El equilibrio de poder en Líbano parece haberse alterado definitivamente tras los violentos combates entre las fuerzas gubernamentales y las milicias islamistas opositoras Amal y Hezbolá (Partido de Dios), que dejaron unos 25 muertos y 30 heridos.
Si bien Hezbolá aceptó retirar a sus milicianos de las calles, luego que el ejército llamó este sábado a todos los grupos enfrentados a hacerlo, analistas políticos consideran que el gobierno tiene los días contados y que deberá ceder a las presiones de la oposición y convocar a elecciones parlamentarias anticipadas.
Desde el asesinato en 2005 del ex primer ministro Rafik Hariri, atribuido a una conspiración con participación de Siria, se ha agravado el conflicto entre el oficialismo y la oposición dominada por los partidos chiitas Amal y Hezbolá y sus milicias, apoyados por los gobiernos sirio e iraní.
Hariri era sunita, una de las dos ramas principales de la fe musulmana junto con la chiita.
La mayoría oficialista y antisiria está compuesta por el Partido Socialista Progresista de la comunidad drusa (PSP), las Fuerzas Cristianas Libanesas (denominadas "falangistas"), el partido Kataeb, también cristiano, y el Movimiento Futuro, liderado por Saad Hariri, hijo del asesinado ex jefe de gobierno.
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En los últimos tres años, la oposición chiíta ha estado confrontando con el gobierno, que cuenta con el apoyo de las naciones occidentales, originalmente sobre el juzgamiento de los asesinos de Hariri por parte de un tribunal internacional.
Desde el fin de la guerra civil de 15 años, en 1990, y la firma de los Acuerdos de Taef, que establecieron un reparto igualitario del poder entre las facciones cristianas y musulmanas y la desmilitarización de las milicias, Hezbolá ha sido el único grupo que mantuvo el control sobre su arsenal, en nombre de la resistencia contra la ocupación de parte del territorio por tropas israelíes.
Sin embargo, tras la retirada israelí del sur del Líbano en 2000, el papel de Hezbolá y la legitimidad de su decisión de no abandonar las armas se convirtieron en una cuestión central del debate político en el país.
Las tensiones escalaron hasta el estallido de violencia del miércoles, cuando una protesta convocada por sindicatos para reclamar por el alto costo de vida derivó en masivos enfrentamientos entre las fuerzas gubernamentales y las milicias chiitas.
El jueves, el líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah, planteó en un discurso la decisión de resistir la remoción del brigadier Wafic Shoucair, a quien se adjudican estrechos lazos con la milicia, como jefe de seguridad del aeropuerto de Beirut y los planes del gobierno de eliminar la red independiente de comunicaciones de Hezbolá, considerada "ilegal e inconstitucional".
Nasrallah consideró esas decisiones del gabinete como "una declaración de guerra".
El Movimiento Futuro de Hariri, pobremente entrenado para el combate, se replegó ante los ataques de las milicias, que tomaron el control de gran parte de la ciudad en menos de 48 horas y rodearon las viviendas de Hariri, del líder del PSP, Walid Joumblat, y la sede del gobierno, que permanece protegida por tropas del ejército.
Mientras las fuerzas chiitas avanzaban en Beirut, provocaron destrozos sistemáticos en las propiedades de dirigentes del oficialismo y miembros de los partidos de la coalición gobernante.
Maya, una residente de un área donde los seguidores del PSP son mayoría, relató que hombres armados destruyeron su playa de estacionamiento y que sólo se detuvieron gracias a la intervención de un vecino, miembro de Hezbolá, quien también evitó que los atacantes ingresaran a su casa.
"Fue muy atemorizante. Realmente intentaban irrumpir en el edificio", dijo la mujer, madre de dos hijos pequeños.
Odette Alameh, quien vive cerca de la residencia de Hariri, dijo que su edificio fue atacado por hombres apostados en el techo de una construcción cercana. Las oficinas del canal de noticias de Futuro fueron incendiadas por miembros del Partido Nacionalista Socialista Sirio, quienes colocaron su bandera en los calcinados restos del edificio.
El apartamento de un legislador del Movimiento Futuro, Ammar Houry, fue saqueado por milicianos chiitas, quines según los vecinos también registraron el lugar en busca de armas.
La actitud del ejército ha sido de una neutralidad que favorece a la oposición. Se rehusó a tomar parte en los enfrentamientos, dejando al gobierno prácticamente sin margen de maniobra.
De hecho, este sábado el ejército hizo saber que quedaban en suspenso las dos disposiciones del gobierno —cesar al jefe militar del aeropuerto de Beirut y desmantelar la red de telecomunicaciones de Hezbolá—, y poco después este partido aceptó retirar sus milicias de las calles.
La analista política Amal Saad Ghorayeb, autora del libro "Hezbolá: Política y Religión", señaló que la política libanesa ha ingresado en una nueva fase. Consideró que el conflicto se resolverá rápidamente, "por el obvio desequilibrio en el balance de fuerzas".
La superioridad militar de Hezbolá, agregó, obligará al oficialismo a aceptar un acuerdo. "Inevitablemente, el gobierno tendrá que renunciar" y una nueva administración interina convocará a elecciones anticipadas, como la oposición ha venido exigiendo desde hace mucho tiempo.
A medida que decrecen los combates, y las milicias islamistas aseguran su control sobre el área occidental de Beirut, resulta evidente que las consecuencias de la crisis se extenderán más allá de las fronteras de Líbano y se harán sentir en todo Medio Oriente.
"Esto llevará, sin duda, a una drástica reconfiguración del orden político y puede abrir la puerta a una revisión de los acuerdos alcanzados al fin de la guerra civil, para corregir los desequilibrios del sistema", afirmó Saad Ghorayeb.