CANADÁ: Dudas sobre futuro de tropas en Afganistán

El gobierno del primer ministro conservador de Canadá, Stephen Harper, aguarda el informe de una comisión especial dedicada a evaluar el papel de las tropas de este país en Afganistán más allá de febrero, cuando expira su mandato de ocupación.

Tanto en Canadá como en Estados Unidos existe preocupación de que las decisiones operacionales de los militares estén conspirando contra los objetivos políticos y sobre la posibilidad de una expansión del conflicto.

A mediados de diciembre, Julianne Smith, del Centro para Estudios Estratégicos e Internacionales, con sede en Washington, reclamó una revisión de la misión en Afganistán de las tropas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), lideradas por Estados Unidos, advirtiendo que se estaba encaminando "hacia la dirección equivocada".

La experta puso el énfasis en "inversiones significativas para el desarrollo rural, que otorgue a los campesinos una alternativa al cultivo de adormideras", que son la fuente de producción del opio.

También pidió la adopción de una estrategia general más coordinada, ya que "los esfuerzos de los aliados en el terreno parecen una manta hecha de retazos".
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La misión de la OTAN en Afganistán ha desplegado 41.700 miembros, entre soldados y policías: 15.000 pertenecen a Estados Unidos, 2.500 a Canadá y los restantes provienen de otros miembros de la alianza, incluyendo a las tropas polacas acusadas de crímenes de guerra contra civiles.

Un experto en temas de defensa y estudios sobre la paz de la Universidad de Ontario Occidental, Peter Langille, considera que el poder de fuego y blindados desplegados en Afganistán impiden crear vínculos con la población.

Destacó que las fuerzas canadienses dejaron de lado las misiones a cargo de tropas de infantería y privilegian el uso de artillería y tanques.

El Instituto de Estudios Estratégicos de Toronto estima que sólo 450 de los 2.500 miembros del contingente canadiense en Afganistán son soldados de infantería o de vehículos blindados. El resto realiza tareas de apoyo.

Según Langille, las tropas canadienses han disparado miles de rondas de munición de sus cañones Howitzer de 155 milímetros contra supuestos insurgentes, poniendo en riesgo a los civiles en lugar de patrullar e ir a las aldeas empleando soldados de infantería.

Esos cañones tienen un alcance de entre 30 y 40 kilómetros, pero carecen de precisión. Según un experto en artillería, pueden hacer impacto en cualquier cosa, o cualquier persona, que se encuentre en un radio de 300 metros del blanco elegido.

Langille cree que las fuerzas canadienses actúan en respuesta a la frustración generada por la negativa de otros miembros de la OTAN a enviar refuerzos. "Cuando comenzaron a desplegar tanques y artillería pesada, tenían que saber que no podían ganar. Por eso optaron por los sistemas que garantizan el menor número de bajas", señaló.

Michael Wallace, profesor de ciencias políticas en la Universidad de Columbia Británica, también está preocupado por el excesivo énfasis en la utilización de vehículos blindados.

Cuestionó el empleo de tanques Leopard 2, que no sólo son vulnerables ante las armas de los insurgentes sino que demuestran que la misión corre el riesgo de irse de madre fácilmente.

"Las características técnicas de los tanques no son el problema. Sí lo es una estrategia de combate que busca el máximo aislamiento entre los soldados y la población, ya sea empleando vehículos blindados livianos o helicópteros. Si hay que usarlos a largo plazo, significa que perdimos, sin importar el número de bajas", apuntó Wallace.

"Las sociedades no se modernizan por la fuerza, porque esto generalmente tiene un efecto adverso. Se lo logra creando incentivos para que la gente se modernice", agregó.

Existe un paralelo, dijo, con la forma en que los ingleses descubrieron que no podían quebrar el férreo sistema de clanes en Escocia, hasta que luego del siglo 18 se volvió económicamente ventajoso para los escoceses trasladarse a las ciudades.

Wallace considera que las fuerzas canadienses podrían trasladarse a otros teatros de guerra, como la explosiva región noroccidental de Pakistán, donde los insurgentes islamistas se están anotando victorias contra el ejército de ese país. La situación empeoró tras el asesinato el 27 de diciembre de la ex primera ministra Benazir Bhutto.

"Si todo se va al traste en Pakistán, los estadounidenses nos van a querer allí. La población en ese país supera a la de Rusia. Será en entuerto", dijo.

La otra posibilidad es que el gobierno canadiense se prepare para expandir la misión en Afganistán, pero no lo anunciará hasta que logre una mayoría parlamentaria, estimó Wallace.

Mientras tanto, el gobierno ha marcado algunos cambios en su enfoque de la cuestión.

El viceministro de Relaciones Exteriores, Leonard Edwards, declaró ante un comité de la Cámara de Diputados que se había dejado de lado el principio de las "tres D" en Afganistán: desarrollo, diplomacia y defensa.

Pero dijo que esto fue consecuencia de un esfuerzo de diferentes áreas del gobierno para unificar su estrategia. "Ahora tenemos una sola D", indicó, aunque sin precisar cuál de ellas era.

Además, el diario Globe and Mail, de Toronto, citó declaraciones del ministro de Defensa, Peter MacKay, en las que sugirió que los miembros de la OTAN reacios a enviar refuerzos deberían encargarse de la construcción de infraestructura en la zona austral de Afganistán, para "liberar" a Canadá de esa tarea.

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