En Cidade Alta, un barrio pobre de la zona norte del suburbio de esta ex capital de Brasil, niños, niñas y adolescentes se agruparon para intentar rescatar sus raíces culturales a través de un proyecto que integra arte con la necesaria renta.
Los tambores de la capoeira, una especie de danza y lucha de origen africano, resuenan en el centro comunitario de esta "favela" donde, a diferencia de la mayoría de estos barrios pobres, predominan los apartamentos por sobre las casas bajas de ladrillo sin revoque.
Al margen de otros ecos más temidos como los provocados por los frecuentes tiroteos entre la policía y bandas de narcotraficantes, los pasos de los pies desnudos de los bailarines niños, adolescentes y jóvenes de Cidade Alta retumban alegremente en el centro de la organización no gubernamental "Acción comunitaria de Brasil".
Los bailarines y músicos transmiten una energía imposible de ignorar, que se transmite del suelo al "corazón", como describe a IPS Mattehus Ribeiro, de 11 años..
"Es muy bueno, porque uno hace una cosa que lo inspira. Me hace sentir bien, me coloca aquí dentro del corazón mucha emoción", dice Matheus, con los ojos brillantes y señalando su corazón.
[related_articles]
Matheus, además de capoeira, hace danza afro-brasileña y toca el berimbau, un instrumento de origen africano compuesto de cuerda y percusión hecho con una especie de calabaza. También integra el grupo de baile Kina Mutembua ("danzando con el viento", en lengua quicongo de la etnia africana bantú) y la Orquesta de Berimbaus, impulsado por el grupo humanitario.
En el espectáculo titulado "Coisas Nossas" (Cosas nuestras, en portugués), están representados muchos de los ritmos que, como mosaicos, integran la rica miscigenación o mestizaje étnico y cultural brasileño, como es el caso de la capoeira, maracatu, maculelé, frevo y el samba.
Romildo dos Santos, profesor de capoeira y de berimbau, es la encarnación de esa mezcla. De madre indígena de la etnia tupi y con ancestros africanos y portugueses, fue uno de los creadores del grupo musical, recuerda a IPS.
Para Dos Santos, que para ilustrar cada una de sus explicaciones toca el berimbau y entona cánticos de los esclavos, la iniciativa tiene un objetivo importante como es la generación de empleo a través de la danza.
Pero una meta más ambiciosa es "recuperar las raíces afro-brasileñas que se están perdiendo a lo largo del tiempo" y, a través de ese medio, "devolver un poco de la autoestima" de estos jóvenes habitualmente marginados por ser pobres, negros y "favelados", como se llama despectivamente a los habitantes de las favelas.
El profesor lo intenta por el camino del arte y especialmente de la capoeira, que la define como una "filosofía de vida" con la que "duerme y vive".
"La capoeira es una danza, una lucha de conciencia, de respeto, de preservación de nuestra historia y raíces", sostiene Dos Santos. Una definición que a integrantes del grupo de baile, como Daniele da Silva Pereira, de 24 años, la ayudó a reconquistar su propio espacio y a aprender a comunicarse con los otros.
Con un sobrepeso que, según ella misma explica, provoca comentarios entre el público como "¿qué está haciendo esa en el palco?", Daniele cuenta que ahora se siente bien y segura de sí misma.
Pero esta bailarina de ritmos afro-brasileños, que como costurera también forma parte de un proyecto de confección de ropa y moda de la organización no gubernamental que los apoya, subraya que por sobre todas las cosas la danza le permitió reencontrarse con sus orígenes.
"Estamos rescatando una cultura que infelizmente olvidan hasta los propios negros", comenta a IPS Daniele, que es mulata.
"Es importante mostrar que el negro trajo cosas de valor, el samba y muchas otras danzas que son tan valorizadas fuera de Brasil y no en nuestro propio país", agrega en tono de queja.
Es lo que también piensa Charles Nelson, un famoso coreógrafo brasileño de danzas afro-brasileñas y del espectáculo "Coissas Nossas".
Nelson lamenta que este tipo de arte sea tan valorizado afuera y tan poco en el país. "La mayoría de los coreógrafos que hay aquí acaban yéndose del país", dice.
Este artista es enérgico y perfeccionista. Interrumpe la entrevista para regañar a las bailarinas que ensayan con pantalones y no con las faldas usadas por la cultura tradicional afro-brasileña. Sólo se tranquiliza cuando las mujeres improvisan esa prenda con unas telas y continúan bailando.
"¿No se ve diferente?, pregunta. "Sólo así se valoriza el balanceo típico de esta danza", explica. Es parte de un rescate cultural. En su coreografía integra danzas como el "cafezal, que es un baile de la cosecha del café de los esclavos, y el frevo, que es del nororiental estado de Pernambuco, según indica.
Y, entre otros ritmos, Nelson también integra el "batuque", que es la "danza de la alegría, es decir la que bailaban los esclavos después del trabajo", detalla ante la curiosidad de IPS.
La experiencia tuvo tan buenos resultados que ahora son otros grupos culturales de países africanos como Ruanda quienes "vienen a recuperar sus propias raíces a Brasil, aprendiendo de nosotros", cuenta Romildo.
Es el enriquecimiento dinámico de dos culturas que se entrelazan, se dieron origen y hoy se auto-rescatan, concluye al definir al espectáculo del grupo que se presenta artísticamente tanto en Brasil como en el exterior.