Líbano celebra el acuerdo entre facciones rivales que puso fin a 18 meses de conflicto político y lo salvó de una guerra civil. El mediador, Qatar, exhibe su golpe diplomático como otro paso en el ascenso a la gloria regional.
El primer ministro de Qatar, jeque Hamad bin Jassem bin Jabor Al Thani, presidió en Doha la agotadora reunión de seis días en que delegados de la Liga Árabe acercaron al gobierno libanés, apoyado por Estados Unidos, con la oposición liderada por el chiita, prosirio y proiraní Partido de Dios (Hezbolá).
El acuerdo, alcanzado el día 21, culminó con la investidura este lunes del general Michel Suleiman como presidente —cargo vacante desde noviembre— y a la aprobación de una ley electoral.
También despejó la demanda de la oposición para tener poder de veto en el gabinete.
"Cuando convocamos a este diálogo en Doha nunca dudamos que tendría éxito", dijo a la prensa el emir (monarca) de Qatar, jeque Hamad bin Khalifa Al Thani.
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En este reino sunita se ubica el comando militar estadounidense para las operaciones en Afganistán e Iraq.
Este éxito diplomático de Qatar podría atribuirse a sus vínculos con las facciones rivales libanesas y a las potencias internacionales y regionales con influencia en el complejo mundillo político de Beirut.
Qatar es un aliado cercano de Estados Unidos, pero también ha mantenido un buen vínculo con Irán y Siria, que respaldan a Hezbolá. Arabia Saudita, que también apoya al gobierno libanés, ayudó en el proceso.
Los esfuerzos de mediación son consistentes con la "diplomacia cada vez más 'proactiva'" de Qatar en los últimos años, tanto en el Golfo Pérsico o Arábigo como en todo Medio Oriente, según el analista político Mehran Kamrava, radicado en Doha.
Qatar, pequeño país de menos de un millón de habitantes, la mayoría extranjeros, ha jugado un rol fundamental en esfuerzos de mediación por los conflictos en Sudán y Palestina, o en el punto muerto por la liberación de los prisioneros israelíes.
Sus esfuerzos sobrepasaron en importancia a Egipto, Jordania y Arabia Saudita, en quienes Estados Unidos confió durante mucho tiempo para sopesar la influencia de grupos radicales.
En junio de 2006, Qatar elogió la "resistencia" de Hezbolá para la primera "victoria" árabe contra Israel, posición contraria a la de los pesos pesados regionales, que habían acusado al movimiento libanés de disparar la guerra de julio y agosto de 2006 con el estado judío.
Hay varias razones para la arremetida diplomática de Qatar. Sus intentos por ganar puntos en el concierto internacional van más allá de su potencia como exportador de petróleo y el gas y sirve como aviso para expandir su economía en diversificación.
Qatar desea elevar su poderío regional y ganar un lugar en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), también ambicionado por Arabia Saudita.
También intenta ocupar el predicamento de ese país ante Estados Unidos después del 11 de septiembre de 2001. Y ya lo logró, en parte, cuando Washington reubicó sus fuerzas militares en la base aérea qatarí de Al-Udeid en 2002.
Kamrava, director del Centro para los Estudios Internacionales y Regionales en la Escuela de Servicio Exterior de la Universidad de Georgetown en Qatar, identificó "tres factores clave interrelacionados" que explican los intentos de ese país por llegar a una resolución del conflicto libanés.
"Como Qatar es un estado pequeño, sus necesidades de seguridad nacional necesitan una diplomacia 'proactiva', particularmente a la luz de la crisis regional y la inestabilidad crónicas", dijo Kamrava a IPS.
En segundo lugar, Doha tiene una "creciente confianza en sí misma, debido a un aumento significativo en las ganancias procedentes del petróleo y el gas durante los últimos años".
Poseedor de las terceras reservas de gas del mundo, Qatar tiene un producto interno bruto calculado en 2007 en 66.000 millones de dólares. En 1995, ascendía apenas a 8.000 millones.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) estimó el ingreso por habitante de ese país en 70.754 dólares el año pasado. Esto le permitió a Qatar emprender una "diplomacia de chequera", para comprar influencia entre los grupos radicales de la región.
El tercer factor "es un intento deliberado de forjar una identidad como actor regional y global significativo frente a otros actores regionales, como Kuwait, Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita", explicó Kamrava.
Además, el académico citó hitos de la política exterior qatarí, como su buen vínculo, aunque no oficial, con Israel, y también con Irán, a pesar de los esfuerzos de Estados Unidos en contrario.
La ministra de Relaciones Exteriores de Israel, Tzipi Livni, asistió a la apertura de un foro sobre democracia realizado en abril en Qatar. Otros invitados decidieron faltar a la conferencia por esa causa.
"He visto cancelaciones a raíz de su llegada. No cause más problemas", dijo a Livni, bromeando, el primer ministro Al Thani, según informes de prensa.
Qatar se encuentra entre los pocos países árabes que mantienen contacto político con Israel, que tiene en Doha una oficina de intereses comerciales que opera a modo de embajada.
En enero de 2007, el actual presidente israelí Shimon Peres, entonces viceprimer ministro, visitó Qatar y se convirtió así en el funcionario del estado judío de mayor rango en visitar la región del Golfo en más de 10 años.
A comienzos de este mes, mediadores qataríes salvaron la frágil tregua en la septentrional provincia yemenita de Saada. Doha ya había logrado en junio el fin de seis meses de intensos combates entre fuerzas del gobierno de Yemen y milicias de la secta zaydi del Islam chiita.
El entusiasmo diplomático ocasionalmente tuvo sus inconvenientes también, como quedó en evidencia cuando Qatar intentó resolver el conflicto de Somalia.
Etiopía rompió relaciones diplomáticas con Qatar en abril, por considerar que se había convertido en "una importante fuente de inestabilidad en el Cuerno de África".
Dado su vínculo con su archienemiga Eritrea, "Qatar movió cielo y tierra para causarle un daño a la seguridad nacional de Etiopía", según la cancillería de ese país.
"Todos los que fomentan la inestabilidad en Etiopía y debiliten la seguridad nacional han recibido apoyo y aliento por parte de Qatar", aseguró.
Sin embargo, dado el capital político que esos acuerdos generan, que también se traduce en ganancias económicas, es improbable que Qatar sea perturbado por contratiempos tan inusuales.