio protestante en Internet y revista de noticias, con sede en la oriental ciudad de Leipzig.
Que un parroquiano renuncie a una iglesia muy querida no es fácil, especialmente cuando el resultado es que sea usada con fines comerciales. Pero la realidad es tan cruda hoy que las iglesias alemanas sólo están felices si hay un comprador adecuado. Consideran que esto es preferible a que esos templos sean demolidos.
"Es una situación de emergencia, que no nos genera ganancias enormes, pero habilita a la iglesia a librarse de una carga financiera", dijo Johann Hinrich Claussen, uno de los deanes protestantes de Hamburgo.
La diputada alemana Katrin Göring-Eckardt, del Partido Verde, dijo a 300 delegados en un congreso eclesiástico en la oriental ciudad de Wittemberg que "últimamente la iglesia sabe que necesita reevaluar su rol y hallar un nuevo lugar para la fe dentro de la sociedad contemporánea". "Necesitamos una iglesia mundana, no una iglesia de otro mundo", sentenció..
En Elías, en el oriental distrito berlinés de Prenzlauer Berg, en los últimos años los himnos fueron reemplazados por los gritos de los niños en un santuario cavernoso lleno de túneles y plataformas en el lugar de los bancos de la iglesia. Es que en ese edificio con arcadas de ladrillos rojos y chapiteles, hoy funciona un museo infantil.
En Colonia y en la oriental ciudad de Potsdam, dos antiguos templos son actualmente lujosas residencias privadas de un arquitecto uno y de un empresario el otro. En la aldea de Milow, en el oriental estado de Brandenburgo, una sucursal del banco alemán Sparkasse opera en una ex capilla protestante.
La iglesia de la era nazi en homenaje a Martín Lutero, en el meridional suburbio berlinés de Marienfelde, acaba de ser puesta a la venta. Consagrada en 1933, año en que Adolf Hitler llegó al poder, alguna vez exhibió esvásticas y las idealizadas esculturas de figuras arias.
Hace tres años fue clausurada cuando se comprobó la inestabilidad de su torre, de 150 pies (unos 46 metros) de altura, que había resultado dañada durante ataques con explosivos en la época de la guerra.
Los feligreses no lograron recaudar los 3,5 millones de euros (5,4 millones de dólares) necesarios para restaurarla. El sacerdote Hans-Martin Brehm dijo a IPS que le gustaría que se preservara ese templo, posiblemente como un museo o centro de documentación advirtiendo sobre el fascismo y la dictadura, o incluso como recinto para conciertos.
Pero hasta ahora no hubo ningún ofrecimiento. Los planteos de demoler el edificio y de que el sitio sea reconstruido fueron rechazados por las autoridades de la iglesia. Engelbert Luetke Baldrup, un alto funcionario del Ministerio de Transporte, Construcción y Asuntos Urbanos, insistió en que el primer objetivo en lo referente a templos en desuso es impedir que sean derribados.
"Ya sea en las ciudades o en el campo, las iglesias a menudo son los edificios más interesantes de la región, y la gente se identifica con ellas mucho más que con otras construcciones", señaló.