Miles de afganos que se habían refugiado en Irán fueron devueltos por la fuerza a su país y ahora viven en campamentos provisorios, abandonados a su propia suerte sin ninguna asistencia.
Muchos de ellos habían huido de la invasión de la hoy disuelta Unión Soviética y de la guerra civil (1979-1989) que le siguió, luego regresaron a Afganistán para encontrarse sin trabajo, ni refugio, ni asistencia del gobierno para su reintegración.
"Vivíamos en una casa, pero dejamos todo lo que poseíamos cuando el gobierno iraní nos obligó a regresar", relató Hoden Makhtab, una madre deportada de 40 años.
"En mi familia somos ocho personas. Regresamos hace seis meses, pero el gobierno afgano no nos ayuda. Ni siquiera nos han visitado", apuntó.
IPS entrevistó a Makhtab al lado de la tienda de campaña en la que vive. Unas 400 familias están en su misma situación.
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Las tiendas, sostenidas por palos de madera que se mueven al viento, fueron ubicadas en medio de una zona en construcción en Chamany Babrak, en Kabul.
Algunas de ellas fueron armadas en un pozo de barro que llega a los tobillos. No tienen agua corriente ni electricidad. Se ven adultos harapientos y niños y niñas medio desnudos.
El campamento en rápida expansión alberga a refugiados de los países vecinos y otras ciudades de Afganistán. Algunos alegan haber sido deportados de Pakistán, donde vivieron y trabajaron durante los años de la guerra. Incluso hay pakistaníes aquí que huyeron de conflictos civiles y la inclemencia del tiempo.
Pero la mayor parte de responsabilidad recae sobre Irán, que repatrió a miles de afganos en los últimos meses.
La mayoría llegó de Irán y montaron sus carpas, al igual que sucedió en otras grandes ciudades del país.
Las agencias humanitarias informan que hay cientos de campamentos como el de Chamanay Babrack floreciendo por todo el país con miles de deportados y se corre el riesgo de que haya una crisis humanitaria.
"Mi yerno murió en un terremoto en Irán", relató con voz quebrada Sadaf Ismat, deportada hace seis meses de Irán. "Creímos que el gobierno nos iba a ayudar, en cambio nos obligó a venir aquí".
"Estoy enferma y no puedo comer", añadió mostrando la lengua, descolorida por una infección no tratada. "Tenemos una gran familia y no sé que nos a ser de nosotros. No hay trabajo para nadie y estoy tan enferma que ni siquiera puedo ni mendigar".
En un país que hace décadas que está en guerra, las oportunidades de empleos son escasas. Algunos refugiados consiguen algún trabajo zafral, pero la mayoría se ven obligados a mendigar.
Tampoco tienen leña para calentarse en el crudo invierno de Kabul, por lo que muchos se enferman, y el alza de los precios de alimentos hace que muchos se vayan a dormir con hambre.
El gobierno afgano y el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) tienen programas para asistir a las personas que regresan por voluntad propia, pero no contemplan a los expulsados por otros países.
"Llegué a Sherz, en Irán, hace 20 años", relató Fazel Ghrias, mostrando un carné de refugiado emitido en Teherán. "Vivimos en carpas, pero el gobierno nos ayudó. Pero un día vinieron y nos dijeron 'tu país es libre ahora, puedes regresar'".
Ghrias alega que soldados iraníes obligaron a los refugiados a punta de pistola a subir a unos camiones y luego saquearon las tiendas de campaña y se llevaron todo el dinero que encontraron.
"Los soldados nos dijeron: 'si no regresan a Afganistán, los matamos", añadió. "Luego incendiaron las casas de los que se negaron a partir".
Cerca de un millón de afganos llegaron de Irán desde 2001, según Acnur. Ese país deportó a unas 360.000 personas el año pasado.
En estos dos primeros meses del año, ya fueron unos 17.000 afganos, según el Ministerio de Refugiados y Asuntos de Repatriados, a pesar de un acuerdo entre Kabul y Teherán a fin de restringir las deportaciones en invierno.
El gobierno iraní y Acnur alegan que los deportados eran afganos que no estaban registrados en la República Islámica, que buscaban trabajo de forma ilegal y que debían considerarse inmigrantes, no refugiados.
Son embargo, la mayoría de los residentes del campamento de Chamany Babrak tienen carné de refugiado emitido por Teherán.
Hay informes de organizaciones no gubernamentales que sugieren que los soldados suelen desalojar un asentamiento entero de refugiados sin verificar su estatus.
"Un día estaba trabajando cerca de mi casa cuando soldados iraníes llegaron sin previo aviso", relató Muzafar Khoram, de 54 años, deportado de Sheraz.
"Teníamos carné, pero no le prestaron atención. No queríamos regresar, pero nos obligaron gritándonos '¡fuera de Irán!'. Ni siquiera nos dejaron agarrar nuestras pertenencias. Nos obligaron a subir en camiones, primero los hombres y luego las mujeres y los niños".
Acnur sólo considera a los que regresaron por voluntad propia, indicó el portavoz Ahmed Nader Farhad. Los que fueron expulsados están fuera del mandato de la agencia y no reciben asistencia.
"No son responsabilidad de Irán ni de nuestro gobierno", dijo a IPS Abdul Qader Zazai, asesor del ministro de Refugiados y Asuntos de Repatriados, Mohammed Etibari.
El gobierno afgano no tiene capacidad ni recursos para absorber a los miles de deportados y pide a las autoridades iraníes que detenga la ola de expulsiones, reza una reciente declaración de Etibari.
Pero eso no es ningún consuelo para los habitantes del campamento de Chamany Babrak.
"Somos muy pobres y necesitamos ayuda, ese es nuestro principal problema", señaló Khoram. Mientras IPS conversa con él, llega un tanque de agua. Los residentes juntan sus ingresos diarios para comprar agua.
"Necesitamos alimentos y leña, en especial en invierno, no tenemos lo que necesitamos. No tenemos combustible, ni harina ni pan. Somos 10 personas en mi casa. Estamos todos enfermos. No sé qué hacer", imploró..