El mito Marilyn Monroe revivió fugazmente en Venezuela este mes, al estrenarse «El Tinte de la Fama», la ópera prima de Alejandro Bellame que comienza como ligera comedia y termina en una intensa búsqueda de identidad.
La historia empieza cuando Magaly, una actriz desempleada, es convencida por su marido y poco exitoso manager, Arturo para que participe en el concurso de televisión titulado "La Marilyn Monroe del Nuevo Milenio".
El concurso se propone conseguir una venezolana que encarne, más en cuerpo que en alma, a la glamorosa rubia de Hollywood nacida como Norma Jean Baker (Norma Jeane Mortenson, según otras biografías) en 1926 en la ciudad estadounidense de Los Ángeles y fallecida en 1962, al parecer por una sobredosis de barbitúricos.
"No somos realmente fanáticos de Marilyn, pero al recoger y plasmar la documentación que recogimos terminamos rindiéndole un tributo", confesó Bellame a IPS.
En realidad, "el filme transcurre como una búsqueda primero de nosotros mismos, como realizadores y actores, y luego como una búsqueda de la identidad o de identidades venezolanas", agregó.
Arturo, interpretado por Alberto Alifa, y Magaly, en la piel de Elaiza Gil, que han llevado una vida breve llena de sueños rotos y habitan un apartamento en un edificio a punto de caerse, van al concurso tentados por el premio de 25.000 dólares que puede resolver su problema de vivienda.
Magaly es una muchacha caraqueña de bella figura, cabellos negros y pies en la tierra que inicia una alocada transformación física en una beldad rubia, con la ayuda de Héctor, interpretado por Miguel Ferrari, quien se nombra "macho del Tercer Mundo" y es un travesti que se cree la reencarnación misma de Monroe.
Al cambiar poses, actuaciones, acentos de sus rasgos, modulaciones y tintes de cabello, Magaly comienza a vivir una crisis de identidad que señala en la cinta como "toda la gloria y la miseria de ser diferente, deseada y famosa", una verdadera Marilyn.
La tentación inicial del dinero da paso a una búsqueda de reconocimiento, de fama, de legitimación con su presencia bajo reflectores y en los medios de comunicación.
"Desde que leí el guión (de Armando Coll y Alberto Gómez) me enamoré del personaje, porque son dos en uno: hago de Magaly y hago de Marilyn", dijo Gil a IPS.
"Debía, y no, parecerme a Marilyn, del mismo modo que Norma Jeane no se parecía a esa mujer-mito, se trataba de un juego de identidades, de hacer creer ", agregó.
En esa búsqueda de identidades, Magaly, Arturo y Héctor se ven envueltos en una espiral de situaciones que imitan, aunque parece que repasan, lo que fue la turbulenta vida de Monroe, con un melancólico fondo de jazz a cargo de Julio D'Escrivan.
Entonces Bellame contrasta la glamorosa aproximación al star-system y sus lujos, candilejas y flashes, con la pobreza en la que viven millones de caraqueños y el desastroso entorno cotidiano, de tráfico pesado, suciedad, aprensión ante el delito, ruidos insoportables o aceras saturadas de vendedores ambulantes.
"Fue el turno de plantear la búsqueda de identidad colectiva sobre este país y esta ciudad, por contraste con el hecho de que a veces nos perdemos en modelos foráneos, ajenos a nuestro gentilicio, como precisamente Marilyn", dijo Bellame.
Como contrapartida, destacó el realizador, "al apelar a la figura de Monroe, un ícono universal, hacemos potable para un espectador extranjero lo que de otra forma sería una historia local".
Finalmente, comentó Alifa a IPS, "es como tantas otras películas, una historia de amor, que al final se impone sobre las heridas que deja la angustiosa búsqueda del éxito. La relación de la pareja se salva y, así, el amor puede más que el fracaso económico.