DESARROLLO: Nacidos del desierto

El 13 de febrero de 1992, la peruana María Elena Moyano se convirtió en una activista incómoda para el grupo insurgente Sendero Luminoso. Ese día osó enfrentar un toque de queda impuesto por esa organización y promovió una marcha por las calles en nombre de la paz.

Un tramo del encuentro en Porto Alegre. Crédito: Conferencia sobre Desarrollo de Ciudades
Un tramo del encuentro en Porto Alegre. Crédito: Conferencia sobre Desarrollo de Ciudades
Dos días después, durante una fiesta de recaudación de fondos, la activista conocida popularmente como Madre Coraje, quien había sido elegida presidenta de la Federación Popular de Mujeres de Villa El Salvador con apenas 24 años, fue muerta a tiros por miembros del Sendero Luminoso, y su cuerpo fue destrozado con dinamitas.

La pequeña ciudad Villa El Salvador, en el sur de Perú, se convirtió entonces en un símbolo de superación y lucha para todos los peruanos.

La historia de Madre Coraje fue recordada exactamente 16 años después, con emoción, por el alcalde de esa localidad, Jaime Zea, en una charla en el marco de la Conferencia Mundial Sobre Desarrollo Ciudades, celebrada desde el martes y hasta este sábado en esta meridional ciudad brasileña.

Zea participó de aquella macha por la paz organizada por Moyano. En Porto Alegre, el alcalde fue felicitado por sus esfuerzos en Villa El Salvador, ciudad que se convirtió en un modelo de cómo un tugurio puede, a partir de la autogestión y de la participación popular, transformar un área desértica en un lugar habitable, con niveles de saneamiento y educación envidiables para otras ciudades de América Latina.
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"Fuimos víctimas de Sendero Luminoso, pero la democracia se mantiene", dijo Zea.

"En esa época, los dirigentes populares eran vistos como un colchón de la burguesía. Incluso en tiempos del ex presidente Alberto Fujimori (1990-2000), que rompió con todos los partidos, en Villa El Salvador no disminuyó la participación popular", añadió.

Esto se debe, explicó, a que los primeros habitantes de la ciudad eran descendientes de culturas con mucha tradición participativa. "Mucha de esa cultura ancestral, andina, de relaciones comunitarias que exigen participación y confianza, todavía sobrevive en Perú", indicó.

Villa El Salvador fue fundada en 1971. Ese año, un grupo de emigrantes de la periferia de Lima ocupó un área cercana a la localidad de Pamplona, pero fueron violentamente reprimidos por la policía. Expulsados de las tierras, fueron llevados a zonas desérticas que hoy constituyen la ciudad.

La comunidad primero dividió el terreno en sectores, luego en barrios y finalmente en lotes. Las propias organizaciones de los barrios elegían a quiénes podían ocupar los lotes, dentro de las condiciones acordadas. Las familias tenían preferencia. El proceso de participación fue creciendo y consolidándose.

Hoy, Villa El Salvador está dividida en nueve territorios. Mientras los alcaldes de otras ciudades de todo el mundo, la propia Organización de las Naciones Unidas y entidades privadas discutían en la Conferencia cómo implantar y multiplicar el sistema participativo en América Latina, Usca se jactaba de haber desarrollado, en 37 años, un proceso efectivo con resultados comprobados.

Pero él no hace milagros, Con un presupuesto aún pequeño (cerca de 13 millones de dólares para 400.000 habitantes), el alcalde se queja de que los recursos obtenidos mediante impuestos sean destinados a 40 por ciento de los gastos, y que el Estado aún transfiere poco de su presupuesto para el municipio.

Aun así, el alcalde espera llegar a 2010 habiendo asegurado saneamiento básico para 98 por ciento de la población. Hoy sólo se llega a 85 por ciento de los habitantes.

En Villa El Salvador, 70 por ciento de las casas tienen electricidad. Zea espera llegar a 100 por ciento en 2015, y en 2021, cuando termine su plan estratégico, todas las calles de la ciudad deberán estar asfaltadas.

En las obras realizadas por la Alcaldía, la comunidad colabora con 10 por ciento. Puede ser en mano de obra, agua, cemento o con cualquier cosa que ayude. Quien contribuye con la clasificación de la basura, recibe uno de los llamados "bonos verdes" y ayuda a darle empleo a la población más pobre que participa del trabajo. Con cuatro bonos, una persona gana un descuento en los impuestos municipales.

Entre los proyectos definidos por la población como prioridades está el de Seguridad Alimentaria, recién iniciado para poner fin a la desnutrición crónica que afecta a siete por ciento a las niñas y niños menores de cinco años.

La Alcaldía también desarrolla programas específicos para atender a los 8.000 habitantes con más de 65 años de edad, y comenzó un proyecto de capacitación en los barrios para disminuir la violencia entre los jóvenes. En Villa El Salvador hay 43 pandillas, con 20 y 25 jóvenes cada una, que son el objetivo de Zea para los próximos años.

Algunos de estos jóvenes, ya insertos en el programa, ahora trabajan en una fábrica de escobas. Ocupan su tiempo, producen y venden el producto de su trabajo.

Experiencias como ésta son importantes para América Latina, señaló el coordinador académico de la Federación Latinoamericana de Ciudades, Municipios y Asociaciones de Gobiernos Locales, Néstor Vega.

"Fue a través los ‘cabildos abiertos’ —asambleas donde se reunían los representantes de la ciudad, no necesariamente los consejos ni el alcalde, sino un espacio más amplio en el que se tomaban decisiones y se buscaba actuar sobre los problemas—en donde se consiguió la emancipación del continente", explicó.

Vega citó otros movimientos que también impulsan la participación popular. "En Ecuador hay cuatro niveles de gobierno: el submunicipal está previsto en la ley y se llama ‘parroquia’, pues tiene funcionamiento parecido a las parroquias misioneras pero más administrativo", explicó.

Allí las personas se reúnen para definir sus propuestas y presentarlas al municipio. El presidente de este nivel de gobierno es elegido directamente por la comunidad y trabaja con ella para buscar que la alcaldía haga su tarea. En ciertos casos, también hacen pequeñas actividades a través de organizaciones no gubernamentales.

"La ventaja es que se institucionaliza la participación ciudadana, evitando dejar para la buena voluntad de los alcaldes que la participación llegue a nivel local", sostuvo Vega.

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