«Uribe, reflexiona, hermano, vamos a trabajar por la paz». Postergada la «Operación Emmanuel», liderada políticamente por Venezuela y logísticamente por el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), con la garantía de otros siete países, el venezolano Hugo Chávez puso el punto en lo que más le gusta a su par colombiano Álvaro Uribe: los negocios.
En una caótica rueda de prensa en la noche de San Silvestre, en los jardines del Palacio de Miraflores bajo un cielo estrellado surcado de fuegos artificiales, Chávez listó algunos megaproyectos económicos y de integración que no pueden marchar del todo bien en América del Sur mientras haya guerra en Colombia: el Banco del Sur, Petrosur, el Gasoducto del Sur, Unasur.
"Para eso es importante la paz", reiteró, hablando a su vecino, un terrateniente que, con apoyo estadounidense, lleva cinco años de guerra total contra la insurgencia campesina y comunista de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), surgida en 1964.
"A Colombia le tocaba hacer la cumbre de Unasur (Unión de Naciones Sudamericanas) este año. No la hicimos", se quejó Chávez mientras daba declaraciones acerca de la postergación de la operación de rescate humanitario de las rehenes colombianas Consuelo González y Clara Rojas y del hijo de ésta nacido en cautiverio, Emmanuel, cuyo padre es un guerrillero raso.
González es rehén de las FARC desde 2001, cuando era parlamentaria. Rojas fue atrapada en febrero de 2002 junto con la entonces candidata presidencial de nacionalidad colombo-francesa Ingrid Betancourt, de la cual era compañera de fórmula.
[related_articles]
"Emmanuel, quiero comerme un helado contigo", dijo recientemente Chávez, evocando al niño nacido en 2004.
Chávez fue avalado por Uribe como mediador para un acuerdo humanitario que permitiera liberar a combatientes de ambos bandos, así como a rehenes civiles en manos de la guerrilla, entre el 16 de agosto y el 21 de noviembre.
El venezolano llegó a ese rol por invitación de la senadora colombiana Piedad Córdoba, fuerte opositora de Uribe, y de las familias de los 45 canjeables", como los llama la guerrilla, que quiere libres a sus presos.
Sin una explicación plausible, Uribe les dio un portazo a ambos.
La crisis entre los dos países no se hizo esperar. Venezuela llamó a su embajador a consultas y amenazó con "congelar" las relaciones económicas, vitales para Colombia y ventajosas para su vecino, potencia petrolera.
La guerrilla respondió con el anuncio de las tres liberaciones unilaterales, para complacer a Chávez y Córdoba. El gobierno colombiano aceptó, pues su línea es no negociar con las FARC hasta no debilitarla militarmente.
Pero la "Operación Emmanuel", diseñada por Chávez, tuvo que ser pospuesta el 31 de diciembre. La razón: las FARC consideran que no hay condiciones de seguridad para la entrega.
La operación fue descrita públicamente a grandes rasgos por Chávez, quien se guardó detalles que sólo compartió con el gobierno colombiano, con el CICR y con los delegados de Argentina, Bolivia, Brasil, Cuba, Ecuador, Francia y Suiza, que acudieron como garantes internacionales.
Siguiendo un diseño aprobado también por las FARC, en las fases uno y dos, aeronaves venezolanas con distintivos del CICR se trasladaron al aeropuerto de Villavicencio, capital del central departamento colombiano del Meta, 90 kilómetros al sur de Bogotá, seguidas de delegados internacionales, entre ellos el ex presidente argentino Néstor Kirchner.
Luego, dos helicópteros partirían con rumbo desconocido a recoger a las mujeres y al niño, guiados a través de coordenadas que serían entregadas ya en vuelo, directa o indirectamente, por las FARC.
Del gobierno colombiano se esperaba que durante la operación suspendiera los operativos militares en la región que se le indicara.
Pero "la tercera fase comenzó a tener problemas", dijo Chávez, quien dijo conocer de distintas fuentes, y no sólo de la guerrilla, que los operativos militares continuaban. No combates, aclaró, sino presión militar. Los detalles no han trascendido.
Las FARC consideraron que esta presión ponía en riesgo la vida de los rehenes, y con ello el futuro de la liberación general de los civiles capturados y prisioneros de guerra.
Mientras los garantes internacionales se retiraron de Villavicencio para retomar funciones cuando haya condiciones de seguridad para su acción humanitaria, el CICR anunció que permanece en el lugar.
Uribe, aparentemente, no aceptó un cese de hostilidades regional, aunque sí establecer un corredor humanitario para que por él se efectuara la entrega de los rehenes.
"Él sabe que es imposible", dicho corredor, pues para un tramo longitudinal "se requieren dos puntos", y sólo se conoce uno con anticipación, dijo Chávez.
La pugna obedece a que las fuerzas contrainsurgentes, apoyadas por altísima tecnología estadounidense, aspiran a conocer a toda costa la ubicación de la unidad de las FARC que escolta a las rehenes y al niño. Por eso, la guerrilla se abstiene de entregarla por medios que puedan ser interceptados electrónicamente.
Ahora, Chávez tiene dos Emmanuel para escoger con cuál comerse el helado: el que entregarían las FARC, y otro que el presidente Uribe dijo haber descubierto hace unos días entre la legión de niños abandonados y maltratados de Colombia.
En un discurso desde la base aérea de Apiay, cerca de Villavicencio, en la tarde del lunes 31, Uribe especuló sobre la hipótesis de que las FARC demoraron la tercera fase porque no tenían en su poder a Emmanuel, y anunció que ya hizo exámenes de ADN al niño abandonado.
Chávez dijo que Uribe lanzó la hipótesis "para dinamitar la tercera fase de la operación".
En teoría, Uribe no puede mostrar a ese segundo Emmanuel, porque la ley colombiana protege la identidad del menor. El ADN que se tome a la familia de Clara Rojas será confrontado con el ADN que presente el gobierno colombiano.
Por eso, ya desde el primer día de este 2008 surgieron inquietudes en Europa y en sectores del opositor Partido Demócrata de Estados Unidos con el fin de que una comisión europea realice nuevamente exámenes de ADN a Emmanuel II, tanto como a la familia Rojas, supo IPS.
Además de los negocios y la integración sudamericana, hay otra cosa que está en juego.
Chávez ha dicho que si consigue hablar 20 horas cara a cara con el comandante de las FARC, "Manuel Marulanda", lo convence de que hoy sí es posible para la izquierda latinoamericana llegar al poder mediante el voto.
O, en palabras de la senadora Córdoba el 15 de diciembre, "nosotros, que tenemos la posibilidad de conformar un mundo mejor, tenemos que luchar de otra manera: con los votos".
"Uribe cree que ellos pueden derrotar a las FARC, que las pueden aniquilar", dijo Chávez en la rueda de prensa, pero "no van a poder".
Y agregó que a "Iván Márquez", integrante de la cúpula de las FARC que acudió a visitarlo en noviembre en el Palacio de Miraflores, le dijo lo mismo.
"Ni uno ni otro va a poder acabar con la voluntad de lucha" de su enemigo, expresó.
"Es una lucha de desgaste, que desgasta mucho a Colombia y, en primer lugar, también a nosotros, a Venezuela", advirtió el mandatario, dando una clave de por qué seguía insistiendo en lograr la liberación de los rehenes en el país vecino.
Pero esa no parece ser la agenda de todos los actores involucrados.
En el episodio que desencadenó la abrupta cancelación de la mediación Chávez-Córdoba y en la aparición de Emmanuel II hay una coincidencia: sendas llamadas telefónicas previas a Uribe de su par estadounidense George W. Bush.