No sólo el presunto fraude electoral y rivalidades étnicas han envuelto a Kenia en la violencia. La desigualdad económica es un elemento que promete mantener vivo el enfrentamiento interno.
"Debemos encarar los temas fundamentales que están en la raíz de los disturbios, como una distribución más equitativa de los recursos. En caso contrario, seremos testigos de lo mismo en tres o cuatro años", declaró Kofi Annan, el ex secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que intenta mediar en el conflicto.
Este martes, Annan instó al presidente Mwai Kibaki y al líder opositor Raila Odinga, quien denunció fraude en las elecciones de diciembre, a "hacer todo lo posible" para restaurar la paz. Dijo que les ofrecería un "mapa de ruta" para las negociaciones.
La reunión se produjo luego de que la muerte del diputado Mugabe Were, del opositor Movimiento Democrático Naranja, encendiera una nueva ola de enfrentamientos que dejó al menos siete muertos en Nairobi.
Más de 1.000 personas perdieron la vida y al menos 250.000 fueron desplazadas de sus hogares por la violencia que se desató luego de que Kibaki se adjudicara la victoria en los comicios.
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Incluso en el caso de que Kibaki, quien pertenece a la mayoritaria etnia kikuyu, y Odinga, representante de los minoritarios luos, lleguen a un acuerdo para compartir el poder, las causas crónicas de la violencia tribal, políticas y económicas permanecerán como una amenaza potencial.
"La caracterización del conflicto como un problema étnico es simplista. El acceso a la tierra, la vivienda y al agua son los motivos reales, enmascarados por las diferencias tribales y disparados por las rivalidades políticas", señaló un socorrista dinamarqués. "Existe un innegable componente clasista", agregó.
"Sólo un grupo social salió a la calle para protestar contra el fraude electoral: los más pobres entre los pobres, los desocupados y los sin tierra. Los que participan de la violencia pertenecen a una única clase social", dijo Millicent Ogutu, quien trabaja en una compañía de medios con sede en Nairobi.
Los barrios marginales han sido los únicos focos de violencia en Nairobi y este cuadro se ha repetido en otras zonas del país.
"¿Ha visto a alguna persona de clase media de cualquiera de las etnias gritando consignas contra Kibaki u Odinga?", preguntó Raphael Karanja, un periodista radial.
"Los que protestan son los que tienen una equivocada fe en el poder del sufragio y que creen genuinamente que su voto puede generar un cambio que lleve a mejores políticas económicas que alivien sus problemas de falta de tierra, vivienda y agua potable", argumentó.
La mayoría de los manifestantes pertenecen a las etnias luo y klenjin, mientras que el mayor número de víctimas de la violencia han sido kikuyos. Pero esta línea divisoria racial oculta patrones históricos de inequitativa distribución de los recursos en Kenia.
El principal problema es la distribución de la tierra. "El Estado mostró una escandalosa parcialidad a favor de una tribu, a expensas de todas las demás, cuando el país logró la independencia y las parcelas abandonadas por los británicos fueron distribuidas entre la población local", señaló un profesor de economía de la Universidad de Nairobi, quien no reveló su nombre porque es un empleado gubernamental.
Los kikuyos se apoderaron de la mayor parte de la tierra, incluso en áreas que jamás habían ocupado, porque controlaban el primer gobierno independiente, que les otorgó un tratamiento preferencial y créditos para comprarla.
"Esto provocó que familias kikuyu obtuvieran tierras en medio de zonas tradicionales de otras tribus, especialmente en el fértil valle del Rift, la principal región de violencia electoral desde que se introdujo en Kenia un sistema multipartidista en 1962", afirmó el profesor de economía.
Las elecciones de 2007 no fueron las primeras fraudulentas, ni las primeras en generar violencia al conocerse los amañados resultados. Lo mismo ocurrió en 1992 y, en mayor escala, durante y después de los comicios de 1997.
La vivienda y el acceso al agua potable son otros dos temas de peso en las zonas donde viven los pobres, y están directamente relacionados con la corrupción.
"La brecha entre la pequeña minoría rica y la mayoría de pobres se ha extendido tanto durante los últimos años que, incluso si un ciudadano común tiene los recursos y quiere construirse una casa decente, encuentra trabas burocráticas a cada paso que no puede superar si no soborna a funcionarios corruptos", señaló Ogutu.
No hay barrios de clase media en Nairobi. Sólo sofisticadas viviendas o áreas marginales.
"Los ricos se han vuelto súper ricos y adoptaron una cultura de consumo desenfrenado, con grandes y costosos automóviles y casas aún más grandes y caras. Por otra parte, los pobres se empobrecieron más. La clase media se redujo, con unos pocos que han logrado un ascenso social y una mayoría que sobrevive al borde del abismo económico y social", afirmó el profesor.
Los pobres pensaban que la democracia les posibilitaría influir en las políticas gubernamentales. Odinga aumentó sus expectativas haciendo campaña como el "candidato del pueblo" y "campeón de los pobres". Recibió votos de miembros de todas las etnias.
"Luego de la pacífica transición de 2002, la mayoría de los keniatas tuvieron fe en que podrían provocar otro cambio con su voto, lo cual explica la pacífica participación sin precedentes en las elecciones de diciembre del año pasado", comentó Ogutu.
"Esa fe ha sido irreparablemente dañada. Puede haber una frágil y momentánea paz, pero no cambiará nada para ellos. Estarán de vuelta en las calles, más tarde o más temprano", concluyó.