La capital de Líbano parece despertar tras 18 meses de letargo. Tras el acuerdo político entre el gobierno y la oposición, y la elección de un nuevo presidente, los beirutíes vuelven a reunirse en el centro de la ciudad.
El parlamento libanés eligió el lunes al comandante del Ejército, Michel Suleiman, como nuevo presidente, poniendo fin así a la crisis política que estuvo a punto de derivar en una abierta guerra civil.
Líbano no tenía jefe de Estado desde que finalizó el mandato de Emile Lahoud en noviembre. La elección de un nuevo mandatario por parte del parlamento se pospuso en varias ocasiones debido a la resistencia del movimiento chiita Hezbolá (Partido de Dios).
Suleiman fue elegido gracias a un acuerdo alcanzado la semana pasada entre el gobierno pro-occidental del primer ministro Fouad Siniora y la oposición liderada por el Hezbolá (respaldado por Irán y Siria), con el auspicio de la Liga Árabe.
Suleiman anunció que este miércoles que comenzará los contactos con las distintas facciones para formar un gobierno de unidad y designar un nuevo primer ministro.
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Conforme las multitudes se acercaban el lunes al Distrito Central de Beirut, donde todavía está siendo desmantelada la carpa central de la oposición, la zona regresaba a la vida.
El centro de esta ciudad, llamada "la capital de la fiesta" de Medio Oriente, es muy diverso en su arquitectura. Los viejos edificios conviven con estructuras contemporáneas, en un ejemplo más de los muchos contrastes de la capital y de la gran multiplicidad cultural de Líbano.
Más de 55 por ciento de los libaneses son musulmanes, de los cuales 34 por ciento son chiitas y 21,3 sunitas. Mientras, más de 37 por ciento son cristianos, divididos en católicos (maronitas y griegos), ortodoxos (armenios apostólicos y griegos) y protestantes. El resto pertenece a la minoría drusa.
Sea por una ocasión feliz o triste, a los libaneses tradicionalmente les gusta reunirse para comer, bailar o hasta lamentarse juntos.
Tras el asesinato del primer ministro Rafik Hariri en 2005, los libaneses mostraron sus más elegantes vestidos en rojo y blanco colores del partido Movimiento 14 de Marzopara tomar las calles en protesta de la presencia siria.
Pero el auge del partido, que acusó a Damasco del magnicidio, tuvo vida corta, eclipsado por un brutal conflicto entre el gobierno y la oposición.
El 1 de diciembre de 2006, los líderes opositores iniciaron una larga protesta en el corazón de Beirut. Las tiendas de lujo, los clubes nocturnos y los restaurantes tuvieron que apagar su música y guardar sus "narguilehs" (pipas árabes), sillas y mesas, para dar lugar a la multitud.
Conforme las tensiones se intensificaron en la llamada Tierra de los Cedros, el fantasma del sectarismo resucitó en la segunda semana de este mes. Se produjeron violentos combates entre la mayoría y la oposición en diversas ciudades y aldeas libanesas.
Entonces nadie imaginaba que la ola de violencia terminaría pronto, y que la fiesta retornaría.
Cuando se anunció el acuerdo entre las facciones, muchas carpas de la oposición fueron desmanteladas en pocas horas. Se plantaron jardines, como para tapar la sangre derramada.
"El Distrito Central de Beirut ha estado desierto desde el asesinato de Hariri. Durante la última pequeña guerra civil fue abandonado. Permaneció en silencio y vacío, como olvidado de los vivos", dijo el oficial de policía Hussein Hussein, parado junto a la casa de chocolates Patchi.
Pero la semana pasada, la vida había regresado a las calles beirutíes. Tres mujeres jóvenes, paradas entre la multitud, observaban un escenario montado especialmente para el espectáculo político Kalam El Nass.
"Estamos reclamando nuestro centro luego de una muy larga ausencia", dijo uno. "Se siente bien poder caminar otra vez en estas intrincadas calles, poder ver vidrieras y cenar, en caso de que encontremos una mesa", señaló otra.
A pocos metros, las confiterías Pauls Café y Linas Café, ambas franquicias francesas, estaban abarrotadas de personas cenando o teniendo animadas discusiones.
Otros pocos restaurantes están abriendo, y en los que permanecen cerrados ya se puede ver a los camareros limpiando los pisos y ventanas, o preparando los utensilios.
Muchos transeúntes todavía estaban asombrados, como si no pudieran creer lo que estaba sucediendo. "Solía visitar el centro todos los días para reunirme con mis amigos en Dunkin Donuts", dijo Joseph Haddad. "Viene anoche solo. Necesitaba verlo yo mismo. La tienda de rosquillas aún no abrió, pero lo hará pronto", agregó.
A un kilómetro del centro, en la zona de Gemayzey, donde hay muchos bares y pubs, el dueño del bar Flirtini, Salim Fakih, dijo que la tregua política se reflejará positivamente en la vida nocturna de Beirut.
"Muchos de los libaneses que vivían en el exterior ahora están regresando, y los niveles de confianza mejoraron. Los libaneses saben cómo divertirse. Hay algo especial en el ritmo de la ciudad", afirmó.
La tregua política "es un pequeño respiro entre crisis. Hemos tenido que sufrir mucha incertidumbre y hemos aprendido a afrontarla divirtiéndonos sin importar lo que pase. Es algo cultural. Nosotros tenemos fiesta como si no hubiera mañana, porque de hecho puede no haber mañana", añadió.
Mientras, en el centro, un gran concierto se desarrollaba con cantantes populares libaneses. El país parece unido una vez más, limpiando sus heridas con el ritmo de la música. Muy cerca de allí, pasando la vieja iglesia ortodoxa griega, está la brillante y majestuosa mezquita. Es el lugar de descanso final de Hariri. El lugar parece estar finalmente en paz.