CHINA: Protestas en Tíbet no apagan antorcha olímpica

La represión a los tibetanos que protestaban contra el férreo control de China sobre sus tierras en el Himalaya ya está siendo comparada con la tristemente célebre de Tiananmen.

Pero Beijing tiene ahora más en juego que en 1989, cuando envió sus tanques contra un grupo de estudiantes desarmados. Hoy, las autoridades chinas podrían perder más con la represión en Tíbet, quizás hasta más que el autocrático régimen de Birmania cuando suprimió una manifestación pacífica de monjes budistas a fines del año pasado.

China está a apenas cinco meses de la gran fiesta de los Juegos Olímpicos de Beijing, con los que espera mejorar su imagen internacional y fortalecer la unidad nacional. Las protestas tibetanas se produjeron apenas dos semanas antes de que llegara la antorcha olímpica a Lhasa.

"En los últimos años, Tíbet ha sido víctima de una creciente represión y brutalidad", dijo el Dalai Lama, máximo líder religioso tibetano, luego de que más de 300 monjes salieran a las calles de Lhasa para conmemorar el aniversario de un levantamiento popular contra la ocupación china. En busca de atención internacional en el marco de los preparativos para los Juegos, la comunidad tibetana en el exilio realizó protestas simultáneas en Katmandú, Dharamsala, Nueva Delhi y otras capitales del mundo.

Luego de que la policía china usara gases lacrimógenos y abriera fuego contra los manifestantes en Lhasa, las protestas se propagaron a otras zonas de China. El sábado, monjes y civiles se manifestaron en Xiahe, en la provincia de Gansu, donde se encuentra el sitio sagrado budista de Labrang.
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El gobierno chino informó que al menos 13 personas murieron en las protestas, pero organizaciones tibetanas aseguran que el número asciende a más de 100.

Organizadores de los Juegos minimizaron los temores de se podría cancelar el paso de la antorcha olímpica por Tíbet debido a los disturbios.

Pero las protestas tibetanas desafían la imagen de unidad que Beijing se esfuerza por dar al mundo, y vuelven a llamar la atención internacional sobre las promesas no cumplidas de los líderes comunistas a las minorías. También amenazan con echar luz sobre el continuo uso de la fuerza y de la intimidación por parte del gobierno contra cualquier disidencia.

Aun más problemático para los líderes chinos es el posible efecto que la represión a las protestas tibetanas podría tener en los próximos comicios en Taiwan, al que Bejing considera una provincia renegada.

El 22 de este mes, los votantes de esa isla, que se ha mantenido independiente durante el mismo tiempo en que Tíbet ha permanecido bajo administración de Beijing, acudirán a las urnas para decidir si respaldar la intención del gobernante Partido Demócrata Progresista de solicitar la membresía de la Organización de las Naciones Unidas.

Aunque las encuestas indican que la mayoría de los taiwaneses se inclinarían a favor del opositor Partido Nacionalista o Kuomintang, que promueve un proceso de reunificación con la China continental, es posible que la represión en Tíbet torne la balanza al lado opuesto.

Los líderes del Kuomintang y muchos seguidores huyeron de China y se establecieron en Taiwán en 1949, tras su derrota ante los comunistas en una guerra civil.

A pesar de los riesgos internos e internacionales de la dura represión contra los tibetanos, los líderes en Beijing decidieron responder con la fuerza y con la propaganda, esperando contener la inestabilidad e influenciar la opinión mundial.

Beijing movilizó a destacadas figuras religiosas leales para condenar las protestas tibetanas y desacreditar los llamados internacionales a una política más indulgente.

Gyaincain Norbu, el onceavo Panchen Lama, segunda autoridad religiosa más importante en la compleja jerarquía tibetana, divulgó un comunicado el domingo en el que respaldaba al Partido Comunista y "a los esfuerzos del gobierno para garantizar la seguridad y la estabilidad de Lhasa", según reseñó la agencia estatal china Xinhua.

"Nos oponemos resueltamente a todas las actividades que dividan al país y socaven la unidad étnica. Condenamos fuertemente el crimen de un pequeño número de personas para dañar las vidas y las propiedades de las personas", dijo el Panchen desde Lhasa.

Gyaincain Norbu es el Panchen Lama reconocido por Beijing, pero no por el Dalai Lama y sus seguidores en el exilio. Estos concedieron ese título en 1995 a Gendun Choekyi Nyima, un niño de seis años que desapareció desde entonces.

La comunidad tibetana en el exilio lo considera "el prisionero político más joven del mundo". Su destino ejemplifica los derechos negados a los tibetanos después de que Beijing tomó control de la zona en 1950.

Desde los años 30, cuando buscaba apoyo popular en su guerra civil contra el Kuomintang, el Partido Comunista prometió varias veces a las minorías que les permitiría la autodeterminación, lo que incluye la libertad de autogobierno y la independencia de las instituciones religiosas.

Pero los comunistas se negaron a cumplir esas promesas luego de llegar al poder, y pocos años después consideraron una traición que las minorías exigieran su independencia.

Cuando los tibetanos se rebelaron en 1959 contra la expropiación de sus propiedades, el cierre de monasterios y la política agrícola china que derivó en hambrunas, Beijing ordenó una intervención militar que obligó el exilio del Dalai Lama a India.

Desde entonces, el gobierno tibetano exiliado en la localidad india de Dharamsala no pide una completa independencia, sino un alto grado de autonomía. El Dalai Lama, ganador del premio Nobel de la Paz en 1989, ha visitado varias capitales del mundo promoviendo su causa y presionando a los líderes chinos para que negocien.

Por un breve periodo a mediados de los 80, cuando el líder reformista chino Hu Yaobang y su sucesor Zhao Ziyang estaban el poder, Beijing y Dharamsala se preparaban para negociar sobre el futuro de Tíbet.

Pero el proceso fue interrumpido cuando los comunistas de línea dura obligaron la dimisión de Hu Yaobang, así como de Zhao Ziyang a causa de su postura compasiva hacia las manifestaciones estudiantiles en Tiananmen.

En 1989 estallaron protestas en Lhasa, ante lo cual Beijing impuso la ley marcial y canceló las conversaciones con el Dalai Lama. El entonces jefe del Partido Comunista en la Región Autónoma del Tíbet era Hu Jintao, el actual presidente de China.

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