EDUCACIÓN-KENIA: Las clases se mudan a los campamentos

Empezó el año lectivo en Kenia, y Moses Simiyu Kalenda está otra vez dando clases, pero no donde se imaginaba.

Kalenda instruía a niños y niñas preescolares en una localidad a unos 400 kilómetros al oeste de Nairobi. Ahora trabaja en un aula provisoria en un campamento de desplazados por la violencia desatada tras las elecciones presidenciales del 27 de diciembre de 2007.

Más de 1.000 personas murieron y más de 600.000 abandonaron su hogar a causa de los enfrentamientos entre los seguidores del presidente Mwai Kibaki y los del líder opositor Raila Odinga, quien fraude en los comicios.

Ambos políticos llegaron a un acuerdo el mes pasado para crear una "gran coalición" de gobierno a fin de calmar la violencia en este país de África oriental.

La escuela donde enseñaba Kalenda y su casa fueron arrasadas, y él debió refugiarse en un campamento de la occidental ciudad de Kitale, junto con muchos de sus alumnos.
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Se estima que unos 1.350 maestros fueron desplazados en todo el país.

Kalenda consiguió ayuda de la Cruz Roja de Kenia para crear un aula en el campamento y recibir materiales para dar clases a niños y niñas que habían quedado al margen del inicio del año lectivo.

"Comencé a dar clases el 22 de enero. Mezclé niños y niñas de seis y nueve años. Los hago trabajar para que cuando vuelvan a la escuela alcancen rápido el nivel de sus compañeros", relató Kalenda.

Sus 36 alumnos van a clases de ocho de la mañana a una de la tarde. Se sientan en el suelo y aprenden varias materias. Los niños y niñas más grandes se integraron a las escuelas de la zona, en tanto los más chicos están a cargo de otros dos maestros.

Los cursos le dan un toque de normalidad a la vida de los pequeños, pero el pasado vuelve con insistencia, como le sucedió a Patrick Wanjala, que hace poco se incorporó a la Academia Giligal, cerca del campamento donde Kalenda da clases, junto con 14 niños más, gracias al patrocinio de la Cruz Roja.

"Gracias a que la escuela nos mantiene ocupados puedo rechazar los recuerdos de lo que sufrimos, pero no por mucho tiempo. Me dan ataques de pánico, la otra noche soñé que nos volvían a atacar y mataban a mi familia", relató Wanjala.

"Hago lo mejor que puedo dada la pésima situación, pero, honestamente, no sé cuánto voy a aguantar", dijo.

Jacob Mwambi es otro niño que trata de seguir adelante a pesar de lo sucedido.

Antes de que estallara la violencia, Mwambi iba a la escuela primaria Huruma, en la occidental ciudad de Eldoret. Ahora va a clases en un campamento de personas desplazadas, apoya los libros en sus rodillas y tiene tres maestros, en vez de los muchos que tenía antes.

"Sé que no estoy aprendiendo muchas cosas. No nos dan tareas para hacer en casa. Eso era lo habitual en mi otra escuela. Pero estoy muy agradecido por estar vivo y por tener maestros voluntarios", dijo a IPS.

Esther Wanjiku y Margaret Wambui van a las clases en el campamento. Se hicieron amigas cuando comenzó el año escolar, el 14 de enero, una semana después de lo previsto por la violencia postelectoral. Antes iban a distintas escuelas.

"Pasamos momentos muy difíciles. Nuestras casas fueron incendiadas el 30 de diciembre", recordó Wambui.

"Esa tarde, mis padres y otros amigos festejaban el triunfo de Kibaki. Luego, un silencio escalofriante enmudeció la fiesta. Poco después, el barrio se llenó de gritos y todo empezó a arder", contó Wambui a IPS.

Las niñas y sus compañeros tienen libros de matemáticas y de inglés, pero no de las demás materias.

"Somos demasiados en la escuela, y los maestros enseñan por turnos. Algunos alumnos reciben clases del mañana y otros de tarde. Nuestros instructores son voluntarios", añadió.

En el campamento donde residen Mwambi, Wambui y Wanjiku viven unas 14.000 personas, entre las que hay unos 5.000 niños y niñas, en su mayoría en edad escolar.

En el campamento de Kitale, Kalenda señaló que dar clases le ayudó a lidiar con el trauma causado por la violencia postelectoral. "Todos teníamos una vida y luego nos encontramos sin nada. Uno puede convertirse en suicida o volverse loco", subrayó.

Pero no todos los maestros piensan lo mismo, y algunos se sienten frustrados. A principios de este mes hicieron una huelga en el campamento de Eldoret en reclamo del pago por estar dando clases desde enero.

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