La campaña rumbo a las elecciones presidenciales de noviembre ha reavivado en Estados Unidos un debate crucial: qué debería hacer el gobierno con respecto al programa nuclear de Irán y el supuesto apoyo de ese país a insurgentes en Iraq.
En caso de atacar a Israel, Irán sufrirá una respuesta que determinará su "total destrucción", declaró la semana pasada la senadora Hillary Rodham Clinton, aspirante a la candidatura presidencial del opositor Partido Demócrata.
En cambio, el diputado Peter Hoekstra, miembro de la Comisión de Inteligencia de la cámara baja, propuso la adopción de una estrategia diplomática de acercamiento a Irán.
Lo paradójico del caso es que Hoekstra pertenece al gobernante Partido Republicano del presidente George W. Bush, quien lanzó la invasión a Iraq en 2003 y no cesa de plantear la posibilidad de un ataque contra Irán, no como represalia a una agresión sino "preventivo".
Bush identificó a Irán como una de las "dos mayores amenazas contra Estados Unidos en este siglo", junto con la red extremista Al Qaeda.
[related_articles]
Washington "actuará para proteger nuestros intereses y a nuestras tropas" de ocupación en ese Iraq si el régimen islamista en Teherán no deja de armar y entrenar a las milicias chiítas en aquel país, dijo el presidente.
Sin embargo, el aumento de la capacidad de enriquecimiento de uranio anunciado por el régimen, un paso que le permitiría producir armas nucleares, muestra que a Irán no le preocupan las amenazas de Washington o las sanciones de la Organización de las Naciones Unidas.
Teherán sabe que Washington está en una situación muy comprometida en Afganistán e Iraq y, sobre todo, que la idea de otra guerra es muy impopular. Al mismo tiempo, los altos precios del petróleo mantienen a flote la economía iraní.
No parece probable que Washington y Teherán se sienten a negociar antes de las elecciones de noviembre. Pero las perspectivas para después parecen más promisorias, tomando en cuenta la posición de los tres principales aspirantes a ocupar la Casa Blanca.
La senadora Clinton, su par y rival en la lucha interna demócrata, Barack Obama, y el ya consagrado candidato republicano, el senador John McCain, han sugerido una serie de opciones.
Entre ellas figuran desde conversaciones directas y sin condiciones previas con Teherán hasta una estrategia de "palo y la zanahoria", que contempla combinar amenazas militares y sanciones financieras por un lado con negociaciones por el otro.
Ésta ha sido la política que, más o menos, adoptó el gobierno de Bush en los últimos dos años, la cual apunta a presionar al régimen iraní, detener su programa nuclear y llevarlo a jugar un papel más constructivo en Iraq.
En los últimos dos años, la secretaria de Estado (canciller) estadounidense Condoleezza Rice ofreció al gobierno iraní mantener conversaciones directas si suspende el programa de enriquecimiento de uranio.
Los iraníes rechazaron cualquier prerrequisito, para no perder su imagen de "duros" frente a la población, pero esta posición podría cambiar.
El subdirector del no gubernamental Instituto de Políticas para Medio Oriente, con sede en Washington, Patrick Clawson, cree que Estados Unidos debe demostrar a Irán que la combinación de presiones militares, financieras, comerciales y políticas será un costo demasiado elevado para mantener su programa nuclear y que, por lo tanto, no vale la pena.
En los círculos del poder de Washington, agregó, se cree que la amenaza militar ayuda a la diplomacia y que la diplomacia es una combinación de coacciones e incentivos, "palos y zanahorias".
Suzanne Maloney, del centro de estudios Brookings Institute, de orientación progresista, y ex asesora del Departamento de Estado (cancillería) de Estados Unidos, considera que en los últimos dos años Washington ha intentado abrir un canal de diálogo con Irán.
Sin embargo, si algún tipo de negociación puede llegar a producirse entre Washington y Teherán no será antes de fines de 2009, fecha para la cual están previstas las elecciones presidenciales en Irán.
Ninguno de los aspirantes a la Casa Blanca quiere fortalecer la posición del presidente iraní Mahmoud Ahmadinejad antes de los comicios.
* Omid Memarian es profesor asociado de la Escuela de Posgrado de Periodismo de la Universidad de Berkeley. Recibió varias distinciones, incluyendo el Premio al Defensor de los Derechos Humanos de Human Rights Watch en 2005 y es un frecuente colaborador de IPS.