PAKISTÁN: Demasiadas crisis cercan a Musharraf

Escasez de alimentos y de calefacción, inestabilidad política y problemas de seguridad interna acechan al presidente de Pakistán, Pervez Musharraf, quien parece inerme ante las múltiples crisis que erosionan su capacidad para dirigir las cuestiones de Estado.

El asesinato de la líder del opositor Partido del Pueblo de Pakistán y dos veces primera ministra, Benazir Bhutto, el 27 de diciembre, abrió un nuevo capítulo de inestabilidad que impulsó a los oponentes de Musharraf a pedir su renuncia como única alternativa para salir adelante.

Son pocos los que creen que resultará posible realizar elecciones libres y limpias, convocadas para el 18 de febrero, con Musharraf al timón, o que la agitación política cesará luego de los comicios.

Los problemas del presidente se han visto exacerbados por la peor escasez de energía y alimentos de los últimos años. Cuando la sociedad todavía no se repone del estado de emergencia dictado el 3 de noviembre y la remoción de los jueces de la Corte Suprema, el gobierno debe enfrentar ahora manifestaciones de protesta contra los cortes de electricidad y la falta de comida.

"Musharraf está multiplicando sus enemigos al permanecer en el poder. Su carisma desapareció", dijo Amir Waseem, columnista político del diario en inglés Dawn.
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Habitantes del septentrional valle de Swat, donde los militares combaten a militantes ultraderechistas, ya han anunciado que boicotearán las elecciones si el gobierno no les garantiza suficiente energía para iluminar y calefaccionar sus casas. En esa zona, las temperaturas se mantienen bajo cero durante la mayor parte del invierno.

"Esto ya es demasiado. No pueden seguir tratándonos como si fuéramos ovejas o cabras. Los cortes de energía se prolongan por más de 10 horas diarias", dijo Iqbal Mulk, quien vive en Mingora, una importante ciudad en Swat.

La respuesta de Musharraf fue típica de un ex comandante en jefe del ejército, cargo al que tuvo que renunciar para que fuera aceptada su intención de postularse a la presidencia. Advirtió que el día de las elecciones el ejército o los paramilitares que controlarán los locales de votación, abrirán fuego contra los "agitadores".

El pasado fin de semana, ordenó que los militares custodiaran la cadena de distribución del trigo, en una medida desesperada para regular la oferta a los consumidores internos y a través de la frontera a los hambrientos afganos.

"Los paramilitares, incluyendo a los Rangers y la policía fronteriza, han sido desplegados en los molinos de cereales y los sitios de almacenaje. Van a supervisar la cadena de distribución para evitar acaparamiento o contrabando", dijo un funcionario del Ministerio del Interior.

Informes de prensa indican que las fuerzas de seguridad han comenzado a tomar el control de molinos en la provincia de Punjab, mientras arrecian las críticas a los militares, vistos como parte del problema, no de la solución.

"Para Musharraf, las Fuerzas Armadas parecen ser la panacea para todos los males, cuando resulta claro que su intervención en la esfera civil ha creado insuperables problemas de seguridad e inestabilidad política que ponen en jaque la integridad del Estado", señaló Waseem.

El gobierno, sin embargo, justifica la medida como la mejor herramienta para estabilizar el mercado, ya que los bajos precios del trigo en Pakistán fomentan su contrabando hacia Afganistán, Asia central e India. La oposición considera esta argumentación simplemente como una "tontería".

Varios funcionarios y fuentes políticas, sin embargo, indicaron a IPS que el gobierno autorizó el año pasado exportaciones de trigo y harina, para apaciguar a los miembros de la Liga Musulmana de Pakistán-Q, que apoya a Musharraf y tiene grandes intereses en el comercio exterior.

Gracias al bajo precio doméstico de los cereales, los exportadores obtienen grandes ganancias en el mercado internacional, donde los precios continúan en alza y hacia donde dirigen sus existencias.

