AMBIENTE-BRASIL: Tiempos complicados para Florianópolis

Con maravillosas excepciones como el sur y otros recovecos históricos y naturales, la isla brasileña de Florianópolis no es la misma que se podía visitar 20 años atrás.

El síntoma más claro de los cambios es un crecimiento urbano desordenado que habitantes y autoridades intentan remediar antes de que sea demasiado tarde.

Las rústicas casas de maderas de pescadores que coloreaban las playas preferidas de los turistas argentinos, como Canasvieiras y Jureré, hoy lucen sin personalidad, con un estilo que recuerda a la ciudad estadounidense de Miami, cemento pintado de colores pasteles y calles asfaltadas sustituyendo viejos caminos de tierra y adoquines.

Las aguas limpias y transparentes se enturbian en algunas partes de la capital de Santa Catarina. La Mata Atlántica, el bioma boscoso característico de la costa oceánica de Brasil, comienza a quedarse calva en lugares que en mejores tiempos estaban cubiertos de frondosa vegetación.

Es el "progreso" que celebra el alcalde Dario Berger, pero también "el mayor desafío que tenemos", como dijo a IPS y a otros medios de comunicación durante el lanzamiento del libro "Ciudades Ilustradas-Florianópolis".
[related_articles]
El desafío es "buscar el equilibrio entre el desarrollo de la ciudad y la protección ambiental para que podamos mantener la calidad de vida para nosotros y las futuras generaciones", explicó el alcalde.

Eloar Guazzelli, ilustrador de libro sobre Florianópolis, de la editorial Casa 21, resolvió ese dilema de una pincelada: ignorando en sus encantadores dibujos los edificios y el cemento gris de la ciudad y rescatando sus aspectos mágicos y románticos.

La isla de Santa Catarina "representa en escala reducida el gran dilema que se presenta a nuestro bello planeta", dijo el artista.

¿Hasta qué punto la expansión de nuestro modo de vida es tolerable? ¿Cuáles son los límites para el crecimiento de nuestras actividades económicas? ¿Y cuál la capacidad del ambiente para soportar una ocupación creciente?", se pregunta Guazzelli en la introducción del libro.

Sin los recursos de las artes plásticas, el alcalde apuesta a un programa de desarrollo sostenible ya en marcha que, entre otras iniciativas, incluye una moratoria para la construcción en las áreas más urbanizadas.

También se propone otorgar certificados internacionales de "bandera azul" (playas con calidad ambiental) y establecer reservas de biosfera urbana (ecosistemas donde se concilie el respeto del ambiente y su uso sustentable).

Esa práctica ya fue aplicada en ocho Unidades de Conservación a cargo de la Fundación Municipal de Medio Ambiente.

Una de ellas, Lagoa do Peri, en el sur de la isla, es un parque abierto al público de unos 23 kilómetros cuadrados, con floresta original y una laguna de agua dulce.

El objetivo, explica el coordinador de las Unidades de Conservación del municipio de Florianópolis, Mauro Costa, es proteger esos ecosistemas e involucrar a los turistas en esa tarea.

Pero, como el mismo Costa admite, a veces es difícil establecer los límites entre la preservación y la supervivencia de las poblaciones locales que ya estaban en el lugar antes de que este fuera declarado área protegida.

"Un pescador ve peces en la Lagoa y quiere pescar", se resigna Costa.

Es el caso de Zeca Santos, un elaborador de "cachaça" (aguardiente destilada de la caña de azúcar) cuya familia se dedica a ese arte hace por lo menos un siglo.

Zeca tiene su propiedad dentro de la Unidad de Conservación de la Lagoa do Peri, donde destina unas 23 hectáreas al cultivo de caña para producir el licor de forma totalmente artesanal: un alambique de madera con piezas talladas que lleva ya varias generaciones.

Zeca, que vende su producto a bares de São Paulo, creó inclusive un sistema de reciclaje del bagazo de caña para alimentar a las pocas reces que tiene en su propiedad.

Pero, por estar enclavado en una unidad de conservación, no puede aplicar en su predio las medidas de descanso de la tierra que lleva cultivando sin interrupciones en los últimos 15 años y que está "cansada y envejecida, como uno envejece".

Para hacerlo necesitaría extender un poco más el cultivo dentro de los límites de su propiedad, lo que le está vedado.

"Esta producción artesanal, parte de la cultura brasileña, va a acabarse como están yendo las cosas", se quejó el productor.

Zeca relató que "tenemos escritura (título de propiedad), pero es como si no la tuviéramos porque no podemos plantar, talar, no podemos rotar la tierra" con la que mantiene su precaria vivienda y a sus tres hijos que recorren varios kilómetros a pie para asistir a una escuela rural.

Zeca afirma que no recibe el mismo trato que otros más afortunados y poderosos dentro de la Unidad de Conservación. Por ejemplo, la empresa de agua que compra el recurso a la Lagoa.

"¿De dónde viene esa agua? ¿De nuestro terreno?", se pregunta Zeca.

Los habitantes de Costa da Lagoa, una playa del este de la isla sobre la laguna de Conceiçao declarada área de preservación cultural, buscan soluciones a su manera.

El lugar, considerado uno de los últimos reductos de la cultura "azoriana" (de la inmigración procedente de las islas Azores que pobló Florianópolis a partir del siglo XVIII), tiene unos 1.800 habitantes, pescadores y constructores de barcos y redes que viven todavía como sus antepasados.

Somos "una especie de indios", se autodefine Valdir Miguel de Andrade, presidente de la Asociación de Habitantes de Costa da Lagoa, en declaraciones a IPS.

Andrade, también secretario de la Cooperativa de Barqueros Autónomos de Costa da Lagoa, explica que para sobrevivir transformaron sus casas en posadas que ofrecen por módicos precios a los turistas que llevan en sus embarcaciones.

"Poca cosa, pero los turistas las aprecian como si fueran un gran hotel de ciudad", se enorgullece.

Los pocos que se fueron del lugar "están como locos y quieren volver". Para preservar su tesoro, toman otras medidas de control colectivo, como prohibir la deforestación y establecer límites a la construcción.

"En nuestras casas tenemos 1.600 metros cuadrados de fondo y preservamos 1.450. El resto que usamos es sobre la playa", explica.

Después de la pesca, en esa playa construyen y arreglan sus barcos.

El problema creciente son los "que vienen de afuera", dice en referencia a grupos empresariales que compran grandes propiedades y no tienen los mismos cuidados.

Compartir

Facebook
Twitter
LinkedIn

Este informe incluye imágenes de calidad que pueden ser bajadas e impresas. Copyright IPS, estas imágenes sólo pueden ser impresas junto con este informe