Refugiados palestinos debieron instalarse, a falta de viviendas, en garajes de Beddawi, un superpoblado barrio de esta septentrional ciudad libanesa. Cubrieron las entradas con sábanas, en un vano intento de obtener privacidad.
Niños y niñas juegan en las aceras. Sus padres se sientan cerca. Son ex residentes del campamento de refugiados palestinos de Nahr el-Bared en Trípoli, unos 100 kilómetros al norte de Beirut.
El campamento fue escenario de combates entre miembros del grupo islamista Fatah al-Islam y las Fuerzas Armadas libanesas entre mayo y septiembre de 2007.
Finalmente, los combatientes de Fatah al-Islam fueron expulsados, pero nadie perdió tanto como los palestinos.
La mayoría de los refugiados debieron abandonar sus hogares en medio de la noche, o bajo los tiros y estallidos de bombas.
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En medio de los enfrentamientos entre el ejército y el grupo islamista, que tomó de rehén ese enclave palestino, los refugiados debieron huir otra vez como hace 60 años, cuando dejaron su tierra natal.
Los combates en ese campamento, entonces uno de los más populosos de Líbano, redujeron edificios altos a un montón de escombros.
"La mayoría de los refugiados de Nahr el-Bared viven desde entonces en condiciones espantosas, en garajes sin agua corriente ni baños", señaló un voluntario que trabajaba en ese campamento.
Las calles de Badawi fueron limpiadas de polvo y escombros, se retiraron restos de bombas y se arreglaron a las apuradas las fachadas de los edificios dañadas por misiles.
Los gritos y las risas de niños y niñas rompen el silencio creando un escenario surrealista, mientras las olas del mar Mediterráneo bañan suavemente las costas doradas.
Nahr el-Bared queda a pocos kilómetros al norte de donde ahora residen los refugiados, cerca de la frontera con Siria. Las pequeñas y casi arrasadas construcciones del viejo campamento lucen amenazadoras a la luz del atardecer, como si siguieran congeladas por los combates.
Seham Abedel Aad avanza despacio renqueando sobre el piso de concreto de la habitación donde vive con su familia, en uno de los edificios aún no terminados que le asignó la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos en Medio Oriente (UNRWA, por sus siglas en inglés).
Sus dos hijos, que trabajaban como voluntarios, hace meses que esperan el último cheque de las indemnizaciones entregado por la Alta Comisión de Alivio de Líbano.
"Necesitamos el dinero. La lastimadura de mi pie se agravó por la diabetes. Compro el medicamento a crédito o me lo regalan personas que me tienen lástima", relató Seham.
La mujer contó que le dieron a elegir entre unos 1.000 dólares para vivienda o la habitación en la que vive. "Elegí esto porque tuve miedo de gastar el dinero y quedarme sin casa si el problema continuaba. No me arrepiento. Hace seis meses que vivo aquí", señaló.
"¿Podrás conseguirme medicamentos?", preguntó.
Su vecina Fatma Mohamad Ghanoum resultó herida en el conflicto. Ella vive en una pequeña habitación con su esposo y dos hijos pequeños.
"Necesito 5.000 dólares para operarme la espalda. Mi esposo tiene las dos piernas quebradas y no me puede ayudar mucho", relató.
Seis familias viven en la planta baja del edificio, comparten dos baños y una cocina y no tienen agua caliente.
A pocos metros de allí, hay una serie de pequeñas habitaciones prefabricadas. La ropa cuelga de las paredes para afuera y en los pasillos oscuros se respira un hedor penetrante. Grupos de niños y niñas y de ancianas dan vueltas por allí.
Hay un grupo de mujeres sentadas en la acera, dos de ellas en desvencijadas sillas de ruedas. Una anciana, con el cabello gris sobre su rostro consternado, suplica a los transeúntes un cigarrillo. Junto a ella, Hayat Joundi, madre de seis pequeños, vive allí con su esposo y sus hijos.
"Antes tenía un gran apartamento con tres habitaciones, un refrigerador y un lavarropas. Ahora sólo tengo esto", cuenta, al tiempo que muestra la pequeña habitación vacía donde hay colchones y sábanas apiladas en una punta. "De noche nos acostamos encima de los colchones y las colchas".
Joundi relató que tuvo que sacar a su hija de la escuela porque necesitaba ayuda con las tareas domésticas.
"Mi hermana tuvo un derrame cerebral tras la muerte de nuestro hermano en la guerra", contó, y señaló a una mujer más joven en silla de ruedas. "Hay que cambiarle la ropa y darle de comer todo el tiempo. No puedo sola con todo."
A siete meses del fin de la catástrofe de Nahr el-Bared, 4.500 familias palestinas en Líbano siguen sin hogar y unas 2.500 permanecen en lo que quedó del campamento. ***** +La paz en manos de los señores de la guerra (https://www.ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=87889)