La prevención de enfermedades de transmisión sexual y del virus de inmunodeficiencia humana (VIH), causante del sida, ocupa hoy el centro de las vidas de un pequeño grupo de mujeres en la provincia de Pinar del Río, en el extremo occidental de Cuba.
Organizadas por el Proyecto Mujeres, del Centro Provincial de Prevención de las Infecciones de Transmisión Sexual y el VIH/sida, ellas diseñan las estrategias educativas para los municipios de la región, además de asesorar la labor de las activistas que fomentan conductas sexuales responsables entre la población local.
"Nuestro trabajo consiste en explicar toda la problemática sobre prevención del sida y las enfermedades de transmisión sexual y cómo las mujeres pueden convertirse en promotoras en sus hogares y en sus barrios", comenta a IPS Martha Bermúdez, una de las 10 integrantes del equipo técnico.
"Uno de nuestros principales compromisos es llevar este mensaje a nuestros hogares. Debemos hablarles a nuestros hijos y a sus amigos cuando se reúnen en la casa, pero también a los vecinos y los demás actores de la comunidad, no sólo a los jóvenes", dice.
Bermúdez, de 62 años, también es coordinadora provincial de la Cátedra del Adulto Mayor, un programa gubernamental de formación de personas de la tercera edad que posee alrededor de 900 filiales en este país caribeño, donde 16,2 por ciento de los habitantes superan los 60 años.
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Para la prevención cualquier lugar parece bueno: un poblado, una fábrica de tabaco, una universidad o un centro de detención temporal de trabajadoras sexuales. El objetivo es que las mujeres "se sientan cómodas en el espacio educativo, pues se desarrolla en un ambiente familiar", señala la psicóloga Gilma Gómez, coordinadora del proyecto.
La intención no es transmitir un conocimiento previamente elaborado, agregó, sino fomentar el debate "desde lo que quieren y necesitan saber las mujeres sobre su realidad ante el VIH como seres sexuados y como agentes trasmisores de conocimientos a otras generaciones, haciendo uso de una metodología totalmente participativa".
"Las mujeres de nuestra provincia poseen un nivel de conocimiento elevado sobre qué es el VIH, qué es el sida, cuáles son las principales enfermedades de transmisión sexual, pero no son conscientes de los factores que las hacen vulnerables, que las sitúan en riesgo ante el virus por su condición de mujer", indica Gómez.
En Pinar del Río, como en el resto de Cuba, la mayoría de las personas seropositivas (portadoras de VIH) son hombres, aunque en el caso de esta provincia la proporción femenina, 29,2 por ciento, es mayor que en el resto del país, donde llega a 19 por ciento. "Se teme la posible feminización de la epidemia", alerta.
La preocupación se sustenta en el hecho de que algunos hombres que suelen tener sexo con hombres también lo hacen ocasionalmente con mujeres. A eso se suma el peso de las relaciones tradicionales de género, "que marcan la vulnerabilidad psicosocial de la mujer", agrega.
"El desequilibrio en la comunicación de la pareja, la baja percepción de riesgo —el hecho de tener pareja en casa les da seguridad—, el machismo —el hombre es quien manda en las relaciones sexuales—, el condicionamiento a la sumisión y obediencia, son realidades que hoy sitúan a la mujer pinareña en una posición de desventaja ante el VIH", asegura Gómez.
Hasta octubre de 2007, según datos del Ministerio de Salud Pública de Cuba, había en esta isla caribeña 7.739 personas infectadas con VIH, 1.855 de las cuales habían enfermado de sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida).
De acuerdo con el estudio Situación de la Epidemia de Sida, difundido en diciembre por el Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre VIH/Sida, en 2007 el número de personas seropositivas en el mundo ascendía a alrededor de 33,2 millones de personas.
De ese total, 2,5 millones eran menores de 15 años. De los 30,8 millones de adultos infectados, 15,4 millones eran mujeres (la mitad), una proporción notablemente más elevada que la registrada en Cuba.
Las mujeres que "viven con el VIH en América Latina, Asia y Europa oriental están aumentando lentamente, ya que el virus se transmite a las parejas femeninas de varones que probablemente lo hayan contraído a través del consumo de drogas inyectables, las relaciones sexuales remuneradas o entre varones sin protección", sostiene el informe.
"Cuando el virus toca a las mujeres cobra un precio muy alto", dice Gómez: si el sida irrumpe en el hogar a través de un hombre el costo emocional es grande, pero aun es peor cuando el virus alcanza a la mujer, pues en muchos casos esto "significa violencia, rechazo familiar y hasta la disolución de la familia".
El proyecto de prevención intenta, entonces, aumentar la percepción de riesgo de la mujer, visualizar los factores que la hacen vulnerable y desarrollar habilidades sociales que le permitan mejorar la comunicación con la pareja masculina para, entre otros elementos, negociar el uso del condón.
"Trabajamos por una mujer más sana física y psicológicamente, con una mejor autoestima, haciéndole reconocer su valioso papel no sólo en el cuidado de su salud sino en la educación sexual de sus hijos y familiares", dice Gómez.
En una región donde prevalece el componente rural, por lo general más apegado a las tradiciones, los prejuicios a veces dificultan la discusión abierta sobre la sexualidad, reconoce Bermúdez, sobre todo "entre las mujeres mayores, que se preguntan por qué uno se expresa de cierta manera al referirse, por ejemplo, a los órganos sexuales y al condón".
A pesar de esos obstáculos, Bermúdez está feliz con el trabajo. "Cada vez que me retiro de una acción de este tipo siento una tranquilidad espiritual muy grande, porque he contribuido a la educación, a la salud y al desarrollo social de estos tiempos", señala.
"Creo que estoy haciendo una tarea muy humana, necesaria y muy justa", enfatiza.