Brasil es unos de los países donde las personas, especialmente las mujeres, más cuidan y exponen su cuerpo como factor de ascenso social y económico, de identidad y de competitividad en los variados mercados, sea laboral o afectivo.
La consecuencia es una fantástica expansión de la industria de la belleza, un consumo desenfrenado de cosméticos y medicamentos para adelgazar, la fiebre de las "academias" de gimnasia y la generalización de las cirugías plásticas, incluso en adolescentes.
Esa cultura de sobrevaluación del cuerpo, que se señala tiene origen en la colonización portuguesa de Brasil, es un tema central en las investigaciones de la antropóloga Mirian Goldenberg, profesora de la Universidad Federal de Río de Janeiro que acaba de lanzar el libro "El cuerpo como capital", en que profundiza sus análisis.
Pero no es cualquier cuerpo que representa un capital acumulado. Es necesario que sea "joven, delgado y bien modelado", lo cual exige costosas "inversiones", como muchas horas de ejercicios físicos sistemáticos, dietas rígidas, cosméticos para la piel, el cabello, cada parte del cuerpo, según la antropóloga.
Las mujeres brasileñas de las capas pobres y medias, incluso las ricas, invierten "predominantemente en sus cuerpos", explicó a IPS.
Es "una característica brasileña" que contrasta con Alemania, donde las mujeres cultivan otros valores, y se puede encontrar sin la misma intensidad en otros países latinoamericanos y europeos costeros al mar Mediterráneo, comparó.
Esa preocupación corporal moviliza un ejército de profesionales, que van del nutricionista a orientadores personales de educación física. Si se revelan impotentes, entran los médicos o farmacéuticos, con sus anfetaminas, inhibidores del apetito, hormonas, anabolizantes y también las cirugías.
La obsesión por un cuerpo delgado, estimulada por el patrón actual de belleza, provocó un gran aumento de enfermedades relacionadas con los trastornos alimentarios, como la bulimia y la anorexia.
Brasil presenta el mayor consumo por persona de medicamentos para reducir peso, según la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE), de la Organización de las Naciones Unidas.
Su mercado de gimnasia, cosméticos y de cirugías plásticas compite con el de Estados Unidos. La desproporción gigantesca, considerando la diferencia de ingresos, 14 veces más elevados en la potencia del Norte.
No por casualidad. Brasil es un gran exportador de profesionales que viven del cuerpo. Kaká, Ronaldinho y Robinho son marcas nacionales en el rico fútbol europeo, así como Giselle Bundchen en el lujoso mundo de la moda.
La gran exposición del cuerpo por parte de las brasileñas no significa "liberación, sino una forma de prisión, de libertad cercenada", porque se trata de la sujeción a un patrón de "flaqueza y perfección", a normas que tienen que ser cumplidas para que el "sacrificio" sea recompensado, observó Goldenberg.
Esa realidad acentúa las desigualdades que también hacen de Brasil un ejemplo negativo. Afecta más a las mujeres, porque "los hombres tienen que incrementar otros capitales, no pueden concentrarse sólo en uno para obtener prestigio y poder", y es desigual la capacidad de inversiones de las distintas clases.
"El cuerpo es donde se inscribe la desigualdad" en Brasil, señaló la antropóloga.
Las mujeres están estudiando más que los hombres en Brasil, indicando que también ellas están "invirtiendo" en su capital intelectual, pero la mayor escolaridad no las exenta de modelar su cuerpo. "El mercado, la sociedad lo exige incluso de la mujer que no depende de su cuerpo para vivir, ninguna puede presentarse de pelo canoso", sostuvo Goldenberg.
Todas las mujeres de prestigio en Brasil tienen su cuerpo bien cuidado, según la antropóloga, ahora volcada al estudio de como esa cultura, que hace parte de la identidad nacional, acogerá el envejecimiento de la población ya en curso.
Las mujeres más admiradas en el país, desde los años 80, además de bellas, flacas, "pero no frágiles", son rubias. Actrices, modelos de la moda, presentadoras de televisión y cantantes alimentan los sueños de ascenso social de las niñas y adolescentes. El ejemplo actual más evidente es la modelo Giselle Bundchen.
El futuro tiende a "acentuar" esa obsesión por el cuerpo, pero con una actitud "más crítica", que resultará de un esperado "desarrollo educacional y cultural" del pueblo brasileño, que debe conducirlo a cultivar también "otros capitales", concluyó Goldenberg.
La sobrevaluación del cuerpo delgado y bien modelado no es un fenómeno sólo brasileño, sino que "está presente en las grandes metrópolis del mundo", opinó a IPS Thais Corral, basada en sus frecuentes viajes internacionales como fundadora y directora de dos organizaciones dedicadas a las luchas femeninas y al desarrollo sustentable.
El "hedonismo" de las nuevas generaciones y el mundo cada día más competitivo imponen mayor atención a "la imagen y la apariencia" en todas partes, pero con manifestaciones distintas según las diferencias de clima y cultura, que destacan el cuerpo en lugares calientes, como Río de Janeiro, o las ropas en países fríos, comentó Corral, también presidente del Consejo de la Asociación Brasileña para el Desarrollo de Líderes.