Los científicos que asesoran a los funcionarios de la Unión Europea (UE) pidieron eliminar la meta de uso obligatorio de combustibles agrícolas en el transporte, que debería llegar a 10 por ciento en 2020.
Los gobiernos de la UE acordaron en 2006 ese objetivo, como parte de una batería de medidas destinadas a reducir la contaminación causante del cambio climático.
Pero ahora, el Comité Científico de la Agencia Europea de Medio Ambiente considera que esa meta es "demasiado ambiciosa" y recomienda suspenderla hasta que se lleve a cabo una amplia investigación sobre lo bueno y lo malo de los biocombustibles.
Estos llamados combustibles agrícolas —básicamente etanol y biodiésel— se refinan a partir de alimentos como el azúcar, el maíz, el aceite de palma y la soja, entre otros cultivos.
Según un documento publicado el jueves por el Comité, para cumplir el objetivo de 10 por ciento se requerirán importaciones de biocombustibles a gran escala.
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Con una creciente producción de materias primas como el aceite de palma, para refinar biodiésel, a costa de deforestar selvas y bosques en países pobres, será muy difícil controlar si los cultivos destinados a alimentar el transporte europeo se obtienen de manera sustentable, argumentan los científicos.
El biodiésel y el etanol emiten menos gases de efecto invernadero que sus similares refinados de fuentes fósiles, como el gasóleo y la gasolina. Pero la deforestación es otra fuente importante de gases que recalientan la atmósfera. Por eso se necesita observar toda la cadena de producción de los biocombustibles para certificar que la contaminación que se elimina por un lado no se genere por otro, han advertido ambientalistas.
Por estas razones, el Comité Científico señala que quizás la producción y uso de biocombustibles no conduzcan realmente a grandes reducciones de dióxido de carbono, el principal gas invernadero, en comparación con los derivados del petróleo.
Además, el Comité manifiesta su preocupación porque esta nueva producción implique mayor presión sobre recursos limitados, como el agua y el suelo, así como sobre la flora y la fauna.
El documento del Comité cuestiona además si la meta de la UE es realista, dado que el objetivo adoptado en 2003, que proponía llegar a 2005 con dos por ciento de biocombustibles en el sector transporte, no se alcanzó.
Presidido por el profesor húngaro László Somlyódy, el Comité es el segundo organismo científico del bloque europeo que pone en duda este año la meta de 10 por ciento.
En enero, un informe filtrado por científicos del Centro de Investigación Conjunta de la Comisión Europea, órgano ejecutivo de la UE, sostuvo que los costos de alcanzar esa meta "casi superarán a los beneficios".
El Centro criticó además la decisión de establecer la meta en el transporte, argumentando que hubiera sido más eficiente destinar recursos agrícolas para generar electricidad en lugar de combustibles.
La posición de la Agencia Europea de Medio Ambiente contrasta con la del presidente de la Comisión Europea, el portugués José Manuel Durão Barroso, quien dijo esta semana que la UE debería "sostener" su meta, puesto que la alternativa a los biocombustibles es seguir utilizando derivados del petróleo.
Barroso también desestimó advertencias del Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas y del Banco Mundial acerca de que un crecimiento sideral en la demanda de combustibles agrícolas está contribuyendo a elevar los precios de los alimentos y los riesgos de hambrunas en países pobres.
"Barroso está cada vez más solo. Vive en otro mundo si cree que sabe más que todos los expertos en políticas alimentarias. La meta de 10 por ciento es insostenible", dijo el activista Adrian Bebb, de la red ambientalista Amigos de la Tierra.
Los comentarios de Barroso fueron similares a los del comisario europeo de Energía, el letón Andris Piebalgs, quien se quejó el mes pasado de que los biocombustibles se han convertido en los "culpables" de los altos precios de los productos básicos, cuando en verdad tienen más culpa las malas cosechas y el mejor nivel de vida en India y China.
Para Bebb, la postura de la Comisión obedece más a la influencia y las presiones de empresas con grandes intereses en el sector de los combustibles agrícolas que al deseo de proteger el ambiente. "Los únicos que ganarán con la meta del 10 por ciento serán las grandes empresas agroquímicas, las que venden semillas y fertilizantes y pesticidas", dijo. "Todos los demás perderemos".
Gerard Choplin, de la Coordinación de Agricultores Europeos, dijo que los "biocombustibles no son un chivo expiatorio. En Estados Unidos se usa cada vez más maíz para biodiésel, por tanto ese país exporta menos maíz. Esto implica una nueva presión en el mercado internacional, directamente vinculada a los biocombustibles".
Pese a los dichos de Barroso y de Piebalgs, Choplin cree que otros altos funcionarios de la UE han sido menos obstinados. En marzo, el primer ministro de Eslovenia, Janez Jansa, que ejerce la presidencia rotativa del bloque, dijo que no se había excluido la posibilidad de revisar la meta de 10 por ciento.
Barroso también ha argumentado que se necesita concebir criterios para asegurar que la producción de biocombustibles se lleve a cabo sin provocar grandes daños ambientales.
Para los ambientalistas son muy laxos los criterios preparados el mes pasado por funcionarios del Consejo de Ministros, que reúne a los 27 gobiernos del bloque.
Si bien los funcionarios recomendaron que la Comisión analizara los efectos sociales y ambientales de los biocombustibles, ésta sólo sugirió que se propusieran "acciones correctivas" si fueran "necesarias". No se elevaron propuestas acerca de la preocupación por una potencial hambruna.
La organización ecologista Greenpeace, la Oficina Europea del Medio Ambiente (una federación de más de 140 entidades ambientalistas), Amigos de la Tierra y la conservacionista BirdLife International exhortaron a los gobiernos de la UE a no apurar el diseño de los criterios.
Un acuerdo apresurado de normas para los biocombustibles que "no prevenga potenciales resultados devastadores para la protección climática, la biodiversidad y las poblaciones vulnerables, heriría de gravedad la credibilidad de los esfuerzos de la UE para luchar contra el cambio climático y afrontar adecuadamente las emisiones del transporte", dijeron las organizaciones en un comunicado conjunto.