Los niños y niñas iraquíes son los más perjudicados por la ocupación estadounidense de este país de Medio Oriente.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) estimó que medio millón de niños iraquíes murieron durante los más de 12 años de sanciones económicas previos a la invasión estadounidense de marzo de 2003, principalmente a causa de desnutrición.
La desnutrición infantil aumentó nueve por ciento desde entonces, según un informe de la organización humanitaria Oxfam, divulgado en julio de 2007.
Otro estudio de la organización Save the Children señaló que Iraq tiene el índice de mortalidad más alto en menores de cinco años.
Desde la primera guerra del Golfo Pérsico o Arábigo (1991), esa tasa aumentó 150 por ciento.
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Se estima que uno de cada ocho niños muere en Iraq antes de cumplir cinco años. Sólo en 2005 fallecieron 122.000 en una población de 25 millones de habitantes.
"Al menos dos millones de niños iraquíes sufren carencias alimenticias, según una evaluación realizada por el Programa Mundial de Alimentos en 2006, y corren otros riesgos como educación interrumpida, falta de servicios de vacunación y enfermedades que causan diarrea", señaló un informe del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) de este mes.
IPS entrevistó a tres niños de diferentes distritos de Baquba, 40 kilómetros al noreste de Bagdad y capital de la inestable provincia de Diyala.
Firas Muhsin, de siete años, vive en esta ciudad con su madre. Su padre fue asesinado hace dos años por insurgentes que le dispararon en su comercio.
El pequeño va a una escuela cerca de su casa cuatro horas todos los días. En raras ocasiones juega con vecinos, y siempre bajo la atenta mirada de su madre.
Firas tiene permiso para alejarse tan sólo 10 metros de su casa. Su madre tiene miedo de los extraños. El secuestro de niños es común en Iraq y se cree que muchos de ellos fueron vendidos como soldados o para prostituirlos.
Funcionarios iraquíes y trabajadores humanitarios están preocupados por la alarmante asiduidad con que desaparecen niños y niñas en todo el país.
Al menos dos son vendidos por sus padres cada semana, informó en enero Omar Khalif, vicepresidente de la no gubernamental Asociación de Familias Iraquíes, creada en 2004 para registrar casos de pequeños desaparecidos o víctimas del tráfico de personas.
Además, se denuncian cuatro desapariciones de niños todas las semanas, apuntó.
"Las cifras son alarmantes. Hubo un aumento de 20 por ciento en las denuncias de desaparecidos en un año", añadió Khalif.
Firas pasa varias horas al día sentado fuera de su hogar mirando a las personas pasar. La puerta de su casa es su única salida. En la tarde, su mamá lo hace entrar para hacer la tarea escolar. Después de la cena, su única esperanza es ver dibujos animados en la televisión, si funciona el generador eléctrico.
La familia no cuenta con el combustible necesario para calefacción. "Mis hijos tienen frío y no puedo comprar queroseno", relató la madre.
Muchos niños de la edad de Firas ni siquiera van a la escuela.
Diecisiete por ciento de los niños y niñas iraquíes nunca van a la escuela, y unos 220.000 más faltan mucho porque sus familias debieron desplazarse a otra zona del país, según la ONU.
A esa cantidad se le suman los 760.000 que en 2006 estaban fuera del sistema escolar.
Esas cifras no incluyen a los cientos de miles de niños, niñas y jóvenes iraquíes que interrumpieron o abandonaron su educación porque sus familias debieron huir a otros países.
Al menos 2,25 millones de iraquíes dejaron su país, estima la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur).
Qusay Ameen, de cinco años, vive con su madre y padre, dos hermanas y un hermano.
Su padre era un sargento del antiguo ejército iraquí. Ahora está desempleado y recibe una pensión de 110 dólares al mes. Su madre es ama de casa.
Qusay, que colabora vendiendo cigarrillos en la calle, espera poder ir a la escuela el año próximo, cuando cumpla seis años.
Después del desayuno, una ingesta sencilla de tomates fritos con pan, Qusay quiere jugar, pero no tiene más que un pequeño automóvil roto que encontró su hermano en la puerta del vecino. Pasa la mayor parte de la mañana jugando con él y le pone muy contento ir a lo del vecino porque tiene un columpio en el jardín..
Como la mayoría de los niños y niñas iraquíes, Qusay creció pasando necesidades. Rara vez come golosinas o tiene ropa nueva.
Su casa es muy pequeña, tiene un dormitorio y una habitación que es baño y cocina a la vez.
Todos duermen en el mismo cuarto, que es extremadamente frío en invierno. No tienen suficientes camas ni mantas. Deben dormir todos juntos para darse calor.
La vivienda tiene muy pocas comodidades. No hay televisión ni electrodomésticos útiles. Tienen una pequeña cocina a queroseno que también usan como calefactor.
Sólo 40 por ciento de los niños y niñas iraquíes tienen acceso a agua potable en todo el país, según Unicef, y apenas 20 por ciento de la población de las afueras de Bagdad cuenta con alcantarillas que funcionan.
Alrededor de 75.000 niños y niñas viven con sus familias en refugios provisorios.
Ali Mahmood, 6 años, vive con su tío Thamir en Baquba desde que sus padres murieron hace dos años a causa de un bombardeo indiscriminado de la insurgencia.
El año que viene concurrirá a una escuela primaria cerca de la casa de su tío.
Los días de Ali son todos iguales y tranquilos. Sus únicos amigos son sus primos. Pero cuando ellos van a la escuela, se queda solo.
La familia de su tío no puede cuidarlo de forma adecuada. Thamir hace lo mejor que puede, pero la vida es difícil y tiene muchas personas a su cargo.
Ali carece de todo lo que puede necesitar un niño. No tiene dónde jugar ni juguetes ni nadie que vele por su futuro.
Y ya tiene responsabilidades: deberá hacerse cargo de su hermano menor cuando crezca.
Firas, Qusay y Ali son niños, pero sin infancia.
(* Ahmed, nuestro corresponsal en la provincia iraquí de Diyala, trabaja en estrecha colaboración con Dahr Jamail, especialista en Iraq radicado en Estados Unidos que visita con frecuencia Medio Oriente)