LÍBANO: La paz en manos de los señores de la guerra

Las páginas de la historia de Líbano están manchadas de sangre. Y hoy, a más de 30 años del comienzo de la guerra civil de 1975, la religión sigue motivando el enfrentamiento entre las mismas facciones, en un contexto regional ya inestable.

Los rostros envejecieron, pero son los mismos protagonistas. ¿Podrán los "señores de la guerra" libaneses esquivar la violencia para llegar a un nuevo acuerdo de paz?

Samir Geagea, Walid Joumblat, Nabih Berri, Michel Aoun y Hassan Nasrallah son algunas de las figuras políticas que surgieron de entre los escombros de la guerra civil.

Ellos llegaron a vivir, con voluntad o sin ella, para trazar el futuro del país, independiente de que hayan participado de forma directa o indirecta en los combates.

En el conflicto que transcurrió entre 1975 y 1990 hubo muchas batalles truculentas y se perpetraron numerosos crímenes sangrientos.
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La cantidad de víctimas es motivo de polémicas. Según Aida Kanafani-Zahar, antropóloga del Grupo de Sociología de las Religiones y de la Laicidad francés, la guerra segó unas 150.000 vidas humanas y dejó heridas a unas 350.000 personas.

Hubo masacres sangrientas que exacerbaron los sentimientos sectarios dentro de las congregaciones religiosas.

"Las comunidades se disputaban el poder en Líbano en combates fratricidas", anotó Emile Khouri, del periódico en árabe An Nahar, quien estudia la política libanesa desde hace más de 30 años.

"Muchas de las masacres fueron propiciadas varias veces por estallidos populares o en represalia por la escalada terrorista", apuntó. Según él, todos los involucrados cometieron errores.

Muchos murieron luego en la llamada "guerra de la montaña", que enfrentó a la comunidad drusa con la cristiana en 1982 y 1983.

En las aldeas de Kfarmata, Obey y Benay murieron unos 130 drusos y unos 50 cristianos cuyas viviendas, además, fueron incendiadas, según Kanafani-Zahar.

El hecho coincidió con la muerte de 580 hombres, mujeres y niños y niñas palestinos en los campamentos de refugiados de Sabra y Chatila a manos de las cristianas Fuerzas Libanesas, encabezadas por Samir Geagea, bajo la atenta mirada de Israel.

Luego hubo enfrentamientos en Beirut entre el Partido Progresista Socialista (PPS) druso y el movimiento chiita Amal, encabezado por el actual presidente del parlamento, Nabih Berri. Numerosos civiles murieron por esa causa, sin que se conozca una cifra precisa.

Las milicias de Amal también atacaron a refugiados palestinos en lo que se conoce como la "guerra de los campamentos".

Las líneas divisorias se volvieron cada vez más difusas tras el estallido de luchas intestinas.

Amal y el entonces pequeño Hezbolá (Partido de Dios), también chiita, se enfrentaron en Iqlim al-Tofah en 1988. Ambas facciones se disputaron el control de la capital desde las afueras de Beirut, lo que obligó a una intervención del ejército de Siria.

Los cristianos también tuvieron sus luchas fratricidas. La llamada "guerra de cancelación" o Ilghaa, enfrentó al general Michel Aoun, entonces jefe de las Fuerzas Armadas libanesas y ahora líder del Movimiento Patriótico Libre, con Samir Geagea y sus Fuerzas Libanesas.

El actual deterioro del poder cristiano puede atribuirse en parte a aquel enfrentamiento entre Geagea y Aoun, según Hilal Khashan, jefe del departamento de estudios políticos de la Universidad Estadounidense de Beirut.

"Los maronitas pasaron de desempeñar un papel protagónico en Líbano a uno secundario. Eso explica sus alianzas actuales", señaló.

"El Movimiento Patriótico Libre siente la necesidad de aliarse con Hezbolá, en tanto las Fuerzas Libanesas lo hacen con el Movimiento Futuro, encabezado por el legislador sunita Saad Hariri, hijo del ex primer ministro Rafik Hariri" (1992-1998 y 2000-2004), explicó Khashan.

Hariri murió en un atentado con coche bomba el 14 de febrero de 2005.

La "guerra de cancelación" causó la muerte de cientos de civiles, en su mayoría cristianos.

"Hermanos de sangre solían estar en bandos opuestos y enfrentarse entre sí", recordó el periodista Emile Khouri. Ese capítulo sangriento de la guerra civil fue seguido por otro igual de violento y mortífero, la llamada "guerra de liberación" del general Aoun contra el ejército sirio en 1990.

