Luego del último estallido de violencia política y religiosa en Líbano, que dejó al menos 65 muertos y alrededor de 200 heridos, las carreteras y caminos de todo el país quedaron bloqueadas. Y así siguen.
Mientras los escombros son removidos de las rutas con el auxilio de grandes camiones, tras un acuerdo entre los partidos políticos enfrentados alcanzado por la mediación de países árabes, los libaneses se preguntan cuánto tardarán en despejarse los caminos.
Normalmente congestionadas, las rutas que comunican a Líbano con el exterior quedaron desiertas el 7 de mayo. Una protesta contra el alto costo de vida causó un baño de sangre en Beirut, que se extendió a las montañas, el oriental valle de la Bekaa y la septentrional ciudad de Trípoli.
Miembros de los grupos opositores proiraníes y prosirios se enfrentaron armas en mano con seguidores de las dos fuerzas mayoritarias de la coalición gubernamental antisiria, el sunita Movimiento Futuro y el druso Partido Socialista Progresista.
La oposición está dominada por los partidos chiitas Amal y Hezbolá y sus milicias, junto con el libanés Partido Social Nacionalista Sirio. Cuentan con el apoyo de Teherán y de Damasco.
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El conflicto estalló luego del anuncio del gobierno sobre su voluntad de investigar la red de comunicaciones privada de Hezbolá y desplazar al jefe de seguridad del aeropuerto de Beirut, Wafiq Shoucair, por sus supuestos lazos con la milicia chiíta.
El movimiento del aeropuerto quedó paralizado luego de que miembros de la oposición bloquearon con escombros y neumáticos encendidos las carreteras que conducen a la terminal aérea.
En represalia, jóvenes del Movimiento Futuro y residentes de la aldea Majdel Anjar, cerca del cruce de Masnaa, que une a Líbano con Siria a unos 70 kilómetros de Beirut, bloquearon el camino hacia Damasco con montículos de tierra.
La autopista lucía sorprendentemente desierta. Unas pocas personas se aventuraban a trasladarse a Siria a pie.
El viaje de esta corresponsal hacia Beirut comenzó en Jordania, con un trayecto de dos horas en automóvil rumbo a Damasco, que se encuentra a unos 100 kilómetros de la capital libanesa.
El tramo entre Damasco y Beirut debió ser cubierto en taxi. Se inició en la amplia avenida, repleta de automóviles que se dirigían hacia los suburbios, que divide el área de Mazzeh, donde se encuentra el cuartel general del temido servicio de inteligencia sirio.
A medida que las grandes explanadas, edificios grises y las verdes plazas de Damasco se desvanecían en el sol del atardecer, en segundo plano, gradualmente emergieron las montañas libanesas y el movimiento de la autopista se detuvo súbitamente. Sólo unos pocos automóviles atravesaban la tierra de nadie que separa la aduana siria del cruce de Masnaa.
Un alto y musculoso funcionario de aduanas libanés, vestido de civil, recordó los enfrentamientos de los últimos días.
"La aldea fue escenario de violentos combates. Los residentes, alineados con la mayoría gubernamental, y pertenecientes a movimientos salafistas (una de las ramas más radicalizadas del Islam) se enfrentaron con facciones desconocidas apostadas en el lado sirio de la frontera. El edificio de la Aduana fue rociado con balas, pues estaba en la línea de fuego", señaló.
Una semana después de los combates, las rutas libanesas fueron reabiertas inesperadamente. Una delegación de países árabes, encabezada por Qatar, viajó a Beirut y medió entre las facciones enfrentadas, para lograr que se reanudara un diálogo nacional entre los principales grupos políticos.
Las rutas quedaron despejadas como por arte de magia, como si algún dios compasivo se hubiera apiadado de la penuria de los viajeros libaneses.
Cuando los primeros aviones volvieron a aterrizar en el aeropuerto de Beirut, unos pocos pasajeros desaliñados comenzaron a salir de la terminal aérea. "Viajamos hace dos semanas a Qatar, por negocios", dijo una mujer.
"Afortunadamente pudimos quedarnos en la casa de unos amigos durante nuestra larga y forzada estadía. Estábamos muy ansiosos y llamábamos al aeropuerto todos los día para preguntar por nuestro vuelo a Beirut", agregó.
"Parece que los libaneses estamos destinados a pasar regularmente por un calvario cuando salimos del país en verano", comentó. La mujer se refería a los conflictos que sacudieron al país en los últimos dos años.
En 2006, Israel lanzó una campaña militar contra Hezbolá. La guerra de 33 días dejó unos 1.200 libaneses muertos. En 2007, en el campamento de refugiados palestinos de Nahr el-Bared estalló un prolongado conflicto entre el grupo extremista Fatah al-Islam y el ejército libanés.
"Estaba considerando volver a Beirut en barco, a través de Chipre", relató Brahim, un joven que se encontraba de vacaciones en Dubai. "Parace que en Líbano un simple plan de viaje es objeto de gran incertidumbre. Supongo que es parte de nuestra cultura", señaló.