La política post-electoral en Kenia se convirtió en una guerra de desgaste, y el presidente Mwai Kibaki parece estar ganándola, aunque con su consabido costo para la imagen y la economía del país.
"¿Cuánto tiempo pueden continuar protestando los pobres con los estómagos vacíos contra el poder de las armas del Estado?", preguntó James Mwangi, mesero de un bar cuya choza en el tugurio de Kibera fue destruida la semana pasada, durante tres días de manifestaciones convocadas por el opositor Movimiento Democrático Naranja (ODM).
"Ésta no es la primera vez que las elecciones son fraguadas en Kenia, y no es la primera vez que veremos a un gobierno en ejercicio continuar de todos modos", dijo Mwangi a IPS.
Luego de tres semanas de crisis, cientos de muertos, decenas de miles de desplazados y una incalculable pérdida para la economía, la disputa electoral entre Kibaki y su rival Raila Odinga —quien denuncia un fraude masivo en las elecciones del 27 de diciembre— sigue sin resolverse.
El ODM fue forzado a cambiar de táctica, pasando de las protestas callejeras —que fueron brutalmente eliminadas— a los boicots económicos de empresas "poseídas por aliados de Kibaki".
[related_articles]
Anunciando el nuevo plan a los periodistas, un portavoz de Odinga dijo que "la estrategia es debilitar a los de línea dura y a los que usan su riqueza para debilitar la democracia".
Pocos creen que la nueva táctica tenga algún impacto sobre un gobierno que ha permanecido inmune a la presión del exterior y el caos en casa.
Los habitantes de Nairobi esperan que las cosas estén volviendo a la "normalidad". La capital estaba tranquila el sábado pasado. No se reportó ninguna violencia de otros semilleros de la reciente violencia —especialmente el pueblo natal de Odinga, Kisumu, y Eldoret—, aunque las fuerzas de seguridad permanecieron vigilantes y patrullaron las localidades más volátiles.
La clave para el resuelto desafío a Kibaki está poniendo a prueba la lealtad de las fuerzas de seguridad.
"Se hizo mucho del congelamiento de la asistencia por parte de la Unión Europea (UE), la pérdida de las ganancias derivadas de turismo y la destrucción de empresas durante la ola inicial de violencia. Pero siempre y cuando la policía y el ejército estén de su lado, Kibaki puede sostener todas las otras presiones, mientras que los manifestantes no pueden", opinó un empresario local.
Los rumores iniciales de disenso e insatisfacción dentro del sistema de seguridad demostraron ser infundados. En todo caso, la manera coactiva en que fueron sofocadas las manifestaciones de la oposición señala al completo control que tiene Kibaki sobre el aparato del Estado.
Según algunos analistas, la composición de la policía y otras fuerzas de seguridad —especialmente la Unidad de Servicios Generales— explica en parte su lealtad a Kibaki.
"El país tuvo tres presidentes desde 1963. Dos de ellos fueron kikuyus —el fundador del país, Jomo Kenyatta (1964-1978), y Kibaki— y uno klenjin: Daniel arap Moi (1978-2002). Estas dos tribus están fuertemente representadas en la policía y las fuerzas de seguridad. Como el ex presidente Moi también apoya al gobierno, es improbable que sus partidarios dentro del sistema se distancien de Kibaki", expresó un profesor de la Universidad de Nairobi.
En Kenia no hay una tradición de intervención militar directa en disputas políticas, agregó.
La postura de la oposición también se vio debilitada por hábiles medidas políticas adoptadas por Kibaki. La convocatoria del nuevo parlamento —del cual el candidato del ODM, Kenneth Marende, fue electo presidente, y en el que otros miembros electos de ese partido prestaron juramento— confirió una apariencia de legitimidad al panorama político post-electoral.
Kibaki ya designó a la mitad del gabinete, y los ministros asumieron sus respectivas carteras. Aunque su reelección esté en disputa, Kibaki ha continuado dirigiendo los asuntos de Estado como de costumbre.
Aunque muchos observadores consideran que la victoria del ODM en la elección del presidente del parlamento es un ataque moral y psicológico contra Kibaki, eso significa poco en términos de compartir el poder.
También, el funcionamiento del parlamento —si bien escandaloso y discutidor— envió el mensaje de que el sistema puede funcionar y el ODM puede influir en la gobernanza desde dentro del órgano legislativo.
El analista político Nishet Shah señaló que la Constitución de Kenia otorga demasiado poder al presidente para que éste quede subordinado al parlamento. "Cualquier persona que ocupe el puesto de presidente posee un inmenso control. Este poder es abarcador por naturaleza y, pese a haber un parlamento y una Constitución en vigor, el presidente puede pasarles por encima fácilmente", dijo Shah a IPS.
En el caso de Kibaki, al parecer, él también tiene el poder para ignorar la pérdida de vidas humanas y medios de sustento, así como las exhortaciones de las potencias mundiales.