La violencia contra las afganas a manos de un familiar o un allegado a su entorno parece ser un mal endémico en este país de Asia central. Pocas mujeres tienen posibilidades de protegerse o denunciar a su agresor.
De 1.327 actos violentos contra mujeres en Afganistán, 30,7 por ciento de los casos fueron agresión física, 30,1 por ciento psicológica, 25,2 por ciento sexual y 14 por ciento una combinación de las tres, según una encuesta realizada por el Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer (Unifem).
Además, 82 por ciento de esas agresiones fueron cometidas por integrantes de la familia, nueve por ciento por un conocido de la comunidad y 1,7 por autoridades.
Por su parte, la Comisión Independiente de Derechos Humanos de Afganistán registró 1.199 casos de violencia sexual y de género en 2006.
"Hace muy poco hubo dos casos de violencia sexual", señaló Qazi Sayed Mohammad Sami, responsable de la Comisión en las nueve provincias septentrionales de este país.
El primer caso sucedió en la provincia de Sar-e Pol, donde un hombre violó a su nieta. La Comisión analizó los hechos e informó a las autoridades competentes que detuvieron al agresor, pero éste no recibió el castigo que se merecía, indicó Sami.
El segundo caso involucró a una joven de 21 años del distrito de Dehdadi, a unos 15 kilómetros de Mazar-e-Sharif, capital de la septentrional provincia de Balkh, quien acusó a su padre de violación.
"El hombre fue detenido y hay una investigación en curso. Pero esos casos son raros en el norte de Afganistán", remarcó Sami.
IPS se reunió con Shogofa, quien se atrevió a denunciar a su padre, un mulá. Según la shariá (ley islámica), el responsable de una agresión sexual contra una mujer debe atenerse a duras consecuencias.
"Mi padre es mulá. Todo el mundo me decía que estaba mintiendo. ¿Cómo puede hacer eso un mulá?", relató la joven.
Shogofa, quien tiene tres hermanas, contó que su padre siempre fue violento. Las agredía físicamente a ellas y a su madre. Como su mamá no tuvo un niño, su padre la obligó a "proponerle" una segunda esposa.
"La castigaba, pero ella no le daba nombres. Mi madre terminó por sugerirle a alguien y él se casó por segunda vez", indicó.
Dos años después de su segundo matrimonio, él siguió acosando sexualmente a Shogofa. "Mi padre solía besarme y abrazarme, pero yo pensaba que era cariño paternal", recordó.
El acoso no terminó con el casamiento de Shogofa ni después de que tuvo a su hija.
Cuando Shogofa contó lo sucedido a su esposo, Nehmat, él le dijo que lo grabara.
"Mi padre me pidió que subiera con él al segundo piso de la casa. Cuando llegué se puso bien cerca mío, me apuntó con dos pistolas y me dijo que si gritaba me mataba", relató. "Me violó. Más tarde fue al bazaar y me dijo que me aprontara para otra sesión esa noche".
Pero ella lo había grabado y ahora tenía una prueba para su esposo y demás familiares.
Su esposo y otros integrantes de la familia lo esperaron en su casa y lo entregaron a la policía.
"Cuando el padre de Shogofa llegó a la casa y vio que todos estábamos enojados, supo lo que había sucedido. Trató de escapar, pero logramos atraparlo y lo entregamos", relató Nehmat.
La hermana de Shogofa, de 14 años, que no quiso dar su nombre, contó también que su padre trató de violarla varias veces, pero no pudo.
"Mi padre me pedía que viéramos películas pornográficas. Solía abrazarme tan fuerte que me asustaba", indicó.
El comportamiento del mulá cambió cuando se compró una antena para ver televisión digital, según Shogofa, gracias a la cual podía ver cientos de canales.
"Veía películas pornográficas de tarde y hasta medianoche. Cambió su forma de ser", indicó.
Shogofa dijo que se suicidaría si su padre no era colgado o quedaba preso de por vida, en una carta que envió a una organización de mujeres y a las autoridades de la provincia de Balkh.
"No quiero verlo más. Le pido a la fiscalía que lo castigue. Si lo veo, me volverán las imágenes de lo que me hizo", dijo a IPS.
Las autoridades trabajan a contrarreloj para garantizar que se haga justicia, indicó Malalai Usmani, responsable del departamento de mujeres de Balkh.
"Debe ser apedreado hasta la muerte", sostuvo Qari Azizollah, intelectual y líder religioso. Al calificar el hecho de "vergonzoso y cobarde", dijo a IPS: "He oído de niñas violadas. ¿Pero un padre que viola a su hija!", exclamó.