El resultado de las últimas elecciones parlamentarias en Irán jamás ofreció material para una historia de suspenso.
El sector de línea dura del presidente Mahmoud Ahmadinejad resultó triunfador el mes pasado, los conservadores moderados mantuvieron sus posiciones y los reformistas sufrieron otra desilusión.
Todos los demás estaban de vacaciones. Las celebraciones del Año Nuevo persa coincidieron con un silencioso proceso de ingeniería electoral, según los expertos.
"Buena parte de lo que hizo el gobierno fue presentado como un acto de prestidigitación", señaló Ali Ansari, a cargo del Departamento de Estudios Iraníes de la escocesa Universidad de St. Andrew's. "Hubo un fraude escandaloso", aseguró.
Aunque la introducción del voto electrónico podría haber facilitado la manipulación del sufragio, no se trató de un caso de fraude informático. El engaño radicó en el hecho de que las instituciones gubernamentales suelen moldear las listas de candidatos a su antojo.
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Parte del proceso de proscripciones consiste en excluir a aspirantes que, en muchos casos, ni siquiera se perciben a sí mismos como opositores, explicó Ansari. La intención, agregó, es "crear una oposición con gente leal al sistema".
La consecuencia es que se formula una competencia entre integrantes del círculo del poder, beneficiados a expensas de los excluidos por un sin fin de razones.
Algunas instituciones, como el Ministerio del Interior, fueron en su momento bastiones reformistas que competían en el manejo de los comicios con el Consejo de los Guardianes, institución que supervisa las elecciones y tiene la facultad de anular decisiones parlamentarias.
Pero desde que Ahmadinejad se aferró con firmeza a las riendas de la presidencia, y con una mayoría de línea dura y conservadores dispuesta a aprobar sin mayor discusión todas sus decisiones, esas instituciones gubernamentales quedaron el la órbita ideológica del régimen.
En vísperas de las elecciones del 14 de marzo, sirvieron como primera línea de combate en un proceso que llevó a la proscripción de 1.700 aspirantes a legisladores.
"Lo que hicieron fue elegir a dedo a los candidatos de forma tal de asegurarse que no hubiera competencia en muchos distritos. Apuntaron contra los reformistas más conocidos, para que los electores no pudieran identificar a los candidatos de ese sector", señaló Ansari.
Los reformistas que lograron participar en la primera vuelta de las elecciones legislativas el 14 de marzo ganaron 31 bancas, pero los conservadores los superaron en una proporción de tres a uno.
Los seguidores de Ahmadinejad obtuvieron 90 escaños, los conservadores moderados 42 y los independientes, con lealtades repartidas entre ambos campos, 39.
Quedan vacantes 86 escaños, que se adjudicarán en la segunda vuelta electoral, prevista para el 25 de ese mes.
Funcionarios del gobierno y medios de comunicación ubicaron la participación en las elecciones entre 60 y 65 por ciento de los votantes habilitados. Pero, según el Ministerio del Interior, el porcentaje fue mucho menor: 52 por ciento a nivel nacional y apenas 30 por ciento en Teherán.
Los analistas perciben una constante en el enigmático juego de la política iraní: la estrategia consiste en ganar la confianza del verdadero hombre fuerte del país, el ayatolá Ali Jamenei, líder religioso supremo de la república islámica.
"La competencia política viró hacia la derecha, limitándola a los conservadores y a los de línea dura, marginando a los reformistas", dijo Scott Peterson, periodista del diario estadounidense Christian Science Monitor.
Algunos expertos estiman que Jamenei podría abandonar las sombras y exponer públicamente su poder de una forma que hasta ahora evitó.
Ahmadinejad ha logrado mantener su apoyo, a pesar de las críticas por corrupción e incompetencia contra su gobierno, algunas de ellas procedentes del campo conservador.
Mientras persisten las dificultades económicas, entre ellas la inflación de 20 por ciento, Ahmadinejad anunció el 8 de este mes una ampliación del programa de enriquecimiento de uranio, que permitiría poner en funcionamiento 6.000 equipos centrifugadores adicionales, el doble de la capacidad instalada actual.
El anuncio podría ser exagerado y sin fundamento. Los conservadores dominan el programa nuclear, fuente de conflicto con Estados Unidos y Occidente en general.
"Las posiciones en este terreno se han endurecido. El gobierno fue muy eficaz al convencer a la ciudadanía de que Irán debe tener un programa nuclear", dijo Barbara Slavin, ex periodista del diario estadounidense USA Today e integrante del Instituto Estadounidense para la Paz.
Una encuesta difundida este mes reveló que más de 80 por ciento de los iraníes entrevistados consideran "muy importante" para el país dominar la tecnología de enriquecimiento de uranio para producir combustible destinado a sus plantas nucleares.
Existe entre los iraníes la percepción de que su país es injustamente sancionado por la comunidad internacional, que en su caso aplica una doble moral, señaló Peterson.
En ese sentido, recuerdan que no hay cuestionamientos hacia las 200 bombas atómicas de Israel o las de Pakistán, ambos países aliados de Estados Unidos en su "guerra contra el terrorismo".
Este mes, Estados Unidos e India firmaron un acuerdo sin precedentes según el cual Washington brindará a Nueva Delhi asistencia en materia nuclear, sin impedir que continúe fabricando armas atómicas.
La comunidad internacional considera la imposición de una tercera ronda de sanciones contra Teherán. Las anteriores, al parecer, no fueron suficientes.
El limitado acceso de Irán al mercado financiero internacional ha llevado al sector al terreno de la economía subterránea o, preferentemente, a instituciones del Golfo Pérsico (o Arábigo).
"Emiratos Árabes Unidos son una gran cámara de compensación para el lavado de todo tipo de transacciones iraníes", aseguró Slavin. Además, las sanciones han vuelto a la población mucho más dependiente de la ayuda gubernamental, fortaleciendo la red de clientelismo político.
"Hay una sector de clase media que está realmente operando fuera del círculo de la red de los 'viejos amigos de siempre', y estas sanciones lo están destruyendo", afirmó Ahmad Sadri, un experto en Irán que da clases en la estadounidense Universidad de Lake Forest.