Cuando comenzó la escasez interna, hace unos meses, el gobierno impuso retenciones de 35 por ciento. Pero ya era tarde: la mayor parte de las reservas de trigo habían sido vendidas al exterior.

"Cuando las medidas de apaciguamiento político se imponen sobre la racionalidad económica se dan las condiciones para que ocurran estas crisis de grandes proporciones. Nuestra prioridad siempre debe ser la seguridad alimentaria interna. Tendríamos que haber acumulado reservas de cereales en lugar de permitir su exportación", dijo a IPS un portavoz de la opositora Liga Musulmana de Pakistán (PML-N) que lidera el ex primer ministro Nawaz Sharif.

El no gubernamental Grupo Internacional de Crisis, con sede en Bruselas, había caracterizado a Musharraf como un "factor desestabilizador" por su incapacidad para controlar a los grupos extremistas. Ahora la oposición y el público en general lo tienen bajo fuego a causa de sus políticas domésticas y su poco exitosa planificación económica.

"¿Qué está haciendo el gobierno? Apenas nos da palabras bonitas, pero nada para ayudar a los pobres", se quejó Muhammad Ali Bhutta, mientras hacía una larga cola frente a una cadena de almacenes propiedad del Estado.

"Esto es demasiado. No tenemos harina. La presión de gas en nuestras casas es demasiado baja como para cocinar algo. Los cortes de electricidad duran horas y no están programados. ¿Estamos volviendo a la Edad de Piedra?", agregó.

Bhutta pertenece a la mayoría de personas que no pueden comprar harina en el mercado abierto porque el precio se duplicó durante el último mes, hasta llegar a los ocho dólares por cada bolsa de 10 kilogramos.

"Este país no ofrece nada a los pobres. Nos están exprimiendo al extremo de que ahora nuestra preocupación es poder tener dos comidas sencillas al día", afirmó Muhammad Salim, empleado de una empresa de telecomunicaciones con un ingreso de alrededor de 100 dólares mensuales.

Según datos de la Autoridad para Desarrollo del Agua y la Energía, que obtuvo IPS, se generan 7.000 megavatios frente a una demanda de 9.000 en horas de bajo consumo y 10.000 frente a una demanda de 10.500 megavatios en horas pico. Las estadísticas oficiales también revelan que la producción de gas natural se ubica en los 87 millones de metros cúbicos, cuando la demanda es de 120 millones.

No sólo la crisis energética causa ansiedad e ira en los consumidores domiciliarios, sino que también genera pérdidas sustanciales por la parálisis de actividades industriales.

Según el presidente de la Asociación Textil, Akbar Shaikh, más de 300 fábricas se han visto forzados a cerrar sólo en la provincia de Punjab. Otros 120 corrieron la misma suerte en la noroccidental ciudad de Peshawar.

Las industrias textil y del algodón son la columna vertebral de la economía pakistaní. Aportan más de 60 por ciento de los ingresos en concepto de exportaciones del país. Las autoridades ya informaron sobre una caída de la recaudación impositiva a causa de la recesión provocada por la crisis energética.

Según el diario en inglés The Nation, la recaudación fiscal cayó de 384,6 millones de dólares en diciembre de 2006 a 64,1 millones en el mismo mes del año pasado.

Las nuevas plantas de generación de energía no estarán en operación antes de un par de años, advirtieron funcionarios del gobierno. Por ese motivo las autoridades pusieron en práctica un plan de ahorro de energía, que contempla el cierre anticipado de los centros comerciales y requiere que el consumo de electricidad se limite a los usos básicos en los hogares, oficinas públicas y empresas privadas.

La empresa estatal de gas incluso argumentó que el uso de estufas con este combustible es "dañino para la salud" y recomendó a la gente que se abrigara.

"La única salida para Musharraf es entregar el poder a un gobierno civil surgido de elecciones limpias y libres. Se ha vuelto una carga, pero parece no darse cuenta", dijo Asifa Hasan, quien trabaja con un grupo de observadores electorales.

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