"Aoun trató de liberar a Líbano del dominio sirio, una causa esencialmente justa. Pero el contexto político, cuando se peleaba la primera Guerra del Golfo (1991), llevó a los estadounidenses a respaldar a Siria a cambio de su apoyo total contra Iraq, lo que inclinó la balanza contra el general maronita", prosiguió Khouri.

"Ese error estratégico causó la muerte de numerosos civiles y unos 300 soldados, abatidos durante la invasión al palacio presidencial de Baabda, donde residía Aoun", añadió.

Otras facciones políticas y sus líderes también cometieron sus errores.

Tras el asesinato de Kamal Joumblat, fundador del Partido Progresista Socialista druso, su hijo y actual legislador Walid Joumblat llegó al poder.

"Walid Joumblat pudo mantener el legado de su padre, basado sobre la supervivencia y la cohesión de su comunidad. Eso explica el continuo cambio de alianzas", indicó Khouri.

"En la mente de un sobreviviente no existen alianzas permanentes, sino intereses permanentes", indicó Khashan, jefe del departamento de estudios políticos de la Universidad Estadounidense.

Según Khashan, Joumblat logró mantener a los drusos en el centro de la escena política libanesa a pesar de ser apenas unos 300.000 en una población de cuatro millones de habitantes.

El líder de Hezbolá Hassan Nasrallah pasó su infancia en los años 80, cuando la organización comenzó a figurar en el escenario político.

Hezbolá es acusado de concebir el ataque contra la embajada de Estados Unidos en Beirut en 1983, en el que murieron 63 personas. También se lo vincula con dos atentados suicidas simultáneos perpetrados ese mismo año contra cuarteles de los ejércitos estadounidense y francés, en los que murieron más de 300 soldados.

El partido chiita "logró una imagen de movimiento de resistencia", dado que "se le atribuye la retirada del ejército israelí en 2000, pero cometió el error de concentrarse en la política interna", señaló Emile Khouri.

El periodista hacía alusión al actual bloqueo político entre Hezbolá y el Movimiento Patriótico Libre, por un lado, y la coalición mayoritaria del Partido Progresista Socialista, las Fuerzas Libanesas y el Movimiento Futuro, por otro.

Otro error de Hezbolá fue el secuestro de dos soldados israelíes en julio de 2006 que llevó a una guerra de 33 días con un saldo de 1.200 personas muertas y un cuarto de la población del país desplazada. Además, las pérdidas directas ascendieron a más de 3.000 millones de dólares.

Con tantos conflictos y enfrentamientos sangrientos, muchos analistas tienen pocas esperanzas de que se alcance la paz, en especial porque los "señores de la guerra" parecen tomar el camino de la violencia y no el de la paz.

"Hay dos políticos que me parecen los más capaces para lograr la paz: Joumblat, porque gracias a su instinto de supervivencia considera que eso es lo mejor para su comunidad, y Berri, porque con su gran capacidad de adaptación pudo acomodarse al papel de presidente del parlamento", opinó Khashan.

La visión maniqueísta del mundo de Nasrallah, basada sobre su concepción de que la guerra es el único medio para que el bien triunfe sobre el mal, lo convierte en un improbable arquitecto de la paz.

La estructura mental de milicianos y militares es vital, según Khouri. "Las personas que participaron activamente en una guerra tienden a resolver los conflictos en la calle, por lo general lejos del parlamento, que hace un año tiene sus puertas cerradas", apuntó.

La mayoría de los "señores de la guerra" pertenecen a un tipo especial de personas, reconoció la psicóloga Aimee Karam, quien publicó una investigación en 2006 acerca del fracaso de una negociación nacional en Líbano.

"Los combatientes ven los conflictos como una forma de adquirir poder absoluto, lo que en realidad es bastante difícil de lograr", explicó.

Karam subrayó como signo positivo de la situación actual que los ingredientes necesarios para el comienzo de una guerra no están presentes en ninguno de los bandos.

La psicóloga, que mantuvo entrevistas con integrantes de varias agrupaciones políticas, observó que sentimientos de ira y victimización y la adopción de una causa o ideología, componentes esenciales para que se desate una guerra, se advirtieron en una sola facción.

"La otra luchó en la guerra civil y logró captar su sentido verdadero. Emergió con un enfoque mucho más pragmático", señaló Karam.

Independiente de que una guerra vaya a ensangrentar las costas de Líbano o no, recuerdos del pasado violento reaparecen con mayor intensidad.

Mussolini dijo una vez: "Sólo la sangre mueve las ruedas de la historia."

Al parecer, las ruedas se atascaron en Líbano.

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