IRAQ: Escalada de Bush se viene a pique

Un año después de que el presidente estadounidense George W. Bush anunciara un significativo aumento de la presencia militar de su país en Iraq, el buen juicio de esa estrategia es objeto de dudas y disputas.

Legisladores del opositor Partido Demócrata, que intentó en vano revertir esa política, admiten ahora que contribuyó a reducir la violencia en Bagdad y otras zonas del país ocupado en 2003.

Pero los críticos apuntan que el objetivo central de la estrategia, la reconciliación de las facciones rivales, parece más lejano que nunca.

Algunos incluso argumentan que la escalada, que agregó unos 30.000 soldados a los 140.000 que ya estaban en Iraq, podría haber aumentado la probabilidad de una guerra civil más sangrienta, al permitir que las facciones rivales, hoy más segregadas demográficamente, se reagruparan y rearmaran con vistas a una nueva carnicería tras la retirada de las fuerzas de ocupación.

"Lo que más me preocupa es qué sucederá en Iraq en los próximos 12 a 24 meses", dijo el general retirado Douglas MacGregor, quien criticó abiertamente la estrategia de Washington desde la invasión de 2003. "¿Habremos empeorado las cosas en el largo plazo?" La escalada (denominada por Bush en su anuncio televisivo del 10 de enero de 2007 como "surge", que significa aumento repentino en inglés) se puso en práctica en febrero pasado bajo el comando del general David Petraeus.
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Esta estrategia apunta a incrementar el poderío militar para evitar el estallido de una guerra civil entre las comunidades chiíta y sunita —las dos ramas principales de la fe musulmana— y ofrecer mayor seguridad a todas las partes.

El objetivo, en las palabras de Bush, era proveer al gobierno iraquí, dominado por los chiítas, el "aire" necesario para "hacer posible la reconciliación" con los insurgentes sunitas.

Esa reconciliación, según Bush, debería alcanzarse con la aprobación en el parlamento iraquí de algunas leyes clave: entre ellas, una reforma al programa de "limpieza" de los seguidores de Saddam Hussein y su partido Baath, un acuerdo para la distribución equitativa de la renta petrolera y reformas constitucionales que, entre otros aspectos, permitirían la convocatoria a elecciones provinciales en 2007.

Nadie duda de que la violencia, especialmente en Bagdad y la provincial de Al-Anbar, cayó significativamente. Según estadísticas de las autoridades militares estadounidenses, los ataques contra civiles y contra fuerzas del país norteamericano e iraquíes se redujeron 60 por ciento. En diciembre de 2006, sólo en Bagdad, 1.500 personas habían perdido la vida a causa de enfrentamientos por rivalidades religiosas.

Pero lo que se discute es si esa mejora de la seguridad ha sido fruto de la escalada. Aunque las duras tácticas antiterroristas aplicadas por Petraeus pueden haber jugado un papel importante, sobre todo en Bagdad, los expertos señalan otros factores no relacionados con el mayor despliegue militar.

Cuando la estrategia se puso en práctica, el proceso de "limpieza sectaria" en los barrios de Bagdad y los alrededores de la capital, donde antes convivían chiítas y sunitas, ya había sido prácticamente completado, eliminando uno de los catalizadores fundamentales para la violencia entre facciones.

Otros analistas señalan que, previo a la "escalada", muchos grupos tribales sunitas, especialmente en Al-Anbar, se habían vuelto en contra de la organización terrorista Al Qaeda en Iraq.

Al decidir que se trataba de un enemigo peligroso, las llamadas Fuerzas del Despertar, milicias sunitas lideradas en proporción importante por ex miembros de Baath, se convirtieron en aliadas de Estados Unidos y "pacificaron" la región donde las tropas de Washington habían estado sufriendo la mayor cantidad de bajas.

Asimismo, la decisión del clérigo chiíta Moqtada Al Sadr, líder de la poderosa milicia Ejército Mahdi, de suspender sus ataques contribuyó a reducir el derramamiento de sangre.

Esta reducción de la violencia ha sido aplaudida por los defensores de la escalada como prueba del brillante éxito de la estrategia.

Este logro es comparable —según analistas de derecha particularmente entusiastas— con la victoria del general George Washington en la guerra de independencia contra Gran Bretaña o la derrota que el general Ulysses S. Grant infligió a la Confederación en la guerra de secesión de Estados Unidos (1861-1865).

Los editores del semanario Weekly Standard, Fred Barnes y William Kristol, designaron a Petraeus "personaje del año" y describieron su campaña antiterrorista y su alianza con las Fuerzas del Despertar como un "quiebre estratégico" para los objetivos de Washington en Medio Oriente en su conjunto.

Pero hasta el propio Petraeus advirtió que las declaraciones de victoria son prematuras, no sólo por la retirada de 30.000 soldados prevista para los próximos seis meses, sino porque las tácticas que empleó no lograron la reconciliación nacional que Bush formuló como objetivo un año atrás

El principal asesor del Departamento (ministerio) de Defensa de Estados Unidos sobre Medio Oriente, Mark Kimmitt, dijo al centro de estudios derechista Heritage Foundation que 2008 sería "mucho más complicado" que el año que pasó.

La razón, señaló, es que Estados Unidos "dependerá mucho más de los iraquíes" para lograr la reconciliación. Estimó que existe una probabilidad de 50 por ciento para mantener los progresos en materia de seguridad alcanzados durante 2007.

Muchos observadores independientes coinciden con este pronóstico y expresaron sus dudas sobre las perspectivas de mantener los progresos logrados gracias a la escalada frente a la ausencia de avances en el terreno político.

Un punto especialmente controvertido tiene que ver con el futuro de las Fuerzas del Despertar, cuyos más de 80.000 miembros reciben de Estados Unidos un salario de 300 dólares mensuales y equipamiento.

Washington ejerce una fuerte presión para que se los integre a las fuerzas de seguridad estatales, pero el gobierno de mayoría chiita se opone, por temor a que se vuelvan en su contra en el futuro.

"No hubo una estrategia para integrar a estas milicias en el gobierno mayoritariamente chiíta, que ahora se siente amenazado por el creciente poder de los sunitas. En el largo plazo, esto puede exacerbar las tensiones sectarias", advirtió un informe de la británica Red de Seguridad Nacional, con sede en Adlington.

"Tenemos que entender que comprar a nuestro enemigo es una buena solución de corto plazo para lograr un respiro de la violencia", dijo MacGregor, "pero no sirve en el largo plazo para crear un orden político legítimo en el país que, francamente, se está recuperando de la peor clase de guerra civil".

"¿No estamos creando las condiciones para una aun más grave que la anterior?", se preguntó.